El triunfo de Mauricio Macri: la restauración final del “capitalismo normal”



El triunfo de la derecha argentina es el triunfo del capital. Este triunfo le permitirá afianzar, extender y profundizar su poder infraestructural por todos los espacios de la sociedad civil y, sobre todo, iniciara la extensión y profundización del mercado. De esa forma, la dominación neoliberal iniciara una nueva etapa dirigida a recomponer, la perdida relativa de su hegemonía, agrietada y golpeada por los gobiernos kirchneristas en los últimos 12 años (2003-2015).
Ahora bien, al momento de explicar el triunfo electoral del “macrismo”, sostendré que dicho resultado es, por un lado, producto del éxito máximo y más rotundo del “kirchnerismo” y, por otro lado, de su mayor fracaso histórico político.

El kapital argentino, ha recuperado el poder ejecutivo del Estado tras el triunfo electoral de candidato presidencial Mauricio Macri en el ballotage argentino de este domingo 22 de noviembre de 2015. El candidato de las fuerzas capitalistas y de derecha pero también de importantes sectores medios y populares vinculados al peronismo de derecha, triunfo con el 51.42% de las preferencias ciudadanas. Derrotando por escasos dos puntos al candidato oficialista Daniel Scioli quien obtuvo el 48,58% de los votos. Se trata del primer triunfo de la derecha argentina en las urnas desde 1916. Hubo de pasar un siglo para que una alianza partidista de partidos del orden obtuviera el gobierno. A lo largo del siglo XX, la derecha argentina siempre había asaltado al Estado por medio de la fuerza armada. Es la primera vez que lo conquista por medios “democráticos”, o sea, por decisión ciudadana. Bien, por la democracia capitalista argentina.
El triunfo de la derecha argentina es el triunfo del capital. Este triunfo le permitirá afianzar, extender y profundizar su poder infraestructural por todos los espacios de la sociedad civil y, sobre todo, iniciara la extensión y profundización del mercado. De esa forma, la dominación neoliberal iniciara una nueva etapa dirigida a recomponer, la perdida relativa de su hegemonía, agrietada y golpeada por los gobiernos kirchneristas en los últimos 12 años (2003-2015).
Ahora bien, al momento de explicar el triunfo electoral del “macrismo”, sostendré que dicho resultado es, por un lado, producto del éxito máximo y más rotundo del “kirchnerismo” y, por otro lado, de su mayor fracaso histórico político. Me explico.
El principal objetivo de los gobiernos de los kirchner (Néstor Kirchner, 2003-2007 y Cristina Fernández, 2007-2015) fue “normalizar al capitalismo” corrigiendo los excesos del neoliberalismo y de ninguna manera buscaba su transformación radical. Su gestión restauró y normalizó el capitalismo en la Argentina, ese fue su mayor éxito. Al mismo tiempo su fracaso, dado que el kirchnerismo no tuvo la capacidad ni la intención política e histórica de construir una alternativa viable al neoliberalismo ni menos al capitalismo.
Luego de 12 años de gobierno progresista y popular la sociedad argentina opta por retomar la senda del neoliberalismo golpeado en los años 2001-2003; pero, no derrotado completamente. Por cierto, que hubo avances sociales y económicos significativos y necesarios para sectores trabajadores y populares argentinos. Se ampliaron los derechos ciudadanos de cuarta y quinta generación como fue el matrimonio igualitario, entre otros. Pero no abandono, por ejemplo, la devastación de la naturaleza a través del extractivismo minero o de la producción de soya, etcétera. Todos sabemos, que con medidas de esa naturaleza no se puede derrotar al capitalismo. La derrota de kirchnerismo es la derrota del reformismo social, ecnómico y cultural de carácter populista de orientación laclaudiana. Es decir, llena de significantes vacíos. Pero, inútiles para diseñar y construir una alternativa la explotación capitalista.
Esperemos que la memoria de las luchas de los años 2001-2003 impulse y potencien la resistencia social y política al naciente “macrismo”. De esa forma la sociedad popular argentina logre superar “este amargo y oscuro momento” y que “más temprano que tarde las grandes alamedas” vuelvan abrirse para el movimiento social y popular argentino pueda transitarlas de manera libre y autónoma. Para ello, no le queda más que abandonar las formas reformistas y populistas engendradas por el peronismo y avance por la senda de una alternativa social y revolucionaria. De lo contrario capitalismo normalizado continuara su desenvolvimiento histórico de devastación y explotación tanto humana como de la naturaleza.
La ciudadanía argentina en un 51.42%, se ha pronunciado en favor de esa devastación. Ello no quiere decir que el 48,59% que lo hizo en favor del Frente para la Victoria de Daniel Scioli tuviera una forma de administración capitalista distinta a la ofrecida por Macri. Se trataba de una devastación capitalista con rostro humano. Tan solo, tal vez, los más de seis millones de argentinos y argentinas que dejaron el voto en blanco o simplemente no concurrieron a votar tuvieron la consciencia social y política de que elegir a uno u otro de los candidatos enfrentados en la primera ballattoge, no ofrecían nada nuevo que dar inicio a la etapa superior y final de la normalización del capitalismo argentino iniciada por Néstor Kirchner en el año 2003.
Argentina al igual que Chile, Colombia, Perú, México, Paraguay, Costa Rica, Guatemala, Honduras, entre otros países de la región, iniciara el reforzamiento de las estructuras del poder infraestructural del capital neoliberal. Este reforzamiento, alentara las oposiciones de derecha en Brasil, Ecuador, Bolivia, Uruguay y, sobre todo, incrementara la presión política estadounidense sobre el Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Las fuerzas reaccionarias internas venezolanas recibirán el triunfo de Mauricio Macri como un bálsamo y un aliciente para enfrentar, sonrientes y esperanzadoramente, las elecciones del 6 próximo 6 de diciembre.
La derrota del kirchnerismo, por último, debe abrir una estructura política de oportunidades para que la izquierda argentina anticapitalista abandone sus posturas aislacionistas, fragmentarias y marginales e inicie un proceso de construcción popular de una alternativa que busque superar no solo al neoliberalismo, al macrismo, al justicialismo sino también sus propias tradicionales e inútiles formulas políticas de larga data.
Lo anterior también es válido para las izquierdas de los otros países latinoamericanos y caribeños. La tarea de frenar el avance de la derecha capitalista neoliberal no es tarea de los partidos y movimientos políticos de orientación progresistas sino de una izquierda que recupere con fuerza y decisión posturas anticapitalistas.
Juan Carlos Gómez Leyton. Doctor en Ciencia Política. Académico Universitario chileno

Leonardo Bof fOccidente ha escogido el peor camino: la guerra


Ciertamente son abominables y totalmente rechazables los atentados terroristas perpetrados el último 13 de noviembre en París por grupos terroristas de extracción islámica. Tales hechos nefastos no caen del cielo. Poseen una prehistoria de rabia, humillación y deseo de venganza.

