La CELAC ante el desafío de la desigualdad


El Economista de Cuba, Cira Rodríguez César

 Los esfuerzos e iniciativas aun no son suficientes por cuanto al cierre del 2013 en América Latina y el Caribe todavía 47 millones de personas sufrían hambre y en situación de pobreza había unos 164 millones (27,9 por ciento de la población)


Cuando los representantes de los 33 países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) se reúnan en La Habana, los días 28 y 29 de este mes, tendrán ante si la urgencia de trazar políticas que desafíen la pobreza y la desigualdad reinante en la región.

Unas pocas cifras extraídas de estadísticas oficiales muestran cuan importante serán los acuerdos derivados de esta cita: la población total de ese bloque ronda los 600 millones de habitantes, de los cuales 164 millones viven en situación de pobreza y de ellos 68 millones en extrema pobreza o indigencia, cifra que constituye el 11,5 por ciento de los habitantes de la región.

 Comprensible es entonces que todos los presentes en el foro tengan como tema central la lucha contra la pobreza, el hambre y las desigualdades, en lo cual aunque falta mucho por alcanzar hay algunos avances.

En 2005 los países de América Latina y el Caribe dieron un paso decisivo en el combate contra el hambre al comprometerse a erradicar la subnutrición antes del 2025 a través de la Iniciativa América Latina y Caribe sin Hambre (ALCSH).

A partir de esta fecha esa propuesta se convirtió en un referente mundial para acabar con el flagelo del hambre y con ella muchos países avanzaron en ese empeño con leyes, políticas y programas de seguridad alimentaria y nutricional con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO.

Dicha batalla por reducir una de las caras más triste de la pobreza ha posibilitado que la región disminuyera el número de personas que pasan hambre a casi la mitad en 13 años, lo cual es un ejemplo en la lucha contra ese problema.

Según la FAO, los que sufren ese flagelo en Latinoamérica y el Caribe pasaron de 65,7 millones en 1990-1992 a 47 millones entre 2011-2013.

En términos porcentuales, esto equivale a una caída del 14,7 por ciento de la población al 7,9 por ciento, lo que acerca a la región a cumplir el primer Objetivo del Milenio, que propone reducir a la mitad entre 1990 y 2015 las personas hambrientas.

Aunque el representante regional de la FAO, Raúl Benítez, considera esa cifra es aun inaceptable porque el único número de hambre que se puede tolerar es cero, lo cierto es que bien vale elogiar lo alcanzado como muestra de la voluntad para lograrlo.

Ello le ha valido a Latinoamérica colocarse a la cabeza de los esfuerzos globales para garantizar la seguridad alimentaria para todos.

Las condiciones están creadas pues la región produce suficientes alimentos para el doble de su población y tiene experiencias muy exitosas de programas de seguridad alimentaria, como Hambre Cero en Brasil.

Desde que arrancó la ALCSH ha impulsado políticas, programas, estrategias y leyes dirigidas a desaparecer la subnutrición, de ahí que ocho países en la región elaboraron legislaciones sobre seguridad alimentaria y cinco reconocieron el derecho a la alimentación en sus constituciones.

ESFUERZOS E INTERESES COMUNES

Entre los esfuerzos continentales sobresalen los de la Celac, que no solo asumió al hambre y la pobreza como desafíos regionales sino que adoptó un plan de acción con respaldo de Naciones Unidas.

Cabe destacar que las naciones con éxito en esa lucha son los que han aplicado un enfoque de doble vía, consistente en ayudar a los más vulnerables con acciones directas, como transferencias condicionadas o programas de alimentación escolar, al tiempo que se generan condiciones a largo plazo para que esos grupos puedan salir de la pobreza.

Por ese camino hay ejemplos de países exitosos en la lucha contra el hambre, y no necesariamente de un mismo perfil político; tales son los casos de Brasil, Venezuela, Nicaragua, Perú y Chile.

Hay otros que necesitan ajustar más sus programas y vencer mayores obstáculos como Haití, Guatemala, Paraguay, Nicaragua y Bolivia. Para ellos hay planes especiales para garantizar la seguridad alimentaria de una gran parte de la población.

Mientras en algunos como Cuba y Venezuela, grandes importadores de alimentos, aunque no existe hambre o es inferior al cinco por ciento, tienen aun enormes potenciales de crecimiento productivo por explotar.

No obstante, los esfuerzos e iniciativas aun no son suficientes por cuanto al cierre del 2013 en América Latina y el Caribe todavía 47 millones de personas sufrían hambre y en situación de pobreza había unos 164 millones (27,9 por ciento de la población).

 PENDIENTES HISTÓRICOS

 Recientemente la vicesecretaria de Relaciones Exteriores de México, Vanessa Rubio, expresó que es muy atinada la selección del tema central de la venidera Cumbre porque es el gran pendiente de América Latina y el Caribe.

"La región tiene avances en muchas materias, en infraestructura, en crecimiento, pero sigue quedando pospuesto lo que se refiere a pobreza, hambre e inequidad", afirmó.

También muy próximo a la cita de La Habana, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha reivindicado que la igualdad debe ser el principio ético normativo primordial y el objetivo último del desarrollo.

A tales efectos plantea que situar a la igualdad en el centro implica una ruptura con el paradigma económico prevalenciente en la región durante al menos tres décadas, cuyo resultado más palpable es que la porción más pobre (20 por ciento de los hogares con menores ingresos) capta en promedio cinco por ciento de los ingresos totales, mientras que el fragmento más rico captura 47 por ciento.

Sobre esa base la secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcenas, considera que asegurar los incontrarrestables logros sociales alcanzados, librar a la región de otro periodo de restricciones y penurias, demanda promover un conjunto renovado de reformas institucionales y políticas para una nueva senda de desarrollo sostenible con crecientes grados de igualdad.

 Condiciones existen para cambiar ese escenario: el pujante bloque de la CELAC es la tercera potencia económica a nivel mundial, además del mayor productor de alimentos del mundo y el tercer mayor productor de energía eléctrica.

 Latinoamérica y el Caribe son también, en conjunto, la zona con la mayor cantidad de materias primas estratégicas del mundo (bosques tropicales, biodiversidad, agua, minerales, hidrocarburos).

A ellos se suma que es el espacio más megadiverso del planeta, según la categoría que ofrece el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, con 40 por ciento de las especies animales y vegetales; el área mayor de bosques que protegen la biodiversidad del mundo y cerca del 50 por ciento de los bosques primarios del mundo, los más importantes en biodiversidad y conservación (supera los 663 millones de hectáreas).

Por eso mucho tendrá que ver lo que acuerde la CELAC en su próxima reunión en las transformaciones de sus Estados miembros para aprovechar mejor todas esas potencialidades y recursos con novedosos mecanismos integracionistas, acordes con pensamientos humanistas y de colaboración, y así alcanzar la igualdad que demandan los latinoamericanos y caribeños.

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