David Harvey “La izquierda tiene que repensar su aparato teórico y táctico”

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David Harvey, uno de los pensadores marxistas más prominentes de nuestro tiempo, se sentó con el activista colectivo AK Malabocas a discutir las transformaciones en el modo de acumulación capitalista, la centralidad del terreno urbano en las luchas de clase contemporáneas, y las implicancias de todo esto para la organización anti-capitalista.

AK Malabocas: En los últimos 40 años, el modo de acumulación capitalista ha cambiado globalmente. ¿Qué significan estos cambios para la lucha contra el capitalismo?
DH: Desde una perspectiva macro, cualquier modo de producción tiende a generar un tipo distintivo de oposición, la cual es un espejo curioso de sí mismo. Si miras atrás, en los ’60 o ’70, cuando el capital estaba organizado en grandes formas corporativas, jerárquicas, tenías estructuras de oposición que eran corporativas, tipos sindicalistas de aparatos políticos. En otras palabras, un sistema fordista generaba una oposición de tipo fordista.

Con el quiebre de esta forma de organización industrial, particularmente en los países capitalistas avanzados, se terminaba con una configuración del capital mucho más descentralizada: más fluida sobre el espacio y el tiempo que lo pensado previamente. Al mismo tiempo veíamos el surgimiento de una oposición que está ligada a las redes, a la descentralización y a la que no le gusta la jerarquía y las formas previas de oposición de tipo fordista.