Estudios académicos realizados en Estados Unidos han evidenciado que las continuadas intervenciones militares de Occidente con su geopolítica para la región y a fin de garantizar el abastecimiento de sangre del sistema mundial que es el petróleo, rico en el Medio Oriente, acrecentadas por el hecho del apoyo irrestricto dado por Estados Unidos al Estado de Israel con su notoria violencia brutal contra los palestinos, constituyen la principal motivación del terrorismo islámico contra Occidente y contra Estados Unidos (véase la vasta literatura firmada por Robert Barrowes: Terrorism: Ultimate Weapon of the Global Elite en su sitio: War is a Crime.org).

La respuesta que Occidente ha dado, comenzando con George W. Bush, retomada ahora vigorosamente por François Hollande y sus aliados europeos más Rusia y Estados Unidos es el camino de la guerra implacable contra el terrorismo, ya sea interno en Europa o externo contra el Estado Islámico en Siria y en Iraq. Pero este es el peor de los caminos, como criticó Edgar Morin, pues las guerras no se combaten con otras guerras ni con el fundamentalismo (el de la cultura occidental que se presume ser la mejor del mundo, con el derecho a ser impuesta a todos).

La respuesta de la guerra, que probablemente será interminable por la dificultad de derrotar el fundamentalismo o a los grupos que deciden hacer de sus propios cuerpos bombas de alta destrucción, se inscribe todavía en el viejo paradigma de pre-globalización, paradigma enclaustrado en los estados-naciones, sin darse cuenta de que la historia ha cambiado y ha vuelto colectivo el destino de la especie humana y de la vida sobre el planeta Tierra. El camino de la guerra no ha traído nunca la paz, a lo máximo alguna pacificación, dejando un lastre macabro de rabia y de voluntad de venganza por parte de los derrotados que nunca, a decir verdad, serán totalmente vencidos.

El paradigma viejo respondía a la guerra con guerra. El nuevo, de la fase planetaria de la Tierra y de la humanidad, responde con el paradigma de la comprensión, de la hospitalidad de todos con todos, del diálogo sin barreras, de los intercambios sin fronteras, del gana-gana y de las alianzas entre todos. En caso contrario, al generalizar las guerras cada vez más destructivas, podremos poner fin a nuestra especie o volver inhabitable la Casa Común.

¿Quién nos garantiza que los terroristas actuales no se apropien de tecnologías sofisticadas y empiecen a usar armas químicas y biológicas que, por ejemplo, colocadas en los depósitos de agua de una gran ciudad, acaben produciendo una destrucción sin precedentes de vidas humanas? Sabemos que se están preparando para montar ataques cibernéticos y telemáticos que pueden afectar a todo el servicio de energía de una gran ciudad, los hospitales, las escuelas, los aeropuertos y los servicios públicos. La opción por la guerra puede llevar a estos extremos, todos posibles.

Debemos tomar en serio las advertencias de sabios como como Eric Hobswbam al concluir su conocido libro La era de los extremos: el breve siglo XX (1995:562): «El mundo corre el riesgo de explosión e implosión; tiene que cambiar… la alternativa al cambio es la oscuridad». O la del eminente historiador Arnold Toynbee, que después de escribir diez tomos sobre las grandes civilizaciones históricas, en su ensayo autobiográfico Experiencias (1969:422) nos dice: «Viví para ver el fin de la historia humana tornarse una posibilidad intrahistórica, capaz de ser traducida en hechos, no por un acto de Dios sino del propio hombre».

Occidente ha optado por la guerra sin tregua. Pero nunca más tendrá paz y vivirá lleno de miedo y rehén de posibles atentados que son la venganza de los islámicos. Ojalá no se haga realidad el escenario descrito por Jacques Attali en Una breve historia del futuro (2008): guerras regionales cada vez más destructivas hasta el punto de amenazar a la especie humana. Entonces la humanidad, para sobrevivir, pensará en una gobernanza global con una hiperdemocracia planetaria. Sería la última oportunidad para salvar nuestra civilización y la vida visible sobre la Tierra.

Lo que se impone, así nos parece, es reconocer la existencia de hecho de un Estado Islámico y luego formar una coalición pluralista de naciones y de medios diplomáticos y de paz para crear las condiciones de un diálogo para pensar el destino común de la Tierra y de la humanidad.

Temo que la arrogancia típica de Occidente, con su visión imperial al juzgarse mejor en todo, no acoja este camino pacificador y prefiera la guerra. En ese caso, vuelve a tener significado la sentencia profética de M. Heidegger, conocida después de su muerte: «Nur noch ein Gott kann uns retten: entonces solo un Dios puede salvarnos».

No debemos esperar ingenuamente la intervención divina, pues nuestro destino está bajo nuestra responsabilidad. Seremos lo que decidamos: una especie que prefirió autoexterminarse antes que renunciar a su voluntad absurda de poder sobre todos y sobre todo o bien forjamos las bases para una paz perpetua (Kant) que nos conceda vivir diferentes y unidos en la misma Casa Común.

