Samir Amin De Bandung (1955) a 2015: Viejos y nuevos desafíos

1. Bandung y el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL)

La Conferencia de Bandung expresó la voluntad de las naciones de Asia y África para reconquistar su soberanía y completar su independencia a través de un proceso de auténtico desarrollo coherente e independiente para el beneficio de todas las clases trabajadoras. En 1955 la mayoría de los países de Asia y Oriente Medio había reconquistado su soberanía en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, mientras que en otras partes, África en particular, los movimientos de liberación estaban en lucha para lograr ese objetivo.

Como recordaron los líderes de Bandung, la conferencia fue la primera reunión internacional de naciones no europeas (denominadas “de color”) cuyos derechos habían sido negados por el colonialismo / imperialismo histórico de Europa, EE.UU. y Japón. A pesar de las diferencias de tamaño, del trasfondo cultural y religioso y de las trayectorias históricas, estas naciones rechazaron juntas el modelo de globalización colonial y semi-colonial que las potencias occidentales habían construido para exclusivo beneficio propio.  Pero Bandung también manifestó la voluntad de las naciones de Asia y África de completar la reconquista de su soberanía, al entrar en un proceso de auténtica y acelerada búsqueda de desarrollo endógeno, que es la condición para participar en la conformación del sistema mundial en igualdad de condiciones con los Estados de los históricos centros imperialistas.

Como dijo el presidente Sukarno en su discurso, la conferencia congregó a países que habían optado por diferentes vías respecto a las formas y medios para alcanzar sus objetivos de desarrollo. Algunos (China, Vietnam del Norte, Corea del Norte) optaron por lo que llamaron “el camino socialista”, inspirado en el marxismo. Otros concibieron formas nacionales y populares específicas combinadas con reformas sociales progresistas (lo que podría ser identificado como proyectos “nacionales / populares”; los ejemplos incluyen a la Indonesia de Sukarno, la India de Nehru, el Egipto de Nasser; y posteriormente, muchos otros países). Todos estos países dieron prioridad a la diversificación e industrialización de sus economías, para salir de su confinamiento a permanecer como productores / exportadores de productos agrícolas y mineros.  Todos ellos consideraban que el Estado tenía que asumir una mayor responsabilidad en el control del proceso.  También consideraron que sus objetivos (en particular, su ingreso a la era industrial) podían eventualmente entrar en conflicto con las lógicas dominantes del sistema mundial; pero que estaban en una posición como para presionar al sistema global para que acoja sus demandas.  Sin embargo, un buen número de países que se adhirieron al MNOAL no adoptó una posición definida con respecto a ese planteamiento, y consideró posible perseguir el desarrollo en el marco de la implementación del sistema global.

Lo que se debería recordar aquí es que todos los países de Asia y África se beneficiaron de la existencia misma de MNOAL, más allá de la vía que habían escogido.  La solidaridad política iniciada por Bandung era rentable, en términos económicos.  Un país como Gabón, por ejemplo, no habría sido capaz de beneficiarse de una buena parte de la renta petrolera, si no fuera por la OPEP y MNOAL, que lo hicieron posible.  Por lo tanto, se puso énfasis en esa solidaridad política y los países del MNOAL apoyaron unánimemente las luchas (incluyendo la lucha armada) de los pueblos de las colonias restantes (tal el caso de las portuguesas, Zimbabue), como también aquellas contra el apartheid en Sudáfrica y la ocupación de Palestina.

La historia del MNOAL hasta la década de 1980 ha sido la historia de las luchas políticas y sociales internas dentro de cada país, precisamente en torno al eje como se definió anteriormente: ¿qué es una eficiente estrategia alternativa para lograr un real desarrollo político, social y económico?  Estas luchas se combinaron con los conflictos que operaban en el ámbito internacional, sobre todo el conflicto Este / Oeste. Sin embargo, en ningún caso se debe considerar las iniciativas adoptadas en Bandung y su despliegue por el MNOAL como una desventura de la Guerra Fría, según lo presentan los medios de comunicación occidentales, ayer y hoy.  La Unión Soviética se puso del lado de MNOAL y en diversos grados apoyó las luchas llevadas a cabo en Asia y África, en particular en respuesta a la agresión económica y a veces militar occidental.  La razón de esto fue simplemente que la Unión Soviética y China también fueron excluidas del eventual beneficio de participar en un patrón pluricéntrico verdaderamente equilibrado del sistema global.  En cambio, las potencias occidentales lucharon contra el MNOAL por todos los medios.  Por lo tanto, la opinión expresada por los medios occidentales de que el MNOAL ha perdido su significado con el final de la guerra fría, la descomposición de la Unión Soviética en 1990 y el distanciamiento de China de la vía maoísta, carece de sentido: se mantienen los desafíos que la globalización desigual representa.  Bandung y el MNOAL fueron combatidos por los países imperialistas.  Las fuerzas reaccionarias locales organizaron golpes de Estado, con el apoyo de las intervenciones extranjeras, que pusieron fin a una serie de sistemas estatales y experiencias populares nacionales, inspirados en Bandung (en Indonesia, Egipto, Malí, Ghana y muchos otros países).  Las crecientes contradicciones internas propias del concepto de los socialismos históricos soviético y maoísta, así como las contradicciones específicas en cada una de las diversas experiencias populares nacionales, prepararon el terreno para la contraofensiva de la tríada imperialista.

