Brasil: los BRICS también crujen. DossierGilberto Maringoni · Ricardo Antunes · Cristovam Buarque · Henrique Carneiro · ·  

23/06/13

Un rayo iluminó el paisaje social y político brasileño, que había permanecido calmo una década hasta el pasado lunes 17. La velocidad con que se expandió la protesta social, iniciada por jóvenes autoconvocados por las redes sociales bajo el nombre de Movimiento  Pase Libre (MPL) sacudió al gobierno, al conjunto de las clases rectoras y a los medios de comunicación tradicionales, entretenidos con la copa de las Confederaciones de fútbol en curso y encandilados hasta ese día con los próximos fastos de la Copa Mundial de fútbol y de las Olimpíadas. Cientos de miles de manifestantes en las calles de las principales ciudades del país cambiaron la agenda política y social y abrieron nuevos debates.  Más rápido en reflejos que varios de sus intelectuales orgánicos, el gobierno federal y los gobiernos locales dieron marcha atrás con el aumento de las tarifas del  transporte, el detonante de la crisis. La presidenta Dilma reconoció la justicia de la protesta callejera en materia transporte, salud, educación y seguridad.  El gobernador de Río Grande do Sul, Tarso Genro, que siempre fue una referencia de la izquierda del PT, advirtió sobre la importancia de la siempre aplazada reforma política e insistió en la perentoria necesidad de más democracia y transparencia en la gestión. En la misma línea,  Raul Pont (miembro del Consejo Editorial de SinPermiso) aseguró que el MPL  es  un movimiento "saludable, ciudadano,  que ha logrado movilizar con éxito a la población y cuyas victorias benefician a toda la sociedad".  Los obreros metalúrgicos organizados del ABC,  particularmente los de la región Este de San Pablo, se sumaron a las movilizaciones, al mismo tiempo que sus dirigentes se reunían con Lula  para discutir la coyuntura y el futuro de la acción sindical en Brasil. Como ocurre en la naturaleza, en los aluviones políticos también las aguas bajan turbias. Grupos de la ultraderecha aprovechan el río revuelto para ver qué pueden sacar de allí: sin embargo, poner el ojo en ellos  –como hacen os sectores menos inteligentes del oficialismo— es obnubilarse con el dedo que señala a la luna. La derogación del aumento del transporte, un triunfo incontestable del movimiento, estimula nuevas marchas a favor de ulteriores reivindicaciones y exigencias populares: salud, educación, seguridad, violencia policial, infraestructura pública básica, etc. Según la última encuesta de Datafolha, el 65 por ciento de los paulistas que participaron en las protestas dijeron que las mismas traían más beneficios que perjuicios. Ofrecemos aquí cuatro artículos que dan cuenta de las movilizaciones, de sus causas y de las opciones que se le plantean a la izquierda y a los movimientos sociales brasileños. Éstos: 



1)     Gilberto Maringoni: "Una noche de aquellas"

2)     Ricardo Antunes: "El fin del letargo"

3)     Cristovam Buarque: "Echar cuentas"

4)     Henrique Carneiro: "Protestas"





1) Gilberto Maringoni: Una noche de aquellas

São Paulo.– La noche de este lunes (17) tiene todo lo necesario para entrar en la historia.  Tal vez en los próximos días tengamos más claridad de lo que está sucediendo en el país. No es frecuente que las multitudes irrumpan en el centro de la escena política con exuberancia y bronca.  No se ha visto nada parecido desde las marchas por las Directas Ya, en 1984. 

Pero si la campaña que culminó en abril de aquel año conoