Grecia: Qué hacer respecto a los asesinatos nazis


 Yanis Varoufakis

22/09/13 Sin Permiso

Cuando el rapero antirracista Pavlos Physsas fue muerto a puñaladas por matones nazis en las calles de Ketatsini, barrio de clase trabajadora cerca de Atenas, la sociedad griega se vio forzada a reconocer que no sólo había incubado el huevo de la serpiente sino que había creado una serpiente venenosa dispuesta a cobrarse un precio terrible. No contentos ya con acosar a los inmigrantes e intimidar a sus adversarios, los rufianes de Amanecer Dorado habían adoptado de manera calculadora una nueva táctica: desatar una violencia mortal contra activistas de izquierda, primero con un grupo de nueve miembros del Partido Comunista a los que mandaron al hospital y luego con el deliberado asesinato de Pavlos. 

La nueva estrategia de Amanecer Dorado debería entenderse en el contexto de dos motivos separados pero entrelazados.

En primer lugar, los matones nazis de Grecia intentaban sacarle partido a la táctica que ensaya el Gobierno de buscar legitimidad escudándose en la horrorosa estrategia de retratar al partido oficial de oposición, Syriza, como la ‘otra cara de la moneda de Amanecer Dorado’.  El gobierno de Samaras, una vez que ha demostrado que es pura filfa su Historieta del Éxito de Grecia, después de que otra gran empresa griega sacara sus oficinas centrales de Grecia, luego de que el desempleo haya experimentado otro empujón hacia arriba, con el programa de ajuste fiscal (en cuyo altar se ha sacrificado a millones de griegos) hecho jirones, ha visto el cielo abierto con el choque acérrimo entre la izquierda griega (de la que Syriza es fuerza principal) y Amanecer Dorado, una oportunidad maravillosa de presentarse como único bastión de estabilidad y paz en el país. Amanecer Dorado, perfecto sabedor de esto, ha visto la oportunidad de realizar las expectativas de la cleptocracia en el poder llevando de hecho a cabo una serie de ataques contra izquierdistas. El espíritu de la Guerra Civil, por la que Grecia sufrió de modo tan enorme en la segunda mitad de la década de 1940, ha vuelto así a hechizar a nuestra sociedad.

En segundo lugar, hace una semana o más, el principal corresponsal económico de la cadena televisiva Sky y del diario Kazimerini, Babis Papadimitriu, hizo en directo una afirmación extraordinaria. Debatiendo con un miembro de Syriza, preguntó: “Si su partido está pensando en solicitar un voto de confianza al Partido Comunista, ¿por qué no iba la Nueva Democracia de Samaras a buscar el apoyo de un Amanecer Dorado serio?” ¿Un Amanecer Dorado ‘serio’? Si bien Papadimitriu, con el que he aparecido en Sky numerosas veces, estaba repitiendo claramente el mantra del actual gobierno de coalición (a saber, que Amanecer Dorado y Syriza son rostros diferentes del mismo extremismo), provocó sin querer una violenta reacción en el seno de Amanecer Dorado. Tal como dejaron claro los responsables de Amanecer Dorado en su página en Red, se niegan, blanco sobre negro, a volverse ‘serios’, a ser cooptados por la Nueva Democracia conservadora. Aunque está claro que se muestran encantados de desempeñar el papel de mortales enemigos de Syriza, no van a mancillar su ‘purismo nazi’ con alguna idea de prestarle votos parlamentarios a Nueva Democracia. El horrendo asesinato de Pavlos Physsas sirvió en parte como señal de la determinación de Amanecer Dorado de no verse cooptada por Nueva Democracia. Al menos, no en los términos de Nueva Democracia.

¿Qué deberíamos hacer con esos matones?

Ahora que asistimos a funerales de izquierdistas como Physsas, es natural que un gran número de progresistas piensen que la solución al ‘problema’ de Amanecer Dorada consiste en criminalizar esa espantosa lata de gusanos. Pero me permito diferir. Y diferir con toda la fuerza de las que soy capaz.