Así, que de una manera curiosa, las y los militantes de izquierda se reorganizan a sí mismos en el mismo modo en el que la acumulación del capital se reorganiza. Si entendemos que la izquierda es una imagen en espejo de lo que estamos criticando, entonces tal vez lo que debamos hacer es romper el espejo y salir de esta relación simbiótica con aquello que estamos criticando.
MK: ¿En la era fordista, la fábrica era el principal sitio de resistencia. Dónde podemos encontrarla ahora que el capital se ha movido lejos del piso fabril hacia el terreno urbano?
DH: Antes que nada, la forma fabril no ha desaparecido. Todavía encuentras fábricas en Bangladesh o en China. Lo que es interesante es cómo el modo de producción en las ciudades centrales cambió. Por ejemplo, el sector logístico se ha expandido: UPS, DHL y todos sus trabajadores y trabajadoras están produciendo valores enormes hoy en día.
En las últimas décadas, un gran cambio tuvo lugar en el sector servicios también: los más grandes empleadores de mano de obra en la década de 1970 en los Estados Unidos eran General Motors, Ford y US Steel. Los más grandes empleadores de mano de obra hoy son Mc Donalds, Kentucky Fried Chicken y Walmart. Antes, la fábrica era el centro de la clase obrera, pero hoy encontramos a la clase obrera más que nada en el sector servicios. ¿Por qué diríamos que producir autos es más importante que producir hamburguesas?
Desafortunadamente la izquierda no se siente cómoda con la idea de organizar a los trabajadores y trabajadoras de la comida rápida. Su imagen de la tradicional clase obrera no encaja con la producción de valor de los trabajadores y trabajadoras de servicios, los de distribución, de restaurants, de los supermercados.
El proletariado no desapareció, pero hay un nuevo proletariado que tiene características diferentes del que tradicionalmente la izquierda solía identificar como la vanguardia de la clase trabajadora. En este sentido, las y los trabajadores de Mc Donalds se convirtieron en las y los trabajadores metalúrgicos del siglo XX.
MK: ¿Si esto es lo que es el nuevo proletariado, cuáles son los lugares desde organizar la resistencia hoy?
DH: Es muy difícil de organizar en los lugares de trabajo. Por ejemplo, las y los trabajadorss de la distribución se mueven de un lado a otro. Así que esta población tal vez podría organizarse mejor fuera del lugar de trabajo, quiero decir, en sus estructuras barriales.
Hay una frase interesante en el trabajo de Gramsci de 1919 que dice que organizarse en el lugar de trabajo y tener concejos fabriles está muy bien, pero que deberíamos tener también concejos en los barrios también. Y los concejos de los barrios, dijo, tienen un mejor entendimiento de lo que son las condiciones de toda la clase trabajadora, comparado con el entendimiento sectorial de la organización en el lugar de trabajo.
Las organizadoras y organizadores fabriles solían saber muy bien lo que un trabajador metalúrgico era, pero no entendían lo que el proletariado era como un todo. La organización barrial habría incluido, por ejemplo, a los trabajadores y trabajadoras de la limpieza urbana, de la distribución y las trabajadoras doméstica. Gramsci nunca tomó esto y dijo: “Vamos! el Partido Comunista debería organizar asambleas barriales”
No obstante, hay algunas excepciones en el contexto europeo donde los partidos comunistas organizaron, de hecho, concejos barriales, porque no podían organizarlos en las fábricas, por ejemplo en España. En la década de 1960 esta era una forma de organización muy poderosa. Por ello, como he discutido por un largo tiempo, deberíamos ver la organización barrial como una forma de organización de la clase. Gramsci sólo lo mencionó una vez en sus escritos y nunca lo desarrolló más en profundidad.
En Gran Bretaña en los ’80, hacía formas de organización laboral en plataformas a lo largo de la ciudad, sobre la base de concejos de oficios, que estaban haciendo lo que Gramsci sugirió. Pero dentro del movimiento sindical, estos concejos siempre fueron mirados como formas inferiores de organización laboral. Nunca se los trató como un componente fundacional de cómo el movimiento sindical debería operar.
De hecho, ocurrió que los concejos de oficios fueron a menudo mucho más radicales que los gremios tradicionales y eso era porque estaban basados en las condiciones de toda la clase trabajadora, no sólo de los sectores más privilegiados de la clase. Así, al punto de que estos tenían una definición mucho más amplia de la clase, los concejos tendieron a darse políticas mucho más radicales. Pero esto nunca fue valorado por el movimiento sindical en general, siempre fue mirado como un espacio en el que lxs radicales podían actuar.
Las ventajas de esta forma de organización son obvias: supera la brecha entre organizarse de manera sectorial, incluye todas las formas de trabajo “desterritorializado” y es muy adaptable a nuevas formas de organizaciones comunitarias y de base asamblearia, como Murray Boockchin planteó, por ejemplo.
MK: En las recientes oleadas de protesta -en España y Grecia, por ejemplo, o el movimiento Occupy- puedes encontrar esta idea de “localizar la resistencia”. Pareciera que estos movimientos tienden a organizarse alrededor de cuestiones de la vida cotidiana, más que en torno a grandes cuestiones ideológicas en las que la izquierda tradicional solía enfocarse.
DH: Por qué dirías que organizarse alrededor de la vida cotidiana no es una de las grandes cuestiones. Yo creo que es una de las grandes cuestiones. Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, y la vida cotidiana urbana es a lo que la gente está expuesta y en lo que encuentra dificultades. Estas dificultades residen tanto en la esfera de realización del valor como en la esfera de la producción del valor.
Este es uno de mis más importantes argumentos teóricos: todo el mundo lee el Volumen I del Capital y nadie lee el Volumen II. El Vol I es acerca de la producción del valor, el II es sobre la realización del valor. Al enfocarse en el Vol II, puedes ver claramente que las condiciones de realización son tan importantes como las de producción.
Marx a menudo hablaba de la necesidad de ver al capital como la unidad contradictoria entre la producción y la realización. Donde el valor es producido y donde es realizado son dos cosas diferentes. Por ejemplo, mucho valor es producido en China y, de hecho, es realizado por Apple o por Walmart en los Estados Unidos. Y, por supuesto, la realización del valor trata de la realización del valor por medio de costoso consumo de la clase obrera.
El capital puede conceder salarios más altos en el punto de la producción, pero luego los recupera en el punto de la realización por el hecho de que los trabajadores y trabajadoras tienen que pagar alquileres y gastos de vivienda más elevados, costos de teléfono, tarjetas de crédito y así sucesivamente. Así que las luchas de clase en torno a la realización, alrededor de viviendas más baratas por ejemplo, son tan significativas para la clase trabajadora como las luchas acerca de salarios y condiciones de trabajo. Cuál es el punto de tener un salario más alto si te es inmediatamente extraído en términos de gastos más elevados para tener un techo?
En su relación con la clase trabajadora, los capitalistas han aprendido hace mucho que pueden hacer un montón de dinero recuperando lo que antes habían entregado. Y, al punto que -particularmente en los 60 y 70- lxs trabajadorxs se empoderaron de manera creciente en la esfera del consumo, así que el capital comienza a concentrar mucho más en extraer valor a través del consumo.
Así que las luchas en la esfera de la realización, que no eran tan fuertes en los tiempos de Marx, y el hecho de que nadie lea el maldito libro (Vol II), es un problema para la izquierda convencional. Cuando vos me decís: “¿cuál es el problema macro aquí?”- bueno, ¡esto es un problema macro! La concepción del capital y la relación entre producción y realización. Si no ves la unidad contradictoria entre ambos entonces no vas a tener la imagen completa. Tiene lucha de clases escrita todo alrededor y no puedo entender por qué un montón de marxistas no logran ver cuán importante es esto.
El problema es cómo entendemos a Marx en el 2015. En los tiempos de Marx, la extensión de la urbanización era relativamente conveniente y el consumo de la clase trabajadora era casi inexistente, así que de lo único que Marx tenía que hablar era acerca de la clase trabajadora arreglándoselas para sobrevivir con un salario magro y cómo eran bastante sofisticados para hacerlo. El capital los dejaba hacer con sus propios dispositivos lo que les gustaba.
Pero hoy en día, vivimos en un mundo en el que el consumo es responsable de casi el 30 % de la dinámica de la economía global; en EE UU llega al 70 %. Así que ¿por qué estamos aquí sentados y diciendo que el consumo es casi irrelevante, pegándonos al Volúmen I y hablando acerca de la producción en lugar del consumo?
Lo que hace la urbanización es forzarnos a cierto tipo de consumo, por ejemplo: tienes que tener un auto. Y tu estilo de vida está dictado en muchos sentidos por la forma que toma la urbanización. Y de nuevo, en los tiempos de Marx esto no era significativo, pero en nuestros días es crucial. Tenemos que amigarnos con formas de organización que de hecho reconozcan este cambio en la dinámica de la lucha de clases.
Los grupos que marcaron los recientes movimientos con su estilo, viniendo de tradiciones anarquistas y autonomistas, están mucho más metidos en la política de la vida cotidiana, mucho más que las y los marxistas tradicionales.
Les tengo mucha simpatía a las y los anarquistas, tienen una mucha mejor línea en este tema, precisamente al lidiar con la política del consumo y su crítica acerca de lo que el consumo es. Parte de su objetivo es cambiar y reorganizar la vida cotidiana alrededor de nuevos y diferentes principios. Así que creo que esto es un punto crucial hacia el cual mucha de la acción política debería ser dirigida en estos días. Pero desacuerdo con vos cuando decís que esta no es una “gran cuestión”.
MK: Así que, mirando ejemplos de Europa del Sur -redes de solidaridad en Grecia, auto-organización en España o Turquía- parece ser muy crucial para construir movimientos sociales alrededor de la vida cotidiana y las necesidades básicas en estos días. ¿Ves esto como un acercamiento promisorio?
DH: Creo que es muy promisorio, pero hay una clara limitación ahí, lo que es un problema para mí. La propia limitación es la reticencia para tomar el poder en algún punto. Bookchin, en su último libro, dice que el problema con las y los anarquistas es su negación del significado del poder y su inhabilidad para tomarlo. Bookchin no va tan lejos, pero yo creo que es su rechazo a ver al Estado como un posible aliado hacia la transformación radical.
Hay una tendencia a considerar al Estado como enemigo, el enemigo al 100 %. Y hay muchos ejemplos de estados represivos fuera del control público en el que este es el caso. No hay duda: el estado capitalista debe ser combatido, pero sin dominar el poder del estado y sin tomarlo, pronto vuelves a la historia de lo que pasó por ejemplo en 1936 y 1937 en Barcelona y luego en toda España. Al rechazar tomar el Estado en un momento en el que tenían el poder para hacerlo, los revolucionarios y revolucionarias de España permitieron que el estado volviera a caer en las manos de la burguesía y del ala estalinista del movimiento comunista. Y el estado se reorganizó y aplastó la resistencia.
MK: Eso puede ser cierto para el estado español en la década de 1930, pero si miramos al estado neoliberal contemporáneo y el retroceso del estado de bienestar, ¿que queda de estado para conquistar, para aprovechar?
DH: Para empezar, la izquierda no es muy buena para responder la pregunta de cómo construimos infraestructura masiva. ¿Como construirá la izquierda el puente de Brooklyn, por ejemplo? Toda sociedad reposa sobre grandes infraestructuras, infraestructuras para toda una ciudad, como el suministro de agua, electricidad, etc. Yo creo que hay una gran reticencia dentro de la izquierda para reconocer que necesitamos diferentes formas de organización.
Hay áreas del aparato de estado, aún del aparato de estado neoliberal, que son terriblemente importantes; el centro de control de enfermedades, por ejemplo. ¿Cómo respondemos a epidemias globales como el Ébola o similares? No puedes hacerlo al modo anarquista del “hazlo tu mismo o tú misma”. Hay muchas instancias en las que necesitas alguna forma de infraestructura de tipo estatal. No podemos confrontar el problema del calentamiento global a través de formas descentralizadas de confrontación y actividades solamente.
Un ejemplo que es frecuentemente mencionado, a pesar de sus muchos inconvenientes, es el Protocolo de Montreal para enfrentar el uso de clorofuorocarbono en heladeras para limitar la afectación de la capa de ozono. Fue reforzada de manera exitosa en los ’90 pero necesitó de un tipo de organización que es muy diferente a aquella que proviene de una política basada en asambleas.
MK: Desde una perspectiva anarquista, yo diría que es posible reemplazar aún instituciones supranacionales como la OMS con organizaciones confederales que serían construidas de abajo hacia arriba y que eventualmente arribarían a una toma de decisiones global.
DH: Quizás a un cierto grado, pero tenemos que ser conscientes de que siempre habrá algún tipo de jerarquías y de que siempre enfrentaremos problemas como la responsabilidad o el recurso correcto. Siempre habrá relaciones complicadas entre, por ejemplo, gente lidiando con el problema del calentamiento global desde el punto de vista del mundo como un todo y desde el punto de vista de un grupo que está en el territorio, digamos, en Hanover o similar, y que se pregunta, por qué debería escuchar lo que ellxs están diciendo?
MK: Entonces, ¿crees que esto requeriría alguna forma de autoridad?
DH: No, va a haber estructuras de autoridad de cualquier modo, siempre las habrá. Nunca he estado en una reunión anarquista en la que no hubiera una estructura de autoridad secreta. Está siempre esa fantasía de todo siendo horizontal, pero me siento, miro y pienso, “oh dios, hay toda una estructura jerárquica acá pero está encubierta”
MK: Volviendo a las protestas recientes alrededor del Mediterráneo, muchos movimientos se han concentrado en luchas locales. ¿Cuál es el siguiente paso hacia la transformación social?
DH: En algún punto tenemos que crear organizaciones que sean capaces de ensamblar y reforzar el cambio social en una escala más amplia. Por ejemplo, será ¿Podemos en España capaz de hacer eso? En una situación caótica como la crisis económicas de los últimos años, es importante que la izquierda actúe. Si la izquierda no lo hace, entonces la derecha será la siguiente opción. Yo pienso -y odio decirlo- que la izquierda tiene que ser más pragmática en relación a las dinámicas que están ocurriendo ahora.
MK: ¿Más pragmática en qué sentido?
DH: Bueno, ¿por qué apoyé a SYRIZA aunque este no fuera un partido revolucionario? Porque abría un espacio en el que algo diferente podía pasar y eso era una movida progresiva para mí.
Es un poco como Marx diciendo: el primer paso hacia la libertad es la limitación de la duración de la jornada de trabajo. Demandas muy estrechas abren un espacio para resultados más revolucionarios, y aún cuando no hay ninguna posibilidad para ningún resultado revolucionario, tenemos que buscar soluciones de compromiso que sin embargo se apartan del sinsentido de la austeridad neoliberal y abren el espacio en el que nuevas formas de organización pueden tener lugar.
Por ejemplo, sería interesante si Podemos buscara organizar formas de confederalismo democrático, porque en cierto modo Podemos surgió de un montón de reuniones de tipo asambleario teniendo lugar a lo largo de España, así que tienen mucha experiencia con ese tipo de estructura.
La cuestión es cómo conectarán la forma asamblearia a formas más permanentes de organización, en relación a su creciente posición como un partido fuerte en el parlamento. Esto también vuelve a la pregunta de la consolidación del poder: tienes que encontrar maneras de hacerlo, porque si no la burguesía y el capitalismo corporativo van a encontrar modos de reafirmarse y tomar nuevamente el poder.
MK: ¿Qué piensas acerca del dilema de las redes de solidaridad llenando el vacío que dejó la retirada del estado de bienestar e indirectamente convirtiéndose en un aliado del neoliberalismo en ese sentido?
DH: Hay dos formas de organizarse. Una es el vasto crecimiento del sector ONG, pero mucho de eso está financiado de manera externa, no son organizaciones de base, y eso no se acerca a la cuestión de los grandes donantes que marcan la agenda, la cual no será una agenda radical. Aquí nos acercamos a la privatización del Estado de bienestar. Esto me parece que es muy diferente políticamente a las organizaciones de base en las que la gente dice “Ok, el estado no se ocupa de nada, así que vamos a tener que hacernos cargo de nosotros y nosotras mismas” Esto me parece que tiende a formas de organizaciones de base con un status político muy diferente.
MK: Pero ¿cómo evitar llenar esa brecha al ayudar, por ejemplo, a gente desempleada para que no sean exprimidos por el estado neoliberal?
DH: Bueno, tiene que haber una agenda anti-capitalista, para que cuando el grupo trabaje con gente todo el mundo sepa que no se trata sólo de ayudarla a arreglárselas sino que hay todo un intento organizado de tratar de cambiar políticamente el sistema en su integralidad. Esto quiere decir tener un proyecto político muy claro, lo cual es problemático con tipos de movimientos no centralizados, no homogéneos, donde alguna gente trabaja de un modo, otra trabajan de manera diferente y no hay ningún proyecto colectivo en común.
Y esto se conecta con la primera pregunta que hiciste: no hay coordinación acerca de lo que son los objetivos políticos. Y el peligro es que sólo estes ayudando a la gente a arreglárselas y que no haya política saliendo de ahí. Por ejemplo, Occupy Sandy ayudó a la gente a volver a sus casa e hizo un maravilloso trabajo, pero en última instancia, hicieron lo que la Cruz Roja y los servicios de emergencia federales deberían haber hecho.
MK: El fin de la historia parece haber pasado de largo. Mirando las condiciones actuales y los ejemplos concretos de lucha anti capitalista, ¿piensas que “ganar” es todavía una opción?
DH: Definitivamente; y más aún, tienes fábricas ocupadas en Grecia, economías solidarias a través de cadenas productivas siendo forjadas, instituciones de democracia radical en España y muchas cosas hermosas ocurriendo en muchos otros lugares. Hay un crecimiento saludable del reconocimiento de que necesitamos ser mucho más amplios y amplias en lo que concierne a la política en todas esas iniciativas.
La izquierda marxista tiende a desdeñar un poco estas cosas y creo que está equivocada. Pero al mismo tiempo no creo que ninguna de estas cuestiones sea lo suficientemente grande en sí misma como para lidiar con las estructuras fundamentales de poder que necesitan ser desafiadas. Aquí hablamos de nada menos que del Estado. Así que la izquierda debe repensar su aparato teórico y táctico.
Original inglés: ROAR magazine
Traducción: de Gabriela Mitidieri para Democracia Socialista, editado por VIENTO SUR
Fuente: Rebelión

Pierre Salama Lo que la crisis griega revela. Un enfoque teórico


Salama, Pierre
Salama, Pierre. Economista, Cepn-Cnrs y GReitd, profesor de la Universidad de París xiii. Ediciones Herramienta tiene en preparación su último trabajo colectivo próximo a publicarse en Francia: Naturaleza y formas del Estado capitalista. Análisis marxistas contemporáneos. Antoine Artous, José Luis Solís Gonzáles, Pierre Salama y Tran Hai Hac.


 
 
Con la globalización, los Estados europeos sufren en general nuevas coacciones que los empujan a dictar leyes en diferentes terrenos: flexibilidad del trabajo, moderación salarial, reducción de impuestos a las Compañías, disminución de cargas sociales. Con la integración monetaria el proceso va más lejos, pues los Estados pierden la potestad en una de las más importantes funciones soberanas, la de “fabricar moneda”. Es lo que ocurrió en la zona euro (el euro entró en vigor en 2002).
La zona euro carga con un “pecado original”. Tal como fue concebida desde su origen por el tratado de Maastricht (1992), se limitaba a la creación de una zona monetaria, con reglas y obligaciones arbitrariamente definidas. Así, tenía límites que no podían franquearse, tales como que el déficit presupuestario no podía ir más allá del 3% del PBI, o bien que la deuda pública no debía superar el 60% del PBI, condiciones sine qua non para entrar en la zona euro. Pero en ningún momento se planteó la necesidad de establecer constitucionalmente mecanismos de solidaridad, como si los gobiernos de aquella época que se entrase entonces en una dinámica de federalismo. El abandono de la soberanía monetaria fue aceptado sin que se previesen procesos que dieran viabilidad a la decisión, a diferencia de lo que hicieron en su país los norteamericanos, aliando el dólar –moneda común de todos los Estados integrantes de los Estados Unidos– con un mínimo de solidaridades entre dichos Estados.
La crisis financiera de 2008 (la llamada crisis de las subprimas) y sus prolongaciones (crisis de las deudas soberanas) expusieron a plena luz los problemas generados por ese pecado original. A lo largo de la crisis italiana, española, portuguesa y muy especialmente hoy de la crisis griega, aparecen dos problemas estructurales ligados al mismo. El primero es el efecto tijera entre la rapidez con que los Estados naciones se han visto desposeídos de una parte creciente de su soberanía y la lentitud con que se establece una Europa política unida. El segundo es el divorcio creciente entre la pérdida de legitimidad de los Estados desposeídos de funciones soberanas a consecuencia de la pertenencia a la zona euro (moneda, déficit presupuestario, deuda pública) por una parte, y la falta de legitimidad del poder central que, pese a estar dotado de algunos atributos de los Estados, está lejos de serlo, y mucho más aún cuando las políticas que imponen a los gobiernos están lejos de tener la eficacia presumida. Las exigencias de Bruselas vía el Euro Grupo y el Banco Central europeo son las de un Poder, el de la zona euro, que funciona como un Estado al que resulta imposible cuestionar la legitimidad de sus acciones porque aún no existe. El Estado griego, habiendo perdido su soberanía monetaria, es entonces obligado a renegar de la legitimidad obtenida en las elecciones de enero de 2015, para ejecutar decisiones tomadas por un Estado (vale decir Bruselas, en lo esencial) que, sin serlo plenamente, dispone de algunos de sus atributos, y no de los menores (soberanía monetaria, regulación de la competencia y las normas, etc.), con una legitimidad de muy estrechas bases (las conferidas al Parlamento europeo).
Más precisamente, los análisis económico–tecnocráticos son reveladores de la escasa reflexión teórica sobre el Estado y la Nación en un contexto no solamente de globalización sino también de constitución de zonas de integración en las cuales se plantean muy agudamente cuestiones tan fundamentales como las de la soberanía y la legitimidad. La Nación, base de legitimación de los Estados Nacionales, se torna porosa. El Estado nacional pierde muchas prerrogativas en provecho de un centro de decisión que aún no puede ser llamado Estado plurinacional, tanto porque no existe una nación en construcción correspondiente a la zona euro, que está lejos de haberse instalado en el imaginario de los ciudadanos de las Naciones que la componen y, en definitiva, porque las instituciones de la zona euro (Banco Central, consejos de ministros y de jefes de Estado) carecen cruelmente de legitimidad. Es pues necesario hacer un gran esfuerzo teórico para no quedarse en una visión económico–tecnocrática necesariamente reduccionista. Las cuestiones de Poder–territorio, Estado–Nación, violencia fundacional–violencia conservadora, y legitimidad, deben ser re conceptualizadas a la luz de las antiguas discusiones pero tomando en consideración las formas que hoy adoptan la globalización y el auge de las tecnologías de comunicación.
La ralentización de la economía, común al conjunto de los países de la zona euro, y la crisis, amplifican las consecuencias de semejante estado de cosas. Esto explica parcialmente los embates soberanistas, nacionalistas, que se advierten en varios países. La nación, base de legitimidad de los Estados, tiende a desdibujarse, y… no alcanza a surgir una forma nueva de nación, delimitada por la zona euro. No está lo suficientemente inscrita en el imaginario de las poblaciones como para pretender serlo, aunque dispone de poderes –a falta de Estado– que tienen muchos atributos de los Estados Nación.
La crisis griega revela lo difícil de pensar la posibilidad de formas inéditas de Nación y de un Estado Federal en Europa. ¿Cómo han sido planteadas la cuestión nacional y la del Estado? ¿Qué sentido puede tener un Estado/nación desposeído de algunas de sus funciones en beneficio de una estructura central (Euro Grupo, Banco Central europeo) que no es ni un Estado (aunque tenga algunos de sus atributos), ni una Nación?
La violencia, el poder, la legitimidad, son cuestiones que han recuperado actualidad con la construcción de Europa y más particularmente el euro. Tal como para la cuestión del Estado y de la Nación, es necesario emprender trabajos teóricos que permitan comprender la especificidad y la dinámica de los problemas que sienten hoy día los países y los ciudadanos de la zona euro.
 
1. Algunas palabras sobre la Nación y el Estado
 
A. Las teorías recientes sobre la cuestión nacional
 
La cuestión nacional no se plantea en los mismos términos que en el curso del siglo XX. Después que la globalización se impusiera, y con ella la mercantilización. Lo que también diferencia la globalización de hoy día, de aquella de comienzos del siglo XX, cuando las poblaciones eran principalmente rurales, y la parte del autoconsumo más importante. Esto permite pensar que si mañana debiese existir una Nación europea aparejada a un Estado federal, se realizará de manera original, diferente de la constitución de los Estados nación europeos en el pasado. Lo que no excluye que podamos aprender de las experiencias pasadas para entender el futuro.
No tenemos aquí el objetivo de presentar el conjunto de la literatura sobre la Nación, el Estado y la cuestión nacional. Es muy extensa. De los autores recientes que han estudiado la cuestión nacional, privilegiamos acá los trabajos de Eric Hobsbawn y de Benedict Anderson. Es muy difícil, y muy frecuentemente vano, definir lo que es una Nación. Así, según el primero de dichos autores, “los criterios utilizados con ese propósito –lengua, etnia, etc.– son también ellos fluctuantes, móviles, ambiguos, y también tan inservibles para orientar al viajero como la forma de las nubes en comparación con el relieve terrestre” (Hobsbawn, 1990: 15). Y sin embargo la Nación, la cuestión nacional, y el nacionalismo, no dejan de plantear interrogantes a investigadores y ciudadanos.
Al contrario de lo que podría pensarse, las naciones modernas, según estos autores, sólo existen desde hace poco tiempo: “podemos pues admitir […] que en su sentido moderno y fundamentalmente político, el concepto de nación es históricamente muy joven” (Hobsbawn, 1990: 29). En el caso de Francia, esto permite a H. Le Bras declarar: “la pertenencia a los territorios es pues en un comienzo comunal y ha precedido a la pertenencia francesa… La singularidad francesa, es que el Estado fabricó Francia, el ‘hizo’ la nación. Y la nación es algo muy abstracto, el imperativo de la lengua sólo es muy reciente. Cuando la Revolución, no se demandaba todavía los franceses hablar la lengua francesa, se demandaba respetar determinadas reglas, cierta codificación del territorio, la obediencia al Estado que impone una forma de igualdad territorial”.[1] Es pues probablemente por abuso y facilidad de lenguaje que se denomina naciones a los territorios en que se ejercen estos poderes. Antiguamente existían en esos territorios comunidades étnicas y religiosas. Con el tiempo, según Anderson, los señoríos pierden poder en provecho de un Poder central, los territorios se reagrupan, y se transforman en Nación si se reúnen determinadas condiciones se reúnen. La Nación (moderna) ha sido imaginada en tanto se producían varios cambios cualitativos:
1º) Los territorios en los que actúan los individuos se agrandaron y fueron más delimitados que en el pasado, con la consecuencia de que un individuo o una familia, podrían no conocer a otro individuo u otra familia, pese a permanecer en el mismo territorio y compartir normas y valores, lo que constituye una gran diferencia con respecto a las sociedades medievales y las sociedades primitivas. Asimismo, “la concepción medieval de la simultaneidad lo largo del tiempo dejó lugar, según Walter Benjamín, a la idea de ‘tiempo vacío y homogéneo’ en que la simultaneidad es, por así decirlo, transversal, intemporal, ya no marcada por la prefiguración y la realización, sino por la coincidencia temporal […]” (Anderson, 1996: 37).
2º) Lenguas vernáculas y viejas lenguas se alejaron, la(s) primera(s) se impusieron a las viejas lenguas ligadas muy frecuentemente a lo sacro y. entre las lenguas vernáculas, una de ellas pasa a ser dominante. “Se aspira desde entonces a escribir un latín […] cada vez más alejado de la vida monacal y cotidiana. Adopta así un giro esotérico, muy distinto al latín de iglesia en la Edad Media” (Anderson, 1996: 50).
3º) La invención de la imprenta permitió que esa lengua pudiera difundirse y, pese al alto nivel de analfabetismo, sirviera como vehículo de una relativa centralización administrativa, debido a lo cual jugó un rol fundamental de la constitución de las Naciones en los países hoy llamados avanzados.
 
