¿Avanza soterrado el fascismo del siglo XXI?


Jean Batou

Viento Sur, 2 de junio de 2014
  

Las elecciones al Parlamento europeo del 25 de mayo pasado han estado marcadas por un fuerte ascenso de la derecha eurófoba y racista, alimentada por las corrientes de extrema derecha. Sus mejores resultados los han obtenido el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), 27,5% de votos, el Partido del Pueblo en Dinamarca, 27,6%; el Front Nacional en Francia, 24,9% y el Partido de la Libertad Austriaco en Austria, 19,7%. Aunque no podemos dejar de lado la reciente progresión de los Demócratas suecos (9,7%) y de Alternativa para Alemania (7%). Beppe Grillo, el dirigente del Movimiento 5 estrellas, (21,1%), también muestra algunas afinidades con algunas de estas formaciones. En cuanto a los partidos abiertamente fascistas de la periferia europea, como Jobbik en Hungría (14,7%) y Amanecer Dorado en Grecia (9,4%), se trata de casos un tanto diferentes. Por último, habría que anotar, que a pesar de las exageraciones difundidas por la propaganda rusa y retomadas por la prensa occidental, en las elecciones presidencias en Ucrania, los dos candidatos de extrema derecha juntos no han obtenido entre todos más que el 2,3% de los votos…

Partidos antiinmigración

¿Cuáles son los denominadores comunes de estas fuerzas políticas? En primer lugar, denuncian la inmigración como la principal responsable de la explosión del paro, de los gastos sociales y de la "inseguridad". También ponen en cuestión la libre circulación de las personas en el interior de la UE; de ahí que hayan saludado unánimemente el éxito de la iniciativa de la Unión Democrática del Centro (UDC, derecha nacionalista) "contra la inmigración masiva" en Suiza, el 9 de febrero pasado. Esto no quiere decir, sin embargo, que todas ellas estén contra la UE. Al mismo tiempo, se reivindican de un imperialismo desacomplejado, que pone al día un discurso racista y utiliza la islamofobia para atacar la inmigración extraeuropea. Los sectores fascistas que anidan en ella tampoco dudan en desarrollar una fraseología antisemita a través de canales más discretos y bajo formas sutiles. Estos sectores constituyen ya una amenaza física para la inmigración, las minorías sexuales y, también, para los militantes solidarios, como lo mostró hace un año el asesinato de Clément Méric en Francia

Estos partidos está a favor de la economía privada y de la libre empresa. Apuestan por la liberalización del mercado laboral y la reducción de impuestos a las empresas, en particular a la pequeña y mediana empresa. Defiende la salida del euro y el establecimiento de barreras comerciales para relanzar la economía nacional. Proponen medidas demagógicas para las rentas bajas pero excluyen el aumento del salario mínimo, que quieren abolir, y pretenden garantizar la protección social de los nacionales. Apoyan el productivismo nacional sin ninguna consideración medioambiental. Por otra parte, el FN pone en duda el calentamiento climático y el UKIP quiere prohibir este tema en las escuelas británicas. Multiplican las declaraciones a favor de la familia, de las amas de casa y de la educación tradicional. Partidarios del "orden moral", no dudan en halagar la homofobia. Defensores del Estado punitivo, abogan por la pena de muerte "para los crímenes más odiosos".

Articular las culturas históricas de la derecha

Dicen que están contra el sistema, es decir de los partidos gubernamentales, sean conservadores o socialdemócratas. "Como señala Richar Seymour en Inglaterra, lo que cimenta los elementos discordantes del UKIP es la ideología socialmente paranoica de la derecha dura [para la que] … la UE es un complot socialista concebido por eurócratas que viven a expensar de la pequeña empresa, alientan la inmigración y el Estado de bienestar." (Red Pepper, set. 2013). Tras la caída del Muro de Berlín iniciaron una cruzada contra la U(E)RSS y deben su éxito a la capacidad de articular las culturas históricas de la derecha nacionalista, militarista, colonialista, racismo, sexista, homófoba, autoritaria, clerical, conservadora, libertaria, antisocialista, etc.

Actualmente seducen a un electorado de masas que proviene de amplios sectores de asalariados y de las clases medias que, en parte, desertan de los partidos socialdemócratas y de la derecha tradicional. En efecto: contribuyen a radicalizar hacia la derecha la cólera suscitada por la demolición social actual, que los partidos en el poder desarrollan con celo. Individualizan el mundo del trabajo reduciéndolo a un cuerpo electoral de "gente blanca" cabreada y, sobre todo, lo dividen entre extranjeros y nacionales, gentes de color y blancos, parados y empleados, jubilados y activos, hombres y mujeres, etc. De ese modo desvían toda respuesta colectiva, lo que puede ser un activo importante para la burguesía, sobre todo en un país como Francia, en el que la medicina de la austeridad programada en nombre de los criterios de Maastricht se anuncia extremadamente severa.