Los nazis tienen dos aliados: primero, la desesperación de las masas desposeídas generada por la crisis económica que se autorefuerza, en conjunción con la incapacidad de la clase política de acabar con ella. En segundo lugar, la reacción temblorosa de aquellos de nosotros horrorizados por los nazis en un momento en el que rebosamos de rabia a la vista de sus víctimas  

Al mismo tiempo, dos son nuestros peores consejeros en asuntos constitucionales: el luto y la ira. La visión de los diputados Amanecer Dorado en el Parlamento, provocando y mofándose momentos después de que sus tropas de asalto hubieran asesinado a Pavlos Physsas, hace naturalmente que queramos dejar a ese ‘partido’ de rufianes fuera de juego, ilegalizarlos, expulsarlos del Parlamento merced a una ley del Parlamento.

¡Qué terrible error sería ése!

Nuestra diferencia básica con los nazis consiste en nuestra tolerancia respecto al otro, el Diferente, el Disidente.Nuestra diferencia básica con los Nazis es que rechazamos la idea de que tenemos derecho a suprimir (privadamente o por medio de la violencia del Estado), los genes, la idea o la sexualidad de aquellos con genes que difieren de los nuestros, quienes sostienen ideas que desdeñamos, o personas de una sexualidad que no compartimos o entendemos.

Por contraste, la noción básica que nos une, en oposición a los nazis e independientemente de nuestras diferencias, es la convicción de que, si bien su violencia e ideas merecen tolerancia cero por nuestra parte, no se les debería perseguir por sus creencias. Y aquí surge el problema: cómo combinar la Tolerancia Cero con los nazis sin criminalizar sus ideas y sin prohibir la participación de su desagradable partido en el proceso electoral. Indudablemente, no se trata de tarea fácil. Pero es imperativo que tratemos de llevarla a buen puerto.

Pues si no hacemos nada y continuamos, como sociedad, tolerando sus comedores populares (cuyo propósito consiste en excluir de los mismos a los inmigrantes hambrientos), sus amenazas a aquellos que no bajan la cabeza ante ellos, su violencia, etc., tendremos mucho de lo que responder ante futuras generaciones.

Al mismo tiempo, si nos escondemos tras una prohibición legal de Amanecer Dorado y consentimos la criminalización de sus ideas y activismo político, le habremos hecho un regalo substancial a los nazis, al haber aceptado, de facto, la idea de que la mayoría tiene derecho a suprimir las ideas y el activismo político legal de aquellos que disgustan a la mayoría.

La criminalización de las ideas y los partidos nazis constituye, en última instancia, no sólo un modo ineficaz de luchar contra ellos sino también una derrota ideológica por parte de los demócratas. Es la ‘solución fácil’. Y como siempre sucede, una ‘solución fácil’ nunca es una verdadera solución.  

¿Qué alternativa tenemos? Tenemos la alternativa, como sociedad, como vecinos, como ciudadanos, de poner en práctica el principio de Tolerancia Cero a lo largo y ancho de nuestro país. 

Sueño con una Grecia en la que, cada vez que los matones de Amanecer Dorado se atrevan a distribuir sus panfletos, en un mercado agrícola, en los peajes de autopista, en los patios de los colegios, miles de griegos se reúnan para abuchearles, para ponerles en jaque. Sin temor o pasión. Decididos pacíficamente a encarar sus tendencias violentas y abochornarlas hasta someterlas.

Sueño con un Parlamento en el que la Tolerancia Cero con los nazis la practiquen todos los diputados que no son nazis, de derechas y de izquierdas, lo mismo los defensores del paquete de austeridad gubernamental que sus ardientes opositores. Sin ningún interés en jugar a juegos de estrategia para permitir que los nazis nos dividan y dominen así de forma substantiva.  

Naturalmente, esa postura de Tolerancia Cero con los nazis requiere un trabajo duro. Nos expone al peligro cuando nos vemos cara a car con los amantes de la fuerza bruta y la violencia al desnudo. Nos exige que nos convirtamos en ‘incomodados’. 

Por estas razones, es comprensible que muchos prefieran la ‘nacionalización’, la solución de  Estado  al ‘problema’ nazi: la prohibición legal del partido Amanecer Dorado. Sin embargo, en este campo de conflicto contra el auténtico mal, no hay espacio para soluciones estatistas. La peor pesadilla de la humanidad, es decir, el nazismo, debe combatirse sobre la base de iniciativas particulares y una acción colectiva espontánea por parte de ciudadanos que de forma autónoma, pero también cooperativa, decidan levantar un Muro de Intolerancia frente a los nazis, sin recurrir a la ‘fácil’ solución de pedir al Estado que mate a esta particular serpiente.

Yanis Varoufakis es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Actualmente enseña en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su último libro, El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, acaba de ser publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

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