Los logros alcanzados durante la era de Bandung y MNOAL han sido enormes e históricamente positivos, no obstante sus límites y deficiencias.  La opinión de que “Bandung falló”, como se expresa en los medios de comunicación occidentales, es simplemente una tontería.  Sin embargo, lo que se debe decir al respecto es que los sistemas de Bandung y el MNOAL, a pesar de sus logros, no fueron capaces de ir más allá de sus límites y gradualmente perdieron aliento, se fueron erosionando y, finalmente perdieron su contenido.

2. Un mundo sin Bandung ni MNOAL (1980-2010)

En Argel, en 1974, el MNOAL formuló un programa coherente y razonable (el Nuevo Orden Económico Internacional) para que los países del Norte asumieran los requerimientos de desarrollo en los países del Sur.  Estas propuestas fueron totalmente rechazadas por las potencias occidentales.  Los objetivos de la contraofensiva de la tríada imperialista se formularon en 1981 en la reunión del G-7 de Cancún, cuando Reagan declaró que “sabemos lo que necesitan mejor que ellos mismos”.  Se refería a los ajustes estructurales unilaterales, el desmantelamiento de los sistemas productivos nacionales, las privatizaciones y la apertura al saqueo financiero y el pillaje de los recursos naturales, es decir, el “consenso de Washington”.

No hay necesidad de recordar las trágicas consecuencias asociadas al despliegue del nuevo orden mundial imperialista para las sociedades de los tres continentes: por un lado, la súper explotación de mano de obra barata en las industrias deslocalizadas controladas por las multinacionales y la tercerización a través de industrias y servicios de propiedad local; por otro lado, el saqueo de los recursos naturales locales para el beneficio exclusivo de mantener la opulencia y el despilfarro en las sociedades del Norte.  Estos recursos no consisten sólo en petróleo, gas y minerales, sino que incluyen, cada vez más, las tierras agrícolas (“acaparamiento de tierras”), el bosque, el agua, la atmósfera y el sol.  En ese sentido, ahora ha pasado a primer plano la dimensión ecológica del reto.  Este patrón de “desarrollo lumpen” ha generado un dramático desastre social: aumento de la pobreza y la exclusión, la transferencia de la población rural desposeída a barrios marginales y actividades de supervivencia informales, el desempleo, especialmente de la juventud, la opresión de las mujeres, etc.  Los sistemas productivos nacionales consistentes, que habían comenzado a construirse en la era de Bandung, se desmantelan de manera sistemática y se destruyen los embriones de los servicios públicos razonables (salud, educación, vivienda, transporte).

Protestar en contra de estas miserias no es suficiente.  Se debe entender los procesos que han creado estas regresiones; y ninguna respuesta eficiente a este reto puede formularse sin un análisis riguroso de las transformaciones del capitalismo en los centros del sistema, es decir, los procesos de concentración del capital y la centralización de su control, de la financiarización.  En tales circunstancias, los medios convencionales de medición del desarrollo han perdido significado: una sociedad afectada por este patrón de desarrollo lumpen todavía puede disfrutar, en algunos casos, de altas tasas de crecimiento, basado en el saqueo de los recursos, asociado a un efecto de goteo restringido al enriquecimiento de una pequeña minoría.  Simultáneamente, el control centralizado del sistema productivo por el capital monopólico financiero ha dado lugar al control de la vida política por las oligarquías, aniquilando el significado de la democracia representativa.

Sin embargo, en el marco de ese desastre global, algunas sociedades del Sur han sido capaces de aprovechar el nuevo orden mundial de la globalización más profunda, e incluso parecen estar “emergiendo” en ese marco como exportadores exitosos de bienes manufacturados. Estos éxitos alimentan a su vez la ilusión de que un proceso de este tipo, respetuoso de los fundamentos de la acumulación capitalista y los mercados globalizados, se puede mantener. Un análisis de los crecientes conflictos entre estas economías emergentes exitosas y la tríada imperialista (sobre el acceso a los recursos naturales, en particular) debe tenerse en cuenta, así como un análisis de los desequilibrios internos asociados a estos procesos.

El desastre social produce un desastre político no menos dramático. El MNOAL había tenido éxito en el pasado en el mantenimiento de un grado de policentrismo en la gestión de la política internacional, que ha sido destruido por el neoliberalismo globalizado.  La legitimidad de la comunidad internacional representada por la ONU, MNOAL, G77 más China, ha sido anulada por una autoproclamada "comunidad internacional", que se reduce al G-7 y un pequeño número de "amigos" selectos (en particular, Arabia Saudita y Qatar, ¡que no son precisamente modelos de repúblicas democráticas!)  Las intervenciones financieras, económicas y, finalmente, militares son orquestadas por esta así llamada "comunidad internacional", negando de nuevo los derechos soberanos de todos los pueblos de Asia, África y América Latina.