B. El Estado es un poco el agujero negro en el análisis de Marx
 
Presente en muchos textos, el Estado está casi ausente en El capital. De aquí se derivan muy probablemente insuficiencias conceptuales, ambigüedades y a veces contradicciones en la elaboración de conceptos como el de dinero o el de fuerza de trabajo como mercancía, tal como ha subrayado con pertinencia Tran Hai Hac (2015), así como en el encadenamiento de las categorías: ¿la moneda (dinero)  es precedente a la mercancía o al contrario, como hace Marx?
La escuela de la derivación busca paliar la ausencia de análisis del Estado como categoría en El capital, a partir de algunas observaciones presentes en dicho texto, como por ejemplo las relaciones entre soberanía política y soberanía monetaria, pues el dinero sólo puede existir presuponiendo el poder del Estado. Lejos de ser una mercancía, como sugieren algunos pasajes, es también obra del Príncipe. Como lo subraya Tran Hai Hac: “el dinero no tiene un valor a expresar: lo que se llama valor del dinero es de hecho el valor del que el dinero es representación” (Hac, 2015: 58), o también: “el dinero […] indica una realidad doble y bipolar: por un lado un poder de soberanía mediante el cual el Estado impone el dinero a los agentes privados; por el otro, una confianza de los agentes mercantiles que legítima el dinero emitido por el Estado” (Hac, 2015: 61).
Este enfoque permite definir al Estado como Estado de clase, garante de las relaciones de producción capitalistas, y a veces productor de esas relaciones (Mathias y Salama, 1983; artículo de Salama y Solís González en Artous, 2015). Esto abre camino a un enfoque de las formas del Estado que son los gobiernos, en búsqueda de legitimidad, aunque sean parciales y limitadas, como veremos un poco más adelante. Permite comprender el enigma de una burguesía que reina pero… no gobierna.
 
II. La actualidad de la violencia, la legitimidad cuestionada
 
Las reacciones del Euro Grupo ante el intento del gobierno griego de elaborar una política económica alternativa, apoyándose en su legitimidad nacional, han sido de una extraña violencia, denunciando la realización del referéndum decidido por el gobierno griego, exigiendo injerencia en los asuntos internos del país, amenazando con llevar los bancos a una falta de liquidez completa para que fuesen declarados en quiebra. Por esto, más allá de lo descriptivo de esta violencia, es necesario repasar teóricamente las relaciones existentes entre violencia, poder y legitimidad.
El estudio de las sociedades primitivas puede servir para comprender los mecanismos generadores de violencia, aunque hoy sean diferentes, precisamente porque estas diferencias permiten subrayar algunas especificidades producidas por la construcción de la zona euro con el consiguiente abandono de algunos poderes soberanos antiguamente atribuidos a los Estados/Naciones.
La sociedad primitiva no es violenta en su seno, pero las sociedades primitivas son violentas entre sí. Con el advenimiento de los Estados, las sociedades pasaron a ser violentas en su seno y entre sí. Con el fin de las sociedades primitivas y la aparición del Estado, apareció también la oposición entre derecho natural y derecho positivo. Sin embargo, la violencia económica y financiera, aún si es ejercida por el Estado, no siempre es legítima, mucho  más si es ejercida por el Euro Grupo y por el Banco Central europeo.
 
A. De la violencia al Poder
 
Las sociedades primitivas son sociedades sin Estado, por tanto sin división de clases. En las sociedades primitivas, los individuos componentes de la comunidad se conocen. Ya no es así desde que la comunidad se divide. Los individuos están en relación entre sí incluso sin saberlo porque tienen “amigos” comunes. Como subraya Clastres, “la comunidad primitiva es a la vez totalidad y unidad. Totalidad en cuanto es un conjunto acabado, autónomo, completo, atento a preservar continuamente su autonomía… Unidad en tanto su ser persevera en el rechazo de la división social, en la exclusión de la desigualdad…”. El jefe carece de poder y su acción se limita “a hablar en nombre de la sociedad”. Pero no son sociedades sin violencia, muy por el contrario: “la sociedad primitiva es sociedad contra el Estado tanto que es sociedad–para–la–guerra” puesto que: “para poder pensarse como un Nosotros, es preciso que la comunidad sea a la vez indivisa (una) e independiente (totalidad)” (Clastres, 1977: 157, 157, 171).
La violencia es normal en las sociedades primitivas, sociedades de abundancia como pudo en alguna ocasión subrayarse (Sahlins, 1976). Esta violencia, esta guerra, no está ligada al estado de naturaleza de los individuos que componen las comunidades primitivas. No es el medio para asegurar su subsistencia, para sobrevivir, precisamente porque estas sociedades son sociedades de abundancia. Como destaca Clastres en su crítica a esta interpretación de la violencia, si la guerra estuviera motivada por la caza, para hacer posible la supervivencia, los hombres primitivos se cazarían entre sí (con la guerra) y serían necesariamente antropófagos, pero “incluso entre las tribus caníbales, el objetivo de la guerra nunca es matar a los enemigos para comerlos” (Clastres, 1977: 144). La violencia, la guerra no son tampoco un sustituto de intercambios fallidos por una simple razón: las comunidades primitivas se caracterizan mucho más por la autarquía que por los intercambios. “El ideal de autarquía económica disimula otro del cual es medio: el ideal de independencia política…” (Clastres, 1977: 151). Entonces no puede deducirse que la guerra sería el resultado de intercambios fallidos, por la simple razón de que el comercio es raro[2] y que las sociedades buscan la autosuficiencia. Sin embargo estas sociedades practican la guerra, y lo hacen porque las comunidades primitivas son a la vez totalidad y unidad, como hemos señalado. Son semejantes, viven cada una de ellas en territorios más o menos distantes entre sí, lo que buscan es afirmar su diferencia no solamente para evitar la endogamia con el intercambio de mujeres. Cualquier incidente es pretexto para la violencia. Sin embargo la guerra no es generalizada –guerra de todos contra todos–, porque si ello ocurriera, entonces, generando la división, los fundamentos mismos de las sociedades primitivas quedarían cuestionados. Por eso las alianzas puntuales (para luchar contra enemigos), y los intercambios con los “amigos”, entrecortados por guerras. De allí la recíproca desconfianza. Dispersión de las comunidades, cada una en su territorio, y necesidad de favorecer tal dispersión: “la guerra primitiva, es el trabajo de una lógica centrífuga, de una lógica de la separación, que se expresa de tiempo en tiempo en el conflicto armado… La guerra sirve para mantener a cada comunidad en su independencia política” (Clastres, 1977: 169).
Guerra entre comunidades en las sociedades primitivas, violencia en el seno de las comunidades desde que aparece la división en el seno de las comunidades. Desde que aparece el Estado, cesa la armonía y la división en la sociedad se instala y se refuerza. Entonces cambia la naturaleza de la violencia. Ya no se trata de que la comunidad sea estructuralmente violenta a causa de su indivisión, ahora es la división lo que entraña la violencia. El individuo, y no necesariamente la comunidad, deviene violento porque la división impone la agresividad como medio de supervivencia.
La división, el fin de la armonía en el seno de las comunidades, explica que sea necesario profundizar en la cuestión de la violencia partiendo de la distinción entre derecho natural y derecho positivo y del pasaje problemático del uno al otro. “El derecho natural de cada hombre está pues determinado no por la sana razón, sino por el deseo y la potencia” escribe Spinoza (2010: 238). Los individuos, puede agregarse, son a la vez producto y  productores de una sociedad dividida en grupos y clases sociales. Así, aunque la expresión “derecho natural” deja entender que el individuo es naturalmente violento, no lo es naturalmente, lo deviene.
La tesis del derecho positivo se opone a la del derecho natural. Más exactamente el individuo acepta delegar su violencia en una entidad que lo excede. El derecho natural del individuo deviene un derecho colectivo puesto que los individuos para vivir deben ponerse de acuerdo. “El [derecho] ya no está determinado por la fuerza y el deseo de cada uno, sino por el poderío y la voluntad conjugada de todos” (Spinoza, 2010: 240). “Mientras que el derecho natural se empeña en justificar los medios utilizados (es decir la violencia) por la justicia de los fines, el derecho positivo se empeña en garantizar la justicia de los fines mediante la legitimidad de los fines”, escribe Benjamin (2000: 212). Podría agregarse que la violencia se interioriza mucho más con la urbanización en las sociedades occidentales: “la estabilidad particular de los mecanismos de autocontrol psíquico (…) está estrechamente ligada a la monopolización de la imposición física y a la creciente solidez de los órganos sociales centrales” (Elías, 1975: 188).
Sin embargo, de allí a deducir que el Estado tiene el monopolio de la violencia, como desarrolla Weber, hay sólo un paso, que no da Benjamín. En efecto, la legitimidad de los fines se presta a distintas interpretaciones. También, si la violencia es fundante del derecho, y en tal sentido es creadora, es también conservadora de derecho, y en este sentido, como subrayan Benjamín y Arendt, es destructora. “El sentido de la distinción entre una violencia legítima y una violencia ilegítima no es para nada evidente” (Benjamín, 2000:213) especialmente cuando la violencia busca proteger el derecho, a la monopolización vía el Estado, por ejemplo durante fases de aguda lucha de clases como observa Benjamín. Arendt va más lejos aun cuando subraya que la violencia, por naturaleza instrumental, no se confunde con el Poder: “tan pronto muchas personas se reúnen y actúan de modo concertado, el poder es manifiesto, pero saca su legitimidad del hecho inicial de la reunión más que la acción que puede seguirla”, y agrega: “la violencia puede ser justificable, pero jamás será legítima” (Arendt, en Frappat, 2000: 153s). Es por esto, podríamos agregar, que la violencia del Estado, pasado cierto umbral y en determinadas circunstancias, lejos de ser legítima, convoca a la violencia de las clases contra las cuales se ejerce.
La relación entre violencia, justificada por el derecho positivo, y legitimidad es pues compleja. Se está en presencia de tres pilares, violencia, poder, legitimidad, que no se confunden pero tampoco se excluyen completamente. Queda por profundizar en la legitimidad del Estado/Nación pensando en el trasfondo de la violencia, acá económica y financiera.
 
B. Del Estado/Nación a la legitimidad
 
A veces las cuestiones planteadas son importantes, incluso fundamentales. Tal el caso de E. Pasukanis sobre el Estado: “¿Por qué la dominación de clase no se mantiene como lo que ella es, a saber, el sometimiento de una parte de la población a otra? Porque reviste la forma de dominación estatal oficial o, lo que viene a ser lo mismo, porque el aparato de imposición estatal no se constituye como aparato privado de la clase dominante, porque se separa de esta última y reviste la forma de aparato impersonal, separado de la sociedad” (1970: 128). En parte, esta respuesta alude a los mecanismos que producen la legitimación, enmascarando así las relaciones de clase subyacentes.
La legitimación de la que pueden gozar los gobiernos tiene múltiples determinaciones. En los países avanzados, es el producto simultáneamente de la difusión de las mercancías, del resultado de las elecciones y en definitiva de la forma en que se manifiesta lo que podría llamarse fondo cultural, concebido como imaginario y en movimiento. Pasukanis se interesa principalmente, aunque no exclusivamente, en la primera.
La generalización de la mercancía –jamás completa, como hemos visto– desplaza la frontera de lo no mercantil, elimina bienes no mercantiles y genera otros vía la intervención del Estado en los bienes públicos, obscureciendo finalmente las relaciones sociales de producción que permitieron la producción esas mercancías. Está en el origen de la cohesión social. De ellas surge el fetichismo de la mercancía, fundamento a su vez de la fetichización del Estado (su naturaleza está velada, aparece como siendo el Estado de todos). El fetichismo de la mercancía funda la legitimación mercantil y permite entonces comprender por qué el Estado no aparece como garante de las relaciones de producción capitalistas, salvo cuando están amenazadas por movimientos sociales de gran magnitud. El sistema de intercambio de equivalentes, basado en la presupuesta igualdad de los intercambios, deviene el fundamento de la democracia.
En la literatura, la cuestión de la democracia está ligada sobre todo a la del mercado, y más precisamente a la existencia y a la generalización de la mercancía –si se hace abstracción de las discusiones referidas a la democracia en la antigua Grecia. Es pues contemporánea del capitalismo sin identificarse empero con el mismo. “En Marx, el análisis teórico del valor tiene la doble tarea de sacar a luz el principio de regulación de la circulación en la economía de mercado, y la ideología que está en la base de la sociedad de clase burguesa” (Habermas, 1978: 44).
El Estado parece ser exclusivamente un garante de las relaciones mercantiles, por encima de las clases sociales. De hecho, es mucho más que eso. El intercambio de mercancías no se hace de manera armoniosa, sin contradicción. Su movimiento es en sí producto de una contradicción, la que existe entre valor de uso y su valor de cambio.
La acumulación de capital también está dominada por la contradicción, tampoco se hace de manera regular, esta entrecortada por crisis. Estas son “necesarias” porque son parte de un proceso tendiente a dar al capital la eficacia que comienza a perder. Desde este punto de vista la crisis permite a la tasa de ganancia recuperar mejores niveles. Pero la coyuntura, la crisis latente, la crisis abierta, producen mecanismos de desfetichización de las relaciones de producción. Juegan más o menos un rol de desmitificación, impulsado y acentuado por los movimientos sociales que pueden engendrar y por la historia de los movimientos obreros. El Estado puede ser llevado a jugar un rol decisivo en la crisis, pero al hacerlo entra en un mecanismo de desmitificación y aparece más claramente como lo que es, vale decir no solo garante de los intercambios, por encima de las clases, sino garante de las relaciones de producción cuando parecen estar cuestionadas o amenazadas. Puede aparecer entonces como garante de la supervivencia del capitalismo.
De manera general, el Estado nacional no puede reemplazar la crisis. Puede introducir a veces más coherencia en la gestión y en la adopción de decisiones, reduciendo las incertidumbres, con un límite sin embargo: el régimen político puede ser llevado a demasiadas componendas con las fuerzas que lo legitiman y definir una política que no esté a la altura de los problemas provocados por el movimiento irregular de la acumulación. Según Offe, la intervención del Estado está limitada por cuatro restricciones: no es acumulación, tiene una función de acumulación, depende de la acumulación, y en definitiva su rol no puede caracterizarse por ninguno de esos tres rasgos tomado aisladamente. Dicho de otra manera, el Estado no está sometido a la ley del valor, pero no puede autonomizarse. Por esto, puede decirse que “el problema de la legitimación del Estado ya no consiste hoy día en preguntarse en qué medida posible enmascarar […] Las relaciones funcionales que mantienen el Estado y la economía capitalista.[3] El problema consiste más bien en presentar las performances de la economía capitalista como si fuesen […] la mejor manera posible de satisfacer intereses que puedan hacerse universales” (Habermas, 1978: 275). La revelación de cuál es la naturaleza de clase del Estado importa menos que antes. Su eficacia mucho más. Pero precisamente, con la globalización y la integración económica, hoy día los Estados nacionales pierden eficacia al abandonar muchas de sus funciones soberanas. Adoptando políticas económicas liberales favorecen en un mismo movimiento la ralentización de la actividad económica y la mayor concentración de ingresos, con la particularidad de que si los ricos se hacen más ricos, los pobres se hacen más pobres y más numerosos.
Los regímenes políticos son formas de existencia del Estado. No necesariamente son legítimos, o más precisamente su legitimidad es de geometría variable, de amplia a restringida. En efecto, la legitimidad depende también de factores no mercantiles que tienen que ver con las elecciones, con la aplicación del programa por el cual los candidatos fueron electos, con la historia y su vivencia, con el fondo cultural, también dinámico. La legitimidad puede seguir siendo importante permitiendo que el Estado, vía el régimen político, pueda ayudar a resolver la crisis, reforzando así la legitimidad del gobierno. A la inversa, cuando no es así, la legitimidad de los gobiernos puede ser profundamente afectada. Esta pérdida de legitimidad es mucho mayor cuando los gobiernos, desposeídos parcialmente de sus funciones soberanas, deben, obligadamente, aplicar políticas económicas decididas en otra parte, por un poder que no es todavía un Estado aunque tenga algunos de sus atributos, y que revelan ser poco eficaces para relanzar el crecimiento y el empleo.
 
III. La zona euro y la cuadratura del círculo
 
En general, los economistas frecuentemente  introducen al tiempo de manera lineal, sin  espesor histórico, lo que explica que sus previsiones macroeconómicas sean la mayoría de las veces equivocadas. La historia se hace con rupturas, producidas la mayoría de las veces por movimientos sociales. Como en la teoría del caos, cara a los físicos, hay que investigar las leyes regulatorias de la “catástrofe”, con la idea de que pueden llevar a situaciones que pueden ser consideradas como barrocas, cuya la lógica se encuadra en el estudio de efectos perversos no previstos por las corrientes dominantes y llevan a resultados opuestos a los que se buscaban. Lo que puede parecer absurdo, un desafió a la razón, no necesariamente lo es, según el inconfeso objetivo buscado. Así el “cortoplacismo” puede ser perfectamente compatible con el enriquecimiento de algunos grupos sociales, en perjuicio de otros y la pérdida de valores éticos. ¡“Mañana será otro día”! Y poco importa lo que pase, siempre que rápidamente se enriquezcan los más ricos. Así es que el cinismo reemplaza la solidaridad. Es lo que caracteriza al capitalismo con el avance arrollador de la globalización.
Las decisiones tomadas por Bruselas y/o Frankfurt son decisiones que obedecen a una ideología muy precisa, la del neoliberalismo. A esta ideología obedecen las soluciones “propuestas”, mejor dicho impuestas, para resolver desequilibrios que se considera excesivos a nivel de cada país. No son eficaces en cuanto a superar la crisis y restablecer aunque sea un crecimiento muy moderado, pero son eficaces en cuanto a un costo social desorbitante que es la condición para el enriquecimiento de algunos y el empobrecimiento de la mayoría. Son impuestas como si las recetas económicas fuesen independientes de su contenido político. Por eso que son presentadas como las únicas posibles, naturalmente científicas, que no necesitan ser legitimadas en los países afectados.
Los efectos de esta nueva era de liberalismo son importantes: desindustrialización, desregulación del mercado de trabajo, desarraigo de una parte importante de los asalariados con la consiguiente pérdida de consciencia de pertenencia a una clase social. En los países avanzados, parece que las elecciones se reducen a una alternativa. Preservar un poco, y por un tiempo, una serie de conquistas sociales (mantenimiento relativo de los salarios), al precio del aumento de la tasa de desocupación que es tanto más elevada cuanto que la nueva revolución industrial y la utilización de equipamientos cada vez más informatizados parecen poco creadoras de empleo. O bien bajar fuertemente los salarios y cuestionar los servicios públicos, con la consecuencia de una tasa de desocupación no muy alta pero con generando empleos poco productivos y de baja calificación. En este caso, la tasa de crecimiento puede ser un poco más alta que en el primero, pero este mayor crecimiento origina un crecimiento potencial débil.
La tendencia al estancamiento económico que hoy se observa en los países de la zona euro tiende a generalizarse, cuando no se trata ya de crisis profundas como experimentan España, Portugal, Italia y sobre todo Grecia, con la secuela de aumento de la desocupación, crecimiento de la precarización, pérdida de toda una serie de conquistas, reducción de los gastos sociales, proyecciones pesimistas, y en definitiva inseguridad. La legitimidad de los gobiernos que aplican políticas de austeridad decididas “en otra parte” se resiente, su violencia, cada vez menos legítima, es cada vez más contestada. La protesta pasa cada vez más por formas originales de movilizaciones posibilitadas por el desarrollo de redes sociales que utilizan Internet y facilitadas a veces por la existencia de estructuras sindicales y políticas.
Las opciones económicas tienen una dimensión política que, oculta por el discurso tecnocrático, no se presenta como tal. Las negociaciones interminables con el gobierno griego, calificado de incompetente y con negociadores no “adultos”, el miedo al referéndum sobre las propuestas de los acreedores dispuesto por el gobierno griego y los intentos de favorecer el “sí” a las propuestas de Bruselas diciendo que no se interviene, hace pensar en lo que escribía Jacques Ranciere: “Hay una sola buena democracia, la que reprime la catástrofe de la civilización democrática” (2005: 10). Hacer de Grecia un ejemplo para que no exista mañana una España, y luego otros países, es el principal motivo de las posiciones extremadamente duras durante las negociaciones.
La zona euro está en “un interregno” donde lo demasiado coexiste mal con lo insuficiente. Solo puede ser comprendida en su movimiento, lo “demasiado” y lo “insuficiente” es el motor. Esto puede desembocar mañana en lo mejor: una nueva forma de nación y un Estado que saca su legitimidad de los pueblos que compongan la nueva nación, pero también puede desembocar en lo peor: el repliegue temeroso hacia las viejas naciones, en un mundo cada vez más globalizado, con aspiraciones nacionalistas retrógradas que se nutren buscando chivos emisarios. Entre ambos posibles, hay esos momentos en que los pueblos pueden sufrir profundamente, pero pueden también despertarse, como pudo constatarse no solamente en Grecia durante las elecciones de 2015 y el referéndum seis meses más tarde, pero también en España durante las elecciones de 2015. “La crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: durante este interregno se observan los fenómenos mórbidos más diversos” (Gramsci, 1981: 34). Estos fenómenos mórbidos, estos “monstruos” como se pudo a veces calificarlos tienen nombre y son la extrema derecha nazi presente en Grecia, la “loca” política del Euro Grupo, el crecimiento de la extrema derecha en muchos países europeos y el  retorno a un cierto soberanismo interclasista, mezclando derecha e izquierda como si esta clasificación perdiera sentido.
Para pensar la salida del “pecado original” hay que imaginar un federalismo que permita que asambleas democráticamente electas decidir las políticas a seguir, votar las reformas necesarias tanto en lo fiscal como en la unificación por arriba del derecho al trabajo, construir la solidaridad. No pensar la solidaridad y lo que podría institucionalizarla, es dejar vía libre a la dominación de algunos países sobre otros. Es pensar que se puede imponer de manera duradera una política sin buscar legitimarla y sin construir las bases de esa legitimidad. Es ejercer violencia. Una violencia económica y financiera ilegítima y humillante sin que con ello las medidas impuestas sean eficaces. Es aumentar las posibilidades de que la misma zona euro implosione.
 
Bibliografía
Anderson, B., L’imaginario national, París: La Decouverte, 1996.
Arendt, H., Les origines du totalitarisme, Eichmann a Jérusalem, París: Quarto Gallimard, 2002.
Artous, A. (dir.), Nature et forme de l’État capitaliste, analyses marxistes contemporaines, París: Syllepse, 2015.
Benjamín, W., Oeuvres I, París: Folio essais Gallimard, 2000.
Clastres, P., “Archeologie de la violence”, en Lire n° 1, 1977.
Elías, N., La dynamique de l’Occident, Paris: Calmann Levy, 1975.
Frappat, H. (dir.), Violence, París: Editions Flammarion, 2000.
Geffray, Ch. (2001), Tresors, anthropologie analytique de la valeur, París, Arcanes.
Gramsci, A., Cuadernos de la cárcel. Edición crítica del Instituto Gramsci a vargo de Valentino Gerratana. Tomo 2. Trad. de Ana María Palos (revisada por José Luis González). México: Era, 1981.
Habermas, J., Raison et légitimité, París: Payot, 1978.
Hobsbawn, E., Nations et nationalismes, depuis 1780, París: Gallimard, 1990.
Husson, M., “Grece, L’economie politique du crime”, en A l’encontre, bloghttp://alencontre.org./europe/Grece–leconomie–politique–du–crime.html, 2015.
Kentikelis y otros, “Greece’s healt crisis from austerity to denialism”, en The Lancet, vol 383, 2014.
Knieper, R., “Transfert de techniques jurídiques aux questions de léndettement des pays du tiers monde”, en: Tiers Monde, vol 25 n° 99, 1984.
Mathias, G. y Salama, P., L’état surdeveloppé, des métropoles au tiers monde, París: La Decouverte–Máspero, 1983.
Offe, C., Contradictions of the Welfare State, Londres: Hutchinson, 1984.
Pasukanis, E., La theorie generale du droit et le marxisme, París: EDI, 1970.
Ranciere, J., La haine de la démocratie, París: La Fabrique, 2005.
Sahlins, M., Age de Pierre, age d’abondance, économie des societes primitives, París, Gallimard. 1976.
Spinoza, B., Traité des autorités théologiques et politiques, París: Folio, 2010.


Artículo originalmente escrito y enviado a Contretemps acomienzos de julio de 2015, antes de la firma del "acuerdo-diktat" entre el gobierno griego y los representantes de la zona euro. Debo agradecer a JM Linda, Antoine Artous, Nicolas Bénies y Nora Garita por sus observaciones y críticas (Nota de P. Salama).
La presente versión fue enviada por el autor a Herramienta a fines de noviembre de 2015.
Traducción desde el francés de Aldo Casas.
 
 
[1] Entrevista al diario Le Monde  (23/06/2015).
[2] Existe sin embargo el intercambio, pero no es intercambio de mercancías (es decir, bienes concebidos para la ganancia y  reproducibles, que tienen a la vez un valor de uso y un valor de cambio con lo que se convierten en porta valores), sino de bienes que tienen valor de uso. Por esto se acompañan de rituales que buscan frecuentemente alejar el miedo. Como se ha escrito, siguiendo a Malinovski: "El Don no tiene probablemente más razones de ser que… generar fe, engendrar confianza" (Geffray, 2001: 61).

Guatemala DECLARACIÓN DE LOS PUEBLOS DE IXIMULEW SOBRE LOS DERECHOS A LA VIDA, DE LA MADRE TIERRA, AL TERRITORIO Y EL AGUA




 I.       INTRODUCCIÓN

Nosotras y nosotros, hijas e hijos de la Madre Tierra, de diversas edades, provenientes de Pueblos Originarios, Comunidades indígenas, Autoridades Ancestrales, Comunidades en Resistencia del campo y las ciudades, Organizaciones, Sectores y Colectivos diversos, todas y todos luchadoras y luchadores por los derechos de la vida, la Madre Tierra, el territorio y el agua; recordando las luchas de nuestros ancestros y ancestras, desde la resistencia a la invasión europea, los levantamientos y rebeliones indígenas de la época colonial e independiente, las luchas contra los distintos gobiernos militares y contra la agresión de los Estados Unidos, las movilizaciones populares por nuestros derechos y la gran rebelión de la guerra popular desarrollada en montañas, campos y ciudades; nos hemos convocado para recuperar la capacidad de declarar y ejercer derechos para el presente y futuro, basados en el principio de que el poder proviene y descansa en el Pueblo.

Esta declaración establece lo que consideramos la definición inicial de nuestros derechos en relación a la Vida, de la Madre Tierra, Territorio y Agua, los que serán utilizados como instrumentos de lucha y acumulación de fuerzas.

Con esta declaración rendimos homenaje a las comunidades y pueblos originarios, organizaciones y colectivos, mujeres y hombres que participan en las luchas populares, sindicales, de las mujeres, la juventud, de los diversos sectores de la sociedad, en la resistencia al neoliberalismo y en las miles de movilizaciones y protestas por la defensa del territorio y contra el modelo extractivo, nos dan ejemplo de valentía y compromiso por construir una sociedad libre y justa.