Leonardo Boff, articulista del Jornal do Brasil online, ecoteólogo y escritor.
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Atilio Borón Argentina: Yes Sir


Tal como se preveía, no habían transcurrido doce horas desde su victoria electoral cuando en su conferencia de prensa de ayer Mauricio Macri ratificó su vocación de convertirse en un proxy de Washington en la región. En línea con los deseos de la Casa Blanca arremetió contra la República Bolivariana de Venezuela y confirmó que solicitaría la suspensión de ese país como miembro del Mercosur porque, según él, habría infringido la cláusula democrática al “perseguir a los opositores y no respetar la libertad de expresión”.
Derrocar al gobierno bolivariano es una vieja obsesión del gobierno de Estados Unidos, para cuyo efecto no ha reparado en límite o escrúpulo alguno. Hasta ahora su ofensiva sólo había encontrado un socio dispuesto a avanzar por ese escabroso sendero: el narcopolítico colombiano Álvaro Uribe. Juan M. Santos, que lo sucedió en el Palacio Nariño, no se prestó a tan peligroso juego. Es más, el conservador presidente colombiano no se ha cansado de agradecerle a Venezuela su colaboración en el proceso de paz en curso en La Habana. Macri parece ignorar estas sutilezas de la política internacional y ser un hombre temerario y de frágil memoria, combinación peligrosa si las hay. Habría que recordarle que la sumisión incondicional al imperio ya se practicó en la Argentina durante el menemato, con el nombre de “relaciones carnales”, y que este país pagó con sangre tamaña insensatez. No se entiende por qué habría de repetir ese desatino, salvo para dar cumplimiento a un acuerdo secreto con la Casa Blanca cuya contrapartida seguramente no tardaremos en conocer.
Macri parece no haber sido tampoco informado que el pasado 28 de Octubre la República Bolivariana fue reelegida para integrar el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. La Asamblea General de la organización aprobó esa resolución con 131 votos, sobre un total de 192 miembros. Formular las acusaciones que hizo Macri pasando por alto un dato tan significativo como este, que ratifica la presencia de Venezuela en un organismo en el cual participan países como Francia, Estados Unidos, Alemania y Japón, es por lo menos un acto de llamativa irresponsabilidad o una muestra de peligroso amauterismo en el manejo de las relaciones internacionales. ¿Cree acaso que los países del Mercosur van a acompañar su arrebato antibolivariano? ¿Ignora que las decisiones del Mercosur requieren el consenso de todos sus miembros? Para empezar, el canciller uruguayo Rodolfo Nin Novoa se apresuró a declarar que su país “no ve razón para aplicar la cláusula democrática a Venezuela en el Mercosur.” Y lo más probable es que el gobierno brasileño siga el mismo curso de acción, en cuyo caso las amenazas de Macri caerían producto de su inviabilidad política.
Volviendo al caso de los opositores políticos en Venezuela, ¿qué diría Macri si en los próximos días, siguiendo el ejemplo de Leopoldo López, Daniel Scioli hiciese público su desconocimiento del resultado electoral y poco después del 10 de Diciembre intensificase esa campaña movilizando contactos internacionales e impulsando, cada vez con mayor fuerza acciones violentas exigiendo “la salida” extraconstitucional de un “gobierno ilegítimo” apelando a procedimientos vetados por la constitución y las leyes de la república? ¿Llamaría en tal hipotético caso a Scioli un “opositor político” o lo calificaría, en función de la normativa vigente, como un político incurso en el delito de sedición, que en este país tiene una pena que oscila entre los cinco y veinticinco años de prisión. La legislación venezolana es similar a la argentina y ambas a la de Estados Unidos, donde el delito tiene una penalidad que, en ciertos casos, llega hasta la prisión perpetua o la pena de muerte. En realidad López, cuya mujer estuvo la noche del domingo en los festejos del bunker de Cambiemos, no es un “disidente político” injustamente perseguido por el gobierno bolivariano. Es el cabecilla de un intento de alterar por la fuerza el orden constitucional vigente en su país y derrocar al gobierno surgido de elecciones en un sistema que el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter dijo que era “más confiable y transparente que el nuestro.” Para ello contó con la colaboración de Uribe, para reclutar un numeroso grupo de mercenarios que camuflados como heroicos “jóvenes universitarios” luchaban valientemente para restaurar las libertades conculcadas en su país. Lanzados a las calles para impulsar “la salida” de Maduro y el derrumbe del orden institucional vigente hicieron uso de cuanta forma imaginable de violencia pueda existir, desde incendios de escuelas y guarderías infantiles hasta la destrucción de medios de transporte públicos y privados, combinado con ataques violentos a universidades y centros de salud, erección de “guarimbas” (barricadas desde las cuales se controlaban los movimientos de la población y se apaleaba o asesinaba impunemente a quienes osaran desafiar su prepotencia) y asesinatos varios. Como producto de estos desmanes murieron 43 personas, la mayoría de ellas simpatizantes chavistas o personal de las fuerzas de seguridad del estado. Tiempo después se descubrió que buena parte de los “guarimberos” eran paramilitares colombianos y que casi no había universitarios venezolanos involucrados en esos luctuosos acontecimientos. La justicia de la “dictadura chavista” lo condenó a una pena de 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de reclusión. Disconforme con la transición posfranquista en España, el 23 de Febrero de 1981 el teniente coronel Antonio Tejero Molina quiso también él alterar el orden constitucional tomando por asalto el Congreso de Diputados. En su cruzada restauradora el “tejerazo” no produjo ni una sola muerte ni hubo que lamentar pérdidas materiales de ningún tipo. Sin embargo, la justicia española lo sancionó con 30 años de prisión, expulsión del Ejército, pérdida de su grado militar e inhabilitación durante el tiempo de su condena. Nadie lo consideró un opositor político sino un militar sedicioso. Peor es el caso de López, por la mucha sangre derramada por su culpa y por la destrucción de bienes provocada por su apología de la violencia, pese a lo cual la sentencia de la justicia venezolana fue insólitamente benigna. Pero Macri no lo ve así y sigue considerándolo un opositor maltratado por un poder despótico. Mal comienzo en materia de política exterior. Y un paso preocupante en el intento de avanzar en el “reformateo” neoliberal del Mercosur, otra vieja ambición de Estados Unidos, para hacerlo confluir con la Alianza del Pacífico y la Unión Europea dominada por la Troika.
Atilio A. Boron es investigador Superior del Conicet​​ e investigador del IEALC, Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe
de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires

Naomi Klein Lo que está en juego en la Conferencia sobre Cambio Climático de París ahora que se han prohibido las manifestaciones