3. Hacia un renacimiento del espíritu de Bandung

La primera ola de renacimiento de los Estados y las naciones de Asia y África, que dio forma a grandes cambios en la historia de la humanidad, se organizó en el espíritu de Bandung en el marco de los países No Alineados de cara al colonialismo y al neocolonialismo, el patrón de la globalización en ese momento.  Ahora, las mismas naciones, así como las de América Latina y el Caribe, enfrentan el reto de la globalización neoliberal, cuya naturaleza es igualmente desequilibrada.  Por lo tanto, deben unirse para enfrentar el reto con éxito como lo hicieron en el pasado.  Con esa perspectiva, ellos alimentarán una nueva ola de resurgimiento y progreso de los tres continentes.

El MNOAL unió a las naciones de Asia y África solamente. Los Estados de América Latina, con la excepción de Cuba, se abstuvieron de unirse a la organización.  Las razones de ese fracaso se han registrado: 1) los países latinoamericanos fueron formalmente independientes desde principios del siglo 19 y no compartían las luchas de las naciones de Asia y África para reconquistar su soberanía; 2) la dominación estadounidense del continente a través de la doctrina Monroe no fue impugnada por los gobiernos de ningún país (excepto Cuba); la Organización de los Estados Americanos incluyó al amo (EE.UU.) y por esa razón Cuba la calificó como "el Ministerio de colonias de los EE.UU."; 3) las clases dominantes, de "extracción Europea", miraron a Europa y los EE.UU. como modelos a imitar.  Por estas razones el intento de construir una "Tricontinental" no tuvo éxito: se unieron solamente movimientos en lucha (lucha armada, a menudo), pero fue rechazada por todos los gobiernos en el continente en ese momento.

Eso ha cambiado: 1) los países de América Latina y el Caribe han establecido recientemente su propia organización (CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe), con exclusión de EE.UU. y Canadá, y por lo tanto han rechazado formalmente la doctrina Monroe; 2) los nuevos movimientos populares han creado una conciencia respecto al carácter plurinacional de sus sociedades (amerindios, de extracción europea, antepasados africanos); 3) estos movimientos también han puesto en marcha estrategias de liberación del yugo del neoliberalismo, con cierto éxito que podría superar, en algunos aspectos, lo que se ha logrado en otros lugares del Sur.  Por lo tanto, la reactivación de la MNOAL ahora debe incluirlos y llegar a ser un frente Tricontinental.

El eje en torno al cual los Estados y naciones de los tres continentes deberían organizar su solidaridad en la lucha puede formularse como la construcción de un frente común contra la globalización imperialista neoliberal desequilibrada.

Hemos visto que los Estados que se reunieron en Bandung mantuvieron diferentes puntos de vista con respecto a las formas y los medios para derrotar la dominación imperialista y avanzar en la construcción de sus sociedades; sin embargo, fueron capaces de superar esas diferencias para hacer frente satisfactoriamente el reto común.  Hoy es igual.  Los gobiernos en los tres continentes, así como los movimientos populares en lucha, mantienen grandes diferencias en sus formas y medios para enfrentar el mismo desafío renovado.

En algunos países se desarrollan proyectos "soberanos", que asocian políticas estatales activas destinadas a construir metódicamente un sistema industrial productivo moderno y consistente, apoyado en una capacidad exportadora agresiva.  Los puntos de vista con respecto al grado, el formato y la eventual regulación de la apertura al capital extranjero y los flujos financieros de todo tipo (inversiones extranjeras directas, inversiones de cartera, inversiones financieras especulativas) difieren de un país a otro y según los momentos.  Las políticas implementadas en relación con el acceso a la tierra y otros recursos naturales también ofrecen una amplia gama de diferentes opciones y prioridades.

Encontramos diferencias similares en los programas y acciones de los movimientos populares en lucha contra los sistemas de poder vigentes.  Las prioridades cubren un amplio espectro: derechos democráticos, derechos sociales, cuidado ecológico, asuntos de género, políticas económicas, el acceso de los campesinos a la tierra, etc.  En unos pocos casos, se intenta reunir las diferentes demandas en un plan estratégico de acción común.  En la mayoría de los casos poco se ha logrado en esa perspectiva.

Una variedad tan amplia de situaciones y actitudes ciertamente genera problemas para todos; y puede incluso generar conflictos entre los Estados y / o entre compañeros de ruta. (Traducción ALAI)

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Samir Amin es presidente del Foro Mundial de Alternativas; director del Foro del Tercer Mundo; economista egipcio y científico político; autor de numerosos libros.

Artículo publicado en la edición 504 (mayo 2015) de la revista América Latina en Movimiento, “60 años después: Vigencia del espíritu de Bandung”,  http://www.alainet.org/es/revistas/169851
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