Damos este paso porque el Estado no nos representa, no buscan el bien común y han caído en ilegalidades; porque la mayoría de los que están al frente de estos organismos han llegado a sus cargos, no por sus propuestas o su trayectoria al servicio de la sociedad, sino por la corrupción o sus alianzas y subordinación a los que se enriquecen del trabajo del Pueblo.

La aprobación de leyes que no benefician al pueblo, por parte de diputados y diputadas de derecha;, el que se cambien de un partido a otro; al ponerse al servicio de quienes se han enriquecido a costa de las grandes mayorías; su corrupción y ambición personal; su incapacidad de responder a las demandas de quienes votaron por ellos; así como su responsabilidad en la selección de jueces y cortes corruptos que dan como resultado un sistema judicial que ha hecho de la impunidad e injusticia su norma de funcionamiento, les quita cualquier capacidad para hacer leyes.

La mayor parte de la riqueza que se produce en Guatemala, sale de la explotación de seres humanos y la naturaleza y beneficia a los grandes empresarios nacionales y extranjeros, para ellos, la Madre Tierra y los bienes comunes son objetos a los que hay que exprimir, sin importar las consecuencias para el presente y futuro; la imposición de esta forma de producir riqueza, muchas veces es con violencia en contra de comunidades y colectividades. Los efectos sobre el agua, aire, bosques, suelo y la biodiversidad ponen en peligro la continuidad de la Vida para las actuales y futuras generaciones; por eso la profundización de la pobreza, desigualdad y la concentración de la riqueza y poderes en pocas manos, así como la ausencia del respeto a los derechos económicos, sociales y culturales de la mayoría de la población y el peligro que representan esas actividades extractivas, de monocultivo y megaproyectos nos obliga a establecer con claridad, para las presentes y futuras generaciones, cuáles son los derechos relativos a la Vida, la Madre Tierra, el Territorio y el Agua que defendemos e impulsamos.

El Pueblo guatemalteco, de diversas identidades y culturas, nunca hemos tenido verdadera y real participación en la definición, elección y ejercicio de poder de alcaldes, diputados, así como los presidentes de los tres poderes del estado; el sistema de partidos políticos no es el reflejo de la diversidad y composición de la sociedad guatemalteca. Tomando en cuenta  que no hay posibilidades de que el sistema político se abra a la plena participación de las y los excluidos, los pueblos originarios, las mujeres y juventud; el desconocimiento e incapacidad de aceptar otras formas de expresar la participación y ejercicio de poder heredadas de la sabiduría de nuestros abuelos y abuelas; así como la falta de voluntad para cambiar el sistema político y que éste pueda responder a las demandas de la mayoría de la población, nos hace recurrir a uno de los derechos fundamentales que tienen los Pueblos: el derecho a gobernarnos por nosotras y nosotros mismos, consensuar de manera colectiva  y ejercer las normas de convivencia entre los seres humanos y de éstos con la Madre Tierra.

Nosotras y nosotros nos merecemos un presente y futuro mejor; por el que nuestros héroes y mártires dieron la vida y donde la democracia sea popular, participativa y protagónica para que se ejerza todos los días por mujeres y hombres de distintas edades y con ello construyamos ese futuro mejor que soñamos. Por eso hemos decidido constituirnos en Congreso Plurinacional, Popular y Multisectorial, para aprobar las normas que serán válidas en territorios, comunidades y colectividades, pero que aspiramos a que toda la sociedad los adopte por su carácter de derechos que nos garantizan la vida.

II.       PREÁMBULO:

Basados en la dignidad y el derecho que tenemos todos los pueblos y en particular los pueblos originarios, así como las mujeres y hombres que constituimos el Pueblo de Guatemala, a decidir nuestro presente y futuro,

Afirmando que tenemos el poder de concedernos y ejercer derechos y reconocer los derechos de la Madre Tierra, a la cual pertenecemos desde el inicio de los tiempos.

Valorando que los pueblos originarios, las comunidades indígenas y campesinas así como las mujeres, hemos sido garantía y trinchera fundamental para el cuidado y administración para el uso común del agua y los frutos de la Madre Tierra,
         
Reafirmando que el interés común y los distintos derechos individuales y colectivos, así como los de la Madre Tierra, están por encima del capitalismo que prioriza la ganancia, la explotación, el saqueo y la destrucción de las aguas, los territorios y la Madre Tierra,

Reconociendo que todos los animales y las plantas, el ser humano, la Madre Tierra y todos los seres tenemos derecho a la vida, por lo cual merecemos respeto, cuidado y armonía, como condición para que construyamos relaciones justas, de equilibrio y en igualdad de condiciones

Considerando que los pueblos originarios de Iximulew, buscamos mantener una relación armónica y equilibrada con la Madre Tierra.

Reconociendo que desde la cosmovisión de los pueblos originarios, la Madre Tierra es considerada como Sujeta de Derecho, en tanto ser vivo y dadora de vida, y los seres humanos, familias, comunidades y pueblos debemos asumir, reconocer y respetar,

Afirmando que la Madre Tierra se integra por los seres humanos, animales, plantas, minerales, agua, aire y otros elementos que deben de mantener relaciones de equilibrio, respeto y armonía,

Definiendo el territorio como un espacio y tiempo vital donde creamos y recreamos nuestra identidad, cultura, economía y cosmovisión para nuestra reproducción y relación con el universo, con la Madre Tierra, con los animales y las plantas, los ríos y lagunas, lagos y mares y entre nosotros como seres humanos, como los conocimientos y lugares sagrados, la diversidad de dones, como los  guías espirituales y terapeutas tradicionales; las personas que lo habitan y la memoria histórica,

Considerando que el agua es la sangre en las venas de nuestra Madre Tierra sin la cual los seres humanos, animales y plantas estamos condenados a la muerte y desaparición,

Destacando que es obligación de todo ser humano ser parte esencial en el cuidado, respeto, uso y preservación de las aguas en cualquiera de sus fuentes y procedencias, así como de accionar para evitar su contaminación,

Valorando y reafirmando que las comunidades y los pueblos indígenas, su identidad y valores culturales, sus formas de organización política y de gobierno, han cuidado durante siglos y cuidan  los derechos de la Madre Tierra y el buen vivir de nuestros pueblos y comunidades
Reconociendo la responsabilidad de Pueblos, comunidades y personas de luchar para garantizar el derecho al agua por sobre cualquier uso productivo y negocio que afecte ese derecho, así como el acceso respetuoso al agua en cantidad y calidad a los seres humanos, familias, comunidades y pueblos,

Destacando que en este momento histórico el agua está siendo afectada por el modelo capitalista que la utiliza como mercancía y por la política del Estado que garantiza el enriquecimiento de unos pocos, antes que el derecho al agua que corresponde al ser humano, la Madre Tierra, los animales y plantas,

Convencidos en la necesidad de construir una nueva sociedad basada en principios y valores que deben servir para la relación entre los seres humanos y en nuestra relación con la Madre Tierra.

Dando continuidad a nuestros principios y profundizando los derechos reconocidos en los acuerdos de paz, en particular el Acuerdo de Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas,  leyes y tratados internacionales.

Reafirmando nuestros derechos por sobre cualquier ley, institución, interés contrario al bien común y recuperando las históricas declaraciones que hemos elaborado a lo largo de nuestras luchas, acordamos, proclamamos, y profundizaremos nuestra articulación y fuerza para hacer cumplir la siguiente:

DECLARACIÓN DE LOS PUEBLOS DE IXIMULEW
SOBRE LOS DERECHOS
A LA VIDA, DE LA MADRE TIERRA, AL TERRITORIO Y EL AGUA


DERECHOS A LA VIDA:

Artículo 1:
La Madre Tierra, los animales, las plantas, los ríos, lagos y lagunas, bosques, cerros, lugares sagrados así como los seres humanos tenemos derecho a la vida en equilibrio y armonía, que debe ser cuidada, respetada y garantizada por todas y todos.

Ninguna empresa o negocio nacional o extranjero, institución o disposición de cualquier autoridad justifica pasar por encima del derecho a la vida.

Artículo 2
Todas y todos tenemos derecho al, Buen Vivir, a una vida plena, sin dominación, discriminación o subordinación; a que se nos respete y vivir sin sentirnos con temor o amenazas por acción u omisión de otras personas, grupos, empresas o gobiernos.

Artículo 3
Toda persona tiene dignidad y derecho a decidir sobre su cuerpo; a tomar esas decisiones sin ser obligada, presionada o amenazada. A que su cuerpo y su integralidad estén, en forma sostenida, libre de violencia estructural y machista;  libre de contaminación por las formas de producción y reproducción en la red de la vida, en la comprensión que en la vida todo está relacionado entre sí.  

Artículo 4:
Todas y todos tenemos derecho a tener las condiciones de salud, educación, vivienda, alimentación, recreación, realización espiritual y servicios básicos que nos garanticen el desarrollo de la vida. Por ser derechos estas condiciones no pueden ser privatizadas ni objeto de negocio o corrupción. Es obligación del Estado proporcionar estas condiciones y derechos, sin ninguna distinción y con acceso digno, justo, equitativo, en calidad y cantidad suficiente.

Artículo 5
Para poder desarrollar nuestras vidas, los seres humanos, mujeres y hombres, familias, comunidades y Pueblos que vivimos en Guatemala tenemos el derecho al territorio, pues es en este espacio, tiempo y relaciones donde concebimos y garantizamos nuestra vida a plenitud, así como la libertad y la seguridad individual y colectiva. Tenemos derecho a no ser objeto de despojo y desplazamiento por la fuerza de nuestro territorio; a que las empresas y gobiernos nos respeten a menos que sea por nuestra propia decisión colectiva y bajo nuestras propias condiciones.