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¿Quiénes son aquellos cuya seguridad se protege por cualquier medio necesario? ¿Y quiénes aquellos cuya seguridad casualmente se sacrifica, pese a que hay medios para actuar mucho mejor? Son estas preguntas que están en el centro de la crisis climática y las respuestas son la razón por la que las cumbres sobre cambio climático acaban a menudo entre lágrimas y recriminaciones.
La decision del gobierno francés de prohibir las protestas, manifestaciones y otras “actividades al aire libre” durante la cumbre de París sobre cambio climático resulta en muchos planos perturbadora. El que más me preocupa tiene que ver con la forma en que refleja la desigualdad fundamental de la misma crisis climática y la cuestión clave de cuál es la seguridad y de quién que se valora en última instancia en este mundo disparejo.   
Hay quienes dicen que todo vale contra el trasfondo del terrorismo. Pero una cumbre sobre cambio climático no es como una reunion del G8 o la Organización Mundial del Comercio, en la que se encuentran los poderosos y donde los sin poder tratan de aguarles la fiesta. Los actos de la “sociedad civil” paralela no son un añadido ni distracciones del acontecimiento principal. Son parte íntegra del proceso, razón por la cual el gobierno francés nunca debería haberse permitido decidir qué partes de la cumbre cancelaría y cuáles mantendría.  
Antes bien, tras los horrendos atentados del 13 de noviembre, era necesario determinar si existía la voluntad y la capacidad de albergar la cumbre en su conjunto, con la plena participación de la sociedad civil, incluyendo la que tiene lugar en las calles. Si no podia ser, debería haberse retrasado y haber pedido a otro país que se comprometiera. En vez de eso, el gobierno de Hollande ha tomado una serie de decisiones que reflejan un conjunto de valores y prioridades muy particulares acerca de quién y qué recibirá una completa protección de seguridad del Estado. Sí a los líderes mundiales, a los partidos de fútbol y a los mercadillos de Navidad; no a las manifestaciones sobre cambio climático y a las protestas que apuntan a que las negociaciones, con el actual nivel de objetivos de emisiones, ponen en peligro las vidas y el modo de vida de millones, si no de miles de millones de personas.
¿Y quién sabe dónde acabará esto? ¿Cabría esperar que las Naciones Unidas revocara arbitrariamente las credenciales de la mitad de los participantes de la sociedad civil? ¿Los que tienen más probabilidades de causar problemas dentro de la cumbre amurallada como una fortaleza? No me sorprendería en absoluto.   
Vale la pena pensar qué es lo que significa la decision de cancelar manifestaciones y protestas en términos reales, lo mismo que simbólicos. El cambio climático representa una crisis moral porque cada vez que los gobiernos de las naciones opulentas se muestran incapaces de actuar, el mensaje que se manda es nosotros, en el norte global, estamos poniendo nuestro confort inmediato y nuestra seguridad económica por delante del sufrimiento y la supervivencia de los pueblos más pobres y vulnerables de la Tierra. La decision de prohibir los espacios más importantes en los que se habrían oído las voces de la gente que ha sufrido las repercusiones del cambio climático supone una dramática expresión de este abuso de poder profundamente contrario a la ética: una vez más, un opulento país occidental pone la seguridad de las élites por delante de los intereses de quienes luchan por la supervivencia. Una vez más, el mensaje es que nuestra seguridad no es negociable, la vuestra está ahí para quien la quiera.  
Una reflexión más. Escribo estas palabras desde Estocolmo, donde he estado llevando a cabo una serie de actos públicos relacionados con la cuestión del cambio climático. Cuando llegué, la prensa se cebaba con un tuit enviado por la ministra sueca de Medio Ambiente, Asa Romson. Poco después de que se difundieran las noticias de los atentados de París, tuiteó su indignación y tristeza por la pérdida de vidas. Luego tuiteó que pensaba que sería una mala noticia para la cumbre del clima, una reflexión que se le ocurrió a todo el mundo que yo conozco vinculado a este movimiento mediambiental. Sin embargo, fue escarnecida por su supuesta insensibilidad: ¿Cómo se le ocurría pensar en el cambio climático en el momento en que se había producido semejante carnicería?  
La reacción ha resultado reveladora, puesto que daba por hecha la noción de que el cambio climático es una cuestión menor, una causa sin bajas reales, incluso frívola. Sobre todo cuando cuestiones serias como la guerra y el terrorismo toman el centro de la escena. Me hizo pensar en algo que escribió Rebecca Solnit no hace mucho tiempo: “el cambio climático es violencia”.
Lo es. Parte de esa violencia resulta tremendamente lenta: mares que se elevan y borran gradualmente países enteros, y sequías que matan a muchos millares. Parte de esa violencia resulta aterradoramente rápida: tormentas con nombres como Katrina y Haivan que hurtan miles de vidas en un solo aontecimiento turbulento. Cuando gobiernos y grandes empresas no son capaces de actuar para prevenir un calentamiento catastrófico, eso constituye un acto de violencia. Es una violencia tan grande, tan global y que se inflige contra tantas temporalidades simultáneamente (antiguas culturas, vidas presentes, potencial futuro)  que no hay todavía una palabra capaz de contener su monstruosidad. Y recurrir a actos de violencia para silenciar las voces de quienes son los más vulnerables a la violencia del cambio climático supone todavía más violencia.
Para explicar por qué los partides de fútbol previstos se celebrarían tal como estaba programado, el secretario de Estado francés para el Deporte afirmó: “La vida ha de continuar”. Desde luego que sí, por eso es por lo que me uní al movimiento de justicia climática. Porque cuando gobiernos y grandes empresas fracasan a la hora de actuar de modo que refleje el valor de toda la vida sobre la Tierra, hay que protestar.

Michael Roberts: Will the world economy enter a new recession next year?


November 21, 2015
The US Federal Reserve bank is planning to raise its basic interest rate at its 15 December monetary policy meeting.  This will be the first Fed hike since 2006.  That fact alone shows how long and how deep has been the impact of the global financial crash of 2007-2008, the subsequent Great Recession of 2008-9 and the ensuing and seemingly unending long depression of below trend economic growth since.
For six years, the Fed has held its interest rate near zero to ‘save the banks’ from meltdown, to avoid debt depression like the 1930s and to revive the economy with cheap credit.
Ben Bernanke, the Fed chief at the time, continues to argue that this easy and ‘unconventional’ monetary policy did that trick.  Bernanke has recently published a book defending his strategy and does interviews for the same.
In this blog, I have analysed the success or otherwise of quantitative easing where it has been applied in the US, Japan and now in the Eurozone.  It has been a dismal failure in reviving the major economies.  It has been a great success in supporting a boom in the stock and bond markets and in financing new credit bubbles in emerging economies.
Fed QE
Apparently, a majority of Fed monetary policy makers reckon that, at last, the US economy is growing fast enough to ‘tighten’ labour markets and even raise the possibility of rising inflation perhaps eventually beyond the 2% target that Fed looks to.  But that conclusion is debatable at the very least.
It’s true that the unemployment rate has halved to 5% from its peak of 10% at the depth of the Great Recession, but it is still above the pre-crash lows. And inflation remains well below the Fed target.  Headline inflation which includes energy and food prices is near zero, and even excluding these items, ‘core’ inflation, although rising is still below the Fed target at 1.9%.  And if you look at the prices that average Americans pay for the goods and services they use, based on the personal consumption expenditure (PCE) index, then inflation is very low.
US CPI
Moreover, real GDP growth remains pretty pathetic at around 2.2% a year on average, well below the average of 3.3% a year before the global financial crash.  The ‘trend gap’ shows no sign of being bridged. Indeed, what is happening is that the official economic bodies are lowering their estimates to potential GDP growth towards the actual level of growth so that the ‘output gap’ disappears.
US trend GDP
In other words, it is being admitted that the US economy is now set on a permanent path of lower long-term growth, based a low growth in population (despite one million net immigrants a year) and very low productivity growth (as business investment growth slows).
US productivity
The damage to the US economy from the Great Recession has left a permanent scar; what is called ‘hysteresis’.  In a new study, Professor Laurence Ball of Johns Hopkins University (http://www.nber.org/papers/w20185), from a sample of 23 high-income countries, concludes that losses of potential output as a result of the Great Recession ranged from zero in Switzerland to more than 30 per cent in Greece, Hungary and Ireland. In aggregate, he concludes, potential output this year was thought to be 8.4 per cent below what its pre-crisis path would have predicted. This damage from the Great Recession is, he notes, much the same as if Germany’s economy had disappeared. This measures the permanent loss of resources and value caused by capitalist slumps.
Indeed, work by Keynesian economists Larry Summers, Olivier Blanchard (ex-IMF chief economist) and Eugenio Cerrutti found that a high proportion of recessions, or about two-thirds, are followed by lower output relative to the pre-recession trend even after the economy has recovered. In about one-half of those cases, the recession is followed not just by lower output, but by lower output growth relative to the pre-recession output trend. That is, as time passes following recessions, the gap between output and projected output on the basis of the prerecession trend increases. They suggest important hysteresis effects and even “superhysteresis” effects (the term used by Laurence Ball for the impact of a recession on the growth rate rather than just the level of output).
This can be looked at from various angles of economic theory: from the neoclassical Wicksellian view that the ‘natural rate’ of interest (or profit) ispermanently lower; from the Keynesian one that the US economy is in‘secular stagnation’ and/or a permanent ‘liquidity trap’; or from a Marxist one that the US (and major economies) is locked into a depression because of low profitability created by excessive accumulation of tangible capital and financial debt in the past.
The first two theories in some way suggest that the Fed should not hike rates in case they take the cost of borrowing either above the ‘natural rate’ or burst the credit bubble and push the economy into a deeper liquidity trap.  The Marxist view is that, just as zero interest rates and quantitative easing made little difference in restoring a low profitability, high debt economy, so raising rates will solve nothing either.
The Keynesian answer (at least among those Keynesians like Krugman, Summers, DeLong and Wren-Lewis) is: keep going with the easy money policy but add to it a round of government spending, financed by government borrowing.  You see, the main cause of the Great Recession was ‘lack of demand’ and the main cause of the subsequent weak recovery or depression was the application of ‘austerity’ (i.e. cuts in government spending in trying to balance the books as though an economy was like household finances).  Rising debt does not matter because one person’s debt is another’s asset.
Well, there are a number of questions there.  First, did governments in the major economies apply austerity?  Well, some did and some did not too fiercely despite the neo-classical rhetoric of many finance ministers.  Second, did more or less austerity correlate with slower or faster growth?  The Keynesians say it did.  They proclaim the power of the Keynesian multiplier, namely that one unit of extra government spending over taxes will deliver a multiple of one unit of real GDP, especially in times of slump.  They usually cite a ratio of 1.5 times.
The evidence for this is weak and a matter of intense debate, although only this week, Paul Krugman made another attempt to prove that austerity was the cause of global weakness.  I did a correlation between fiscal deficit expansion by various governments against an increase in real GDP and found little correlation, especially if Greece is removed.
Growth and austerity
And in the latest study of the impact of austerity on growth, Alberto Alesina and Francesco Giavassi found that “fiscal adjustments based upon cuts in spending are much less costly, in terms of output losses, than those based upon tax increases. ….spending-based adjustments generate very small recessions, with an impact on output growth not significantly different from zero.”  And “Our findings seem to hold for fiscal adjustments both before and after the financial crisis. We cannot reject the hypothesis that the effects of the fiscal adjustments, especially in Europe in 2009-13, were indistinguishable from previous ones”.  In other words, cutting government spending (austerity) had little effect on the real GDP growth rate and that applied to the post-crisis ‘austerity policies of European governments.
G Carchedi and I have considered the mechanism of government tax and spending policies on economic growth from the Marxist viewpoint.  We started from the premiss that economic growth in capitalist economies depends on an expansion of business investment and that depends ultimately on the profitability of those investments. So we looked at the multiplier effects of government spending, taxation and borrowing on growth through the prism of profitability – a Marxist multiplier, we called it.
Our Marxist multiplier analysis revealed that it was very unlikely that extra government spending, whether financed by taxes or borrowing, would boost profitability in the business sector and therefore raise capitalist investment and economic growth.
I have tested our premiss that it is the profitability of business capital that matters not government spending.  I found that there was a significant positive correlation between changes in profitability of capital and economic growth, unlike the lack of correlation between more government spending and growth, as the Keynesians claim, at least in a slump.
growth and profitability
That again tells me that if we want to know what is going to happen in the major capitalist economies we must look at the key indicators of business investment and the profitability of capital, not at inflation, employment or the level of ‘austerity’ as mainstream economists do.
So what are the prospects for global capitalism on those Marxist criteria and what is the likelihood of a new slump as the Fed prepares to hike?  I have discussed these questions ad nauseam on this blog in the past.  But let us consider the latest evidence.
At the recent meeting of the G20 in Turkey, apart from discussing the mess in the Middle East and the migration crisis in Europe, the ministers reaffirmed their pledge or expectation that the major economies will grow by an extra 2% by 2018.  What an ‘additional’ 2% of G20 GDP means is difficult to judge.  But anyway it is really a sick joke.
Far from accelerating, global growth is slowing down further.  In its twice-yearly outlook, the Organisation for Economic Cooperation and Development (OECD) cut its forecast for global economic growth to 2.9% in 2015 and 3.3% in 2016, down from 3.0% and 3.6%, respectively.
Presenting the outlook in Paris, OECD secretary general Angel Gurría said:“The slowdown in global trade and the continuing weakness in investment are deeply concerning. Robust trade and investment and stronger global growth should go hand in hand.”  Catherine Mann, OECD chief economist said: “Global trade, which was already growing relatively slowly over the past few years, appears to have stagnated and even declined since late 2014. This is deeply concerning. Robust trade and global growth go hand in hand….“The growth rates of global trade observed so far in 2015 have, in the past, been associated with global recession.”
We also have the preliminary real GDP figures for the most important capitalist economy in the world, the US. In third quarter of 2015 (June to September) US economic expansion slowed sharply. The economy grew at a 1.5 per cent pace annualised pace in the three months to September, down from 3.9 per cent in the second quarter.  The US economy has expanded in real terms over the last 12 months by just 2%, down from 2.7% in Q2 and business investment slowed to its lowest yoy rate for over two years; at an annual rate of 2.1% compared with 4.1% in Q2. And investment in new plant actually dropped 4% and investment in software and such rose at the slowest pace since 2013.
Meanwhile Japan’s economy contracted in the third quarter. Real GDP declined an annualized 0.8 percent, following a revised 0.7 drop in the second quarter. Again, the biggest worry was the weakness in business investment. This was the fifth ‘technical recession’ since Japanese PM Abe launched his ‘Abenomics’ and quantitative easing programmes. And in the Eurozone economic growth slowed to just 0.3% in Q3, from 0.4% in Q2.
And then we have the so-called emerging economies.  I have reported on their demise in several previous posts.  The policy of easy money and quantitative easing did not only lead to a stock and bond market boom in the major advanced economies, it also led to a similar boom in emerging economies as Asian, Latin American and ‘emerging’ European corporations borrowed heavily from cash-rich Western banks at cheap rates, mostly in dollars, to generate mainly a property and construction boom.  Emerging market corporations now have debts near 100% of GDP on average, matching those for corporations in the advanced capitalist economies.  But the commodity price boom upon which much of growth was based has collapsed.  Global demand for oil and basic metals has slumped and this has spilt over into the demand for Asian exports.  Export prices have slumped, currencies have dived and yet debts remain, mainly in dollars.  And now the Fed is set to hike the cost of borrowing dollars.
So does all this mean we are heading for a new global slump?  Well, I have raised the risk that a Fed rate hike could be the trigger for a new slump,just as it was in 1937 when it brought to an end to recovery from 1932during the Great Depression of the 1930s.  Only the preparations and beginning of the world war ended that slump.
The strategists of capital are not stupid.  They have tried to estimate the likelihood of a new recession.  Goldman Sachs pointed out that the current economic expansion — beginning in July 2009 — was now 76 months old.  Using data since 1950, they calculate that the unconditional odds that a six-year-old expansion will avoid recession for another four years—and mature into a 10-year-old expansion—are about 60%.  So the odds of recession over the next year are only 10-15%.   And mainstream economic indicators for recessions using a range of economic variables suggest little likelihood of a slump in the US.
recession probable
But this sort of indicator is pretty useless and it is backward looking, so recessions are on you before the data indicate them.  And mainstream economics never forecast the Great Recession anyway.  Indeed, we know that all the leading international economic agencies, the leading economists and investment gurus were predicting faster growth in 2007-8 as the global financial crash unfolded.
Moreover, in my view, modern capitalist cycles of slump to slump have not been just six years or less, but generally 8-10 years: 1974-5, 1980-2, 1990-2, 2001, 2008-9.  If that were to hold again, then the next slump would not be due to start before next year at the earliest.  And if the Fed’s rate hikes are to have an impact, they won’t be felt on the cost of debt and investment for at least six months.
It is best to consider the Marxist indicators that I have referred to: profitability and profits and business investment.  There has been some debate in Marxist economic circles that profitability is not low or falling and that there is an excess not a dearth of profits in the major economies.  I have discussed these arguments that the capitalist world is ‘awash with cash’ in previous posts.  All I can add is that cash and profits are the not the same and profits and profitability are not either.  I have not measured US profitability for 2015 and final proper data for 2014 is only just becoming available, but 2014 showed a decline, with rate still below the peak of 2007 and the higher peak of 1997.
I have shown before in previous posts that global corporate profit growth has nearly ground to a halt and in the US on some measures, it has gone negative.
global corporate profits
The latest earnings results for the top 500 companies in the US confirm that both revenue and profits fell in the most recent quarter.
S&P earnings
And as I have shown before, where profits go, business investment is likely to follow, with a lag.
Watch this space.