Las nuevas caras de la barbarie

El fascismo de los años 20-30 construyó organizaciones de masa que sirvieron de escoba a los sectores más agresivos del capital para conjurar las amenazas revolucionarias de la época, destruir las organizaciones obreras, suprimir los derechos democráticos y reducir constantemente los costes laborales. Hoy en día, salvo en Grecia, donde Amanecer Dorado se refiere explícitamente a ese modelo, es evidente que no estamos en esa situación. Pero en el resto de Europa, ¿cómo puede servir la actual derecha nacional-populista a las clases dominantes, cuando la izquierda política y sindical está hecha un desastre? teniendo en cuenta lo que significan las regresiones sociales que tiene en perspectiva, entre las que las del Sur de Viejo Continente son un anticipo, probablemente les resulta más útil de lo que se podría pensar. En efecto, se trata nada menos que de privar a la gente asalariada, numéricamente más fuerte que nunca -el famoso 99%- de sus principales conquistas sociales y democráticas del siglo XX, consideradas, con razón, como elementos de civilización; todo ello porque el famoso 1% las considera aún muy costosas, a pesar de los sacrificios impuestos a lo largo de los últimos 30 años.

¿En qué consisten estas conquistas? En primer lugar, la percepción de que los salarios deben servir para vivir "dignamente"; es decir, cubrir una serie de necesidades que van más allá del mínimo fisiológico: dieta diversificada, ropa de calidad, bienes de consumo duraderos, ocio, cultura, etc. Por otra parte, la convicción de que el salario indirecto, es decir la Seguridad Social (enfermedad, invalidez, paro, jubilación, etc.) constituye una cuestión central para una parte muy grande de la población que no dispone de ningún medio producción, de subsistencia o de autoconsumo. En segundo lugar, la certeza que la subvención de los servicios públicos (educación, sanidad, vivienda social, transporte, etc.) a través de impuestos progresivos responde a una exigencia elemental. Y, por último, cuando todo esto está puesto en cuestión por la "dictadura de los mercados", respaldado por instituciones cada vez más opacas y autoritarias, la idea que es preciso luchar por una "democracia real aquí y ahora".

¿Cómo hacerle frente?

Incluso si hoy en día la mayor parte de las organizaciones tradicionales del viejo movimiento obrero aceptan de hecho los planes de austeridad extremadamente brutales en nombre de los "imperativos" de la competitividad de las empresas nacionales, su debilidad relativa no les permite convencer a los trabajadores y trabajadoras de dejarse llevar al matadero sin resistir. Los trabajadores y trabajadoras continúan profundamente aferrados al valor adquirido por su fuerza de trabajo, fruto de una larga evolución histórica, marcada por numerosas luchas que, por ello, el capital no puede reducirlas tan radical y rápidamente como lo desearía. Precisamente, la derecha nacional-populista en la medida que justifica la imposición de condiciones de vida fuertemente degradadas a sectores amplios de las capas populares -a las y los sin papeles, a la gente de color, a la juventud precaria, a la gente jubilada, a las mujeres- reduciendo el valor de sus salarios, contribuye a ese trabajo de zapa. Del mismo modo haciendo apología del ama de casa, mientras que para la gran mayoría de asalariados/as, dos salarios se han convertido en indispensables para mantener la familia, justifica el incremento del trabajo doméstico gratuito (cuidados) que permite reducir los costos de reconstitución de la fuerza de trabajo. En fin, al organizar a sectores populares con los cuales los partidos tradicionales ya no tiene vínculos orgánicos, se prepara para responder en la calle a las luchas sindicales a los movimientos sociales y la izquierda combativa.

Un proceso de aculturación de esta amplitud es inconcebible sin un grado elevado de violencia física y moral, en particular hacia las mujeres, que sería el precio a pagar para semejante retroceso civilizatorio. Para llegar a ello, además del Estado, el capital puede tener necesidad de fuerzas de apoyo en el seno de la sociedad civil. En este sentido, no resulta infundado hablar de una nueva amenaza proto-fascista para la Europa del siglo XXI, a condición de subrayar que sus formas podrían ser bastante diferentes de las del pasado. Para conjurarlo, nada sería peor que repetir los mismos esquemas que fracasaron en los años 30. Por lo tanto es necesario evitar dos escollos: el primero, el del "frente republicano" con los partidarios del desmantelamiento social, se llamen "socialdemócratas" o "centro derecha"; en segundo lugar, el de la división de los movimientos populares de base y el de las listas electorales antiliberales que se oponen a esas políticas.

Ese frente único para satisfacer las necesidades sociales, contra la austeridad capitalista y para oponerse a la derecha nacional-populista, debe construir un espacio a la lucha antirracista, integrando plenamente a las y los inmigrantes en sus movilizaciones, en una perspectiva internacionalista. Debemos denunciar las medidas adoptadas por Frontex al servicio de la Europa-fortaleza, al igual que las leyes cada vez más restrictivas adoptados por los Estados europeo, en base a la iniciativa o con el apoyo de los partidos social-demócratas. El combate de las y los emigrantes contra su internamiento arbitrario y su expulsión y contra las humillaciones y el trabajo esclavista al que son sometidos a menudo es también el nuestro. Esta convergencia en la acción no podrá reforzarse sin afirmar claramente su dimensión transeuropea: más allá de sus límites y su alcance sobre todo electoral, es una cualidad que es preciso reconocer a la lista "L’Altra Europa con Tsipras", que ha obtenido el 4% de los votos en las elecciones europeas en Italia. Sin embargo, el compromiso de tales fuerzas a resistir sobre una base común no implica en ningún caso la negación de la autonomía de cada una de ellas en la definición democrática de sus objetivos de lucha, de sus repertorios de acción y de sus orientaciones políticas.

31/05/2014

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