DERECHOS DE LA MADRE TIERRA

Artículo 6
La Madre Tierra tiene derechos que no pueden ser negados o violados. Es responsabilidad de todos los seres humanos, familias, comunidades, pueblos e instituciones respetarlos y garantizarlos

Artículo 7
La Madre Tierra tiene derecho a que se respete su existencia, al cuidado para que se pueda garantizar la  reproducción, regeneración y restauración de sus relaciones, semillas criollas, ciclos y procesos vitales en general y en cada uno de sus ecosistemas. Es esencial recuperar y recrear prácticas,  conocimientos  y saberes ancestrales y formas económicas basadas en buen vivir.

Artículo 8
Es responsabilidad de todas y todos, individual y colectivamente, personal e institucionalmente, cuidar y retribuir a la Madre Tierra, mantener sus equilibrios y velar porque nada afecte tan profundamente ese equilibro que ya no se pueda recuperar.

Artículo 9
Todos los seres humanos, familias, comunidades y pueblos tenemos la responsabilidad y el derecho de defender a la Madre Tierra cuando esta sea afectada por la acción de agentes privados y por el Estado.


Artículo 10
El acceso a los bienes comunes de la Madre Tierra se debe hacer con respeto, sin privatizarlos y cuidando de garantizar ese acceso a las presentes y futuras generaciones, sin romper el equilibrio y la capacidad de recuperación. Este acceso implica la defensa y recuperación de las tierras comunales y de Pueblos Indígenas, en igualdad de condiciones para  hombres y mujeres.

Artículo 11
Se prohíbe la deforestación, contaminación por cualquier medio, el uso de transgénicos, químicos o experimentos que alteren el normal funcionamiento de la Madre Tierra.

Artículo 12
Los seres humanos pertenecemos a la Madre Tierra, ella no nos pertenece y no puede ser objeto de negocio, concentración en pocas manos o fuente de enriquecimiento que signifique el despojo o apropiación para el beneficio de unos pocos.

Artículo 13
Las familias, comunidades y pueblos tenemos el derecho de garantizarnos en el territorio las condiciones esenciales para nuestra vida digna y buen vivir en armonía con la Madre Tierra.

DERECHOS AL TERRITORIO

Artículo 14
Los Pueblos, comunidades y familias, tenemos derecho a ser parte del territorio de acuerdo a nuestras cosmovisiones y con el objetivo de reproducirnos integral y colectivamente y garantizar el bien común.

Artículo 15
Los pueblos originarios maya y xinca tienen derecho a reafirmar su origen y descendencia y sus derechos históricos y ancestrales con relación al agua, la madre tierra, el territorio, otros bienes y la vida.

Artículo 16
Los pueblos y comunidades indígenas tienen derecho a gestionar el territorio y los bienes comunes como el agua, a partir de su identidad, valores culturales y sistemas de normas y justicia, sus formas de organización política y gobierno, los cuales han garantizado su preservación durante siglos.

Artículo 17
Los pueblos y comunidades indígenas tienen derecho a garantizar los derechos a la vida, la madre tierra, el territorio y el agua a través de sus formas de organización política y gobierno, como las alcaldías indígenas, consejos de principales, autoridades ancestrales y otras formas de organización propia, sus decisiones y sistemas de justicia.
Articulo 18
Los pueblos y comunidades indígenas tienen derecho a ser reconocidas y respetadas en sus derechos por las instituciones del Estado en el marco de los principios y definiciones de los Acuerdos de Paz, especialmente del Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas.

Articulo 19
Los pueblos, las comunidades indígenas y sus autoridades propias tienen derecho a ser informadas y consultadas sobre las medidas administrativas y legislativas del Estado y los proyectos de empresas que afecten sus territorios, bienes naturales y la vida; a decidir de forma autónoma su acuerdo o desacuerdo con las mismas, decisión que deberá ser respetada.

Artículo 20
Los seres humanos, las familias, comunidades y pueblos diversos que vivimos en Guatemala, tenemos derecho a relacionarnos y proveernos lo necesario de los bienes comunes del territorio para garantizarnos el bienestar común, sin que esto sea afectado por el interés individual, particular o privado.

Tenemos derecho a decidir sobre cualquier actividad, proyecto, programa y política que atente contra el cuidado de nuestros territorios, las energías y los elementos materiales, simbólicos y espirituales del territorio y en contra de quienes ahí habitamos.

Tenemos el derecho a garantizarnos en el territorio nuestra economía orientada a crear y desarrollar relaciones del kuchuj, soberanía alimentaria, bienestar común y la preservación de la Madre Tierra como bases de nuestra propia idea de desarrollo.

Artículo 21
Tenemos derecho a garantizar una relación de complementariedad solidaria entre los Pueblos y sus territorios diversos, pues sólo de esta manera garantizaremos su protección, reproducción y utilización por los seres humanos, comunidades y pueblos en función del bien común y la preservación de la Madre Tierra. Tenemos responsabilidades de cuidado tanto los que nos ubicamos en la parte de arriba de los cerros, sierras, montañas, volcanes como en la parte de abajo en los valles, manglares, playas, etc.

 Artículo 22
Los Pueblos de Guatemala, en ejercicio de nuestro derecho a la soberanía y la libre determinación, tenemos derecho a decidir y elaborar nuestras formas de autogobierno y normas para administrar de forma comunitaria nuestros territorios y garantizarnos el bien común de todos los seres humanos, animales, plantas y demás elementos de la Madre Tierra.

Artículo 23
Las personas, familias, comunidades, naciones y guías espirituales tenemos derecho a utilizar, administrar y preservar aquellos lugares, espacios y tiempos del territorio, que nos permiten vivir nuestra espiritualidad, religiosidad e identidad cultural, lo que incluyen centro ceremoniales, lugares sagrados, sitios arqueológicos y lugares históricos

Artículo 24
Las comunidades, pueblos y naciones que convivimos en este país tenemos el derecho a que se nos restituyan nuestros derechos sobre el territorio y los bienes comunes, especialmente cuando estos hayan sido objeto de robo y despojo, de apropiación ilegal y legal sin nuestro consentimiento. Declaramos nuestros territorios libres de minería y contaminación

Artículo 25
Todas y todos los seres humanos, familias, comunidades y pueblos tenemos el derecho a defender nuestro derecho al territorio, cuerpo, memoria y formas de ver el mundo, de cualquier intento de agresión, despojo, robo, ocupación, militarización e invasión por cualquier Estado, por empresas y personas jurídicas e individuales.

DERECHO AL AGUA

Articulo 26
El derecho al agua es inseparable del derecho a la vida de la Madre Tierra y las personas, animales y plantas que la habitamos. Este derecho también es un derecho de los seres humanos, familias, comunidades y pueblos. Ninguna empresa, institución, gobierno nacional o municipal ni personas pueden violar este derecho.

Artículo 27
Todas y todos los seres humanos, familias, comunidades y pueblos, tenemos derecho al agua, como bien común. Nadie puede despojar y privatizar ninguna fuente de agua y vedar nuestro derecho al consumo en calidad necesaria, suficiente y accesible para nuestra vida digna. En cualquier caso y en función de garantizar este derecho, siempre serán prioritarias las personas y su derecho al consumo, las personas y comunidades que no tienen o tienen acceso insuficiente al agua.

Artículo 28
Es un derecho de la Madre Tierra, los animales, las plantas y los seres humanos la preservación de nacimientos, ríos, lagunas, lagos y aguas marinas, que garantice la continuidad de los ciclos vitales en toda la extensión de los ecosistemas, cuencas, micro cuencas y territorios. Los seres humanos, familias, comunidades, pueblos,  y el Estado tenemos la obligación de cuidarlos y conservarlos. Este derecho no puede supeditarse o ser anulado por el interés de ninguna empresa.

Artículo 29
Todas y todos los seres humanos, familias, comunidades y pueblos tenemos el derecho de acceder libremente al agua, como bien común y sin agotarla,  para las actividades productivas o económicas, de tal forma que nos permita satisfacer nuestras necesidades vitales. La prioridad serán las personas y comunidades, y una vez cubiertas estas necesidades, se podrá usar para las actividades productivas familiares, comunitarias y de los pueblos y en último lugar de prioridad, otras actividades productivas.

Articulo 30
Todas y todos los seres humanos, familias, comunidades y pueblos tenemos el derecho a defender nuestro derecho al agua en contra de cualquier actividad, proyecto, programa, política, institución, empresa, gobierno nacional o municipal que tienda a desviar, extraer del subsuelo, robar, despojar, apropiarse y contaminar para fines privados, particulares y de manera irresponsable cualquiera de las fuentes de agua en nuestros territorios y país.

ARTÍCULOS TRANSITORIOS

Artículo 31
Cualquier comunidad, pueblo, autoridad, organización o colectivo podrá firmar, aceptar y aplicar esta declaración de derechos después de su aprobación.

Artículo 32
Es responsabilidad de quienes hemos aprobado esta declaración de derechos de los Pueblos de Iximulew, divulgarla, explicarla, darla a conocer y utilizarla para la defensa de los derechos que con su aprobación nos hemos dado. Esta declaración deberá ser conocida y discutida en las comunidades con el fin de seguir profundizándola

Artículo 33
El Congreso Plurinacional, Popular y Multisectorial finaliza con la aprobación de estos derechos, pero nos comprometemos y convocamos para impulsar un proceso que nos permita la instalación de un Congreso Plurinacional, Popular y Multisectorial permanente que continúe con la elaboración de otras normas y decisiones que como Pueblo Soberano tenemos el derecho de aprobar y decretar.


Iximulew, Oxlajuj Tijax
Guatemala, 22 de Abril de 2016
Día Internacional de la Madre Tierra.