Declaración final del Encuentro Hemisférico Derrota del ALCA, 10 años después


22/11/2015
Declaración
Nosotros, movimientos populares y organizaciones sociales de la región, representantes de indígenas, mujeres, campesinos, sindicales, jóvenes, estudiantes, comunicadores, afrodescendientes, religiosos, intelectuales y artistas,  nos hemos reunido  en La Habana, entre el 20 y 22 de noviembre de 2015,  diez años después de la derrota del ALCA, para celebrar esa victoria de los pueblos del continente, que demuestra nuestra enorme capacidad de articularnos y vencer.

Hace más de diez años nos unimos en una campaña continental en toda la región con gran diversidad de fuerzas y actores, desde Alaska hasta Tierra del fuego, en un compromiso de acción común que resultó en un ascenso de las luchas y movilizaciones. Hoy nos encontramos aquí para celebrar esa victoria histórica, nuestro acumulado de todos estos años y fortalecernos para  seguir adelante.

Este es un momento clave para el continente. El imperialismo reconstruye su estrategia de dominación articulada que se expresa en una gran ofensiva del capital,  los avances  del libre comercio, el poder de las trasnacionales que violan nuestras soberanías, en una lógica que también es militar,  cultural y mediática donde el monopolio de los medios de comunicación tiene un papel alienante y de control.

La rearticulación de la derecha amenaza conquistas políticas y sociales, resultado de largos procesos de lucha popular. La defensa de la democracia y los procesos de transformación en la región es fundamental.

Es imprescindible fortalecer la lucha y el protagonismo de los movimientos  populares, las organizaciones sociales y nuestras alianzas por las transformaciones sociales, para el ejercicio de los derechos, la ampliación de nuestras conquistas, y la profundización de las democracias.

Frente a la crisis sistémica capitalista, se reconfiguran iniciativas para la mayor concentración de las riquezas. Se aceleran y retoman los procesos de financiarización como mecanismos para ahondar el endeudamiento y la dominación, presionando para las firmas de tratados de libre comercio e inversiones y otras formas de colonización que persiguen la pérdida de soberanía de los pueblos a favor de los intereses del  gran capital.

Una de estas formas se expresa en los nuevos marcos de la arquitectura financiera y comercial que incrementa la impunidad del capital como el Acuerdo Transpacífico (TPP), los Tratados Bilaterales de Inversión (TBI), Acuerdo sobre comercio y servicios, (TISA),   Asociación trasatlántica de comercio e inversiones, (TTIP), Acuerdo Económico y Comercial Global entre Canadá y Europa (CAECG), Plan para la prosperidad, y  Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI). La movilización popular y social sigue siendo nuestra fuerza fundamental para enfrentar esta estrategia. En ese sentido celebramos la reciente victoria sobre el TISA en Uruguay.

El sistema capitalista organiza su lógica en un modelo de producción, reproducción  y consumo extractivista,  depredador de la naturaleza,  que promueve la sobrecarga de trabajo de las mujeres y la explotación de la fuerza de trabajo.  También impacta sobre nuestras soberanías, promueve marcos institucionales que avanzan en la mercantilización y despojo de nuestros territorios, la privatización de los bienes comunes, el sostenimiento de agendas que amenazan los procesos democráticos y las conquistas sociales que debemos defender. No aceptamos que los pueblos sean quienes paguen los costos de esta crisis y nos movilizamos contra la pérdida de derechos de los trabajadores. Necesitamos fortalecer la movilización popular frente al accionar de las trasnacionales y el capital.

Reconocemos la integración desde los pueblos como un proyecto fundamental para construir nuestras alternativas y pasar a una ofensiva frente a la crisis que nos impone el modelo dominante. Los pasos que se han dado a partir de los cambios en Mercosur y el surgimiento en estos años de mecanismos de concertación política e integración como UNASUR, ALBA y CELAC ensanchan el  camino hacia una verdadera integración. Debemos defender estos procesos y disputar en ellos los sentidos y la participación popular. La concreción del proyecto histórico depende del protagonismo del movimiento popular en estos ámbitos.

Ratificamos nuestra condena a los golpes de estado, la ocupación y la creciente presencia militar en la región. Igualmente condenamos la criminalización de la protesta social legítima. Reclamamos la retirada de las bases militares extranjeras en nuestros territorios y respaldamos la proclama de América Latina y el Caribe como región de paz.

La paz con justicia social en Colombia es la paz en el continente. Respaldamos los  diálogos en curso como una contribución central hacia la paz. Reiteramos la exigencia de  la retirada de las tropas de la MINUSTAH de Haití como una de las prácticas colonialistas vigentes en varios de nuestros territorios.

A partir de lo anterior, hemos tenido francos debates en los que reconocemos como ejes que generan una base posible para una articulación amplia, diversa y plural:

La lucha contra el libre comercio y las trasnacionales; la profundización de los procesos democráticos y la defensa de las soberanías; la Integración desde los pueblos.

En estos tiempos la comunicación como un proceso de construcción colectiva, es una experiencia y acumulado a fortalecer en nuestras luchas para disputar hegemonía. Es clave también seguir fortaleciendo los procesos de formación y educación popular para ampliar y democratizar los debates que necesitamos tener como pueblos, y conectar las resistencias de los territorios con la diversidad de articulaciones regionales que hoy existen.

La solidaridad como práctica cotidiana es un principio de unidad y continúa siendo nuestro principal eje articulador de las luchas.

Salimos  de La Habana fortalecidos del reencuentro, con una agenda común que nos compromete a todas y todos a seguir sumando esfuerzos para consolidar un proceso de ampliación de una base diversa y plural.

Asumimos el compromiso de regresar a nuestros países para profundizar estos debates y seguir sumando esfuerzos y generando espacios de encuentro.

Convocamos a reunirnos en un siguiente Encuentro en La Habana para darle continuidad a la realización de estos Encuentros Hemisféricos, en la búsqueda de seguir articulando la lucha conjunta en nuestra región.

Llamamos a todas y todos a una acción de lucha conjunta contra el libre comercio y las trasnacionales el 4 de noviembre  de 2016. Tengamos una jornada de lucha y movilización que nos permita dar un paso más  para fortalecer una acción común.

Agradecemos al pueblo cubano, que continua resistiendo el bloqueo norteamericano, y a sus organizaciones que una vez más nos han convocado. De aquí salimos con fuerzas  renovadas y convencidos de la justicia  de nuestra lucha y de nuestras posibilidades de andar y construir juntos.

La Habana, Cuba, 22 de noviembre 2015

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Emir Sader La derecha vuelve al gobierno en Argentina


23/11/2015
Opinión
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Esta vez las encuestas no se han equivocado, ganó la derecha y vuelve a gobernar Argentina, después de 12 años de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner.

Es la primera vez, desde 1998, cuando Hugo Chávez se eligió presidente de Venezuela, que un gobierno progresista de América Latina es derrotado y se interrumpe la construcción de alternativa al neoliberalismo. En elecciones anteriores, como las de Venezuela y de Brasil, los triunfos se dieron por márgenes estrechos, pero en Argentina las tendencias indicaban la probable victoria del candidato de Cristina Kirchner.

Una derrota de esas dimensiones no se debe a un solo factor, tiene que ser resultado de problemas en la gestión del gobierno nacional y de la provincia, de debilidades del candidato escogido, de errores en la campaña electoral, de éxitos en la sistemática campaña de los medios de información en contra del gobierno y del buen desempeño del candidato opositor.

El gobierno de Cristina llegaba a su final con alto nivel de apoyo y, a la vez, alto nivel de rechazo, por el propio estilo de enfrentamiento adoptado por ella, que permitió una gran movilización de la militancia kirchnerista pero, a la vez, provocó  altos índices de rechazo en los sectores opositores. El gobierno contaba con significativos avances sociales, sobretodo en comparación con el más grande retroceso social que el país había vivido, en la crisis del 2001/2002. La propia oposición tuvo que reconocerlos, al punto que sus candidatos se han comprometido  a mantener los principales programas sociales del gobierno

La reelección de Cristina, en 2011, con el 54% de los votos contra el 22% del principal candidato opositor, consagraba los avances conquistados y el estilo del gobierno. Sin embargo,  en los últimos años, esos avances fueron cuestionados especialmente por los efectos de la inflación – del 25% al año – sobre el salario de los trabajadores. Al mismo tiempo el control del cambio producía descontentos en sectores de la población, multiplicados por las campañas negativas de los medios de información. La ruptura del gobierno con la principal central sindical dificultó  aún más la política de control de los daños de la inflación.

La definición del candidato del gobierno no desembocó  en una buena alternativa. No había un candidato preferido por Cristina, al mismo tiempo que el único que se situaba bien en las encuestas – Daniel Scioli – había tenido roces con el gobierno, y no sería el escogido por Cristina, en caso de que ella tuviera alternativas.

Cristina optó así por Scioli, confiando en su favoritismo en las encuestas,  ella, por otro lado,  definió su candidato a la Vicepresidencia,  y contaba con obtener una consistente bancada parlamentaria y el probable gobernador de la provincia de Buenos Aires, como presencia política del kirchnerismo.

En la campaña Scioli se ha revelado un mal candidato y, al mismo tiempo, los resultados electorales en la provincia de Buenos Aires, han revelado que el suyo no fue  un buen gobierno. Esto, combinado con la definición de un candidato con mucho rechazo para sucederlo, llevó a la pérdida de la dirección de la provincia, principal bastión del peronismo.

El gobierno contaba también con las dificultades de la oposición. Esta vez el principal adversario no era el radicalismo, pero se dividía entre un disidente del gobierno – Sergio Massa – y un opositor frontal – Mauricio Macri. Massa aparecía como el candidato más peligroso para el gobierno, porque podría contar con los votos peronistas y antiperonistas. En ese sentido, Macri aparecía como un candidato teóricamente con menor competitividad, por ser frontalmente antiperonista.

La más grande sorpresa electoral, que ha cambiado el escenario político, fue el resultado de la primera vuelta, cuando las encuestas daban el triunfo directo de Scioli o una ventaja holgada, que lo haría llegar a la segunda vuelta como el franco favorito.

La mayor  sorpresa electoral, que cambió el cuadro  político, fue el resultado  de la primera ronda electoral, cuando  se esperaba  – según las encuestas –  el triunfo directo de Scioli. La diferencia de menos del 3%, con una suma significativa de votos de los candidatos opositores, aliada a la sorprendente derrota del kirchnetismo en la provincia de Buenos Aires por una joven candidata vinculada a Macri, proyectaron el favoritismo de la oposición para la segunda vuelta.

Macri  posicionó, en aquel momento,  la imagen de que la mayoría de los argentinos – 64% - habría votado por el cambio, mientras Scioli representaba la continuidad del kirchnerismo. Ese escenario no cambió  a lo largo de la campaña de la segunda vuelta, aun con Scioli intentando distanciarse del gobierno y con Cristina apareciendo menos. En el resultado final,  Macri conquistó 20 puntos  más en la segunda vuelta, mientras que Scioli logró tener 8 puntos  más. Macri conquistó  el 70% de los votos nuevos, mientras Scioli el 30%.

El resultado representa un cambio radical en la política argentina, por más que Macri haya
moderado sus posiciones respecto a las privatizaciones y a la política social del gobierno de Cristina. Su principal medida inmediata, anunciada por el equipo económico neoliberal definido por él, será la devaluación del peso, para buscar cerrar la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, con su liberalización, con todas las consecuencias de esa medida con respecto  a los salarios, los precios y el empleo.

Macri cuenta con la división del movimiento sindical y con la adhesión del principal dirigente de la principal central a su campaña. Pero esta es una variable todavía abierta y depende de  cómo el sindicalismo va a reaccionar a los duros efectos de la liberalización del cambio sobre las condiciones de vida de los trabajadores.

Argentina, con Macri, da un nuevo viraje a la derecha, similar al que dio Carlos Menem, hace dos décadas y media, cuyo contrapunto vino desde dentro del mismo peronismo, con el gobierno de los Kirchner.

Llega la hora de la temida restauración conservadora, que tiene su hora y su desafío. Van a querer borrar de la memoria de los argentinos y de la sociedad argentina todos los avances del rescate realizado por los gobiernos de los últimos 12 años de la peor crisis de la historia del país, resultado justamente del modelo neoliberal que Macri quiere de vuelta a la Argentina.

Serán años turbulentos los que vienen frente a la más gran estabilidad política y apoyo popular que la Argentina ya ha vivido.

Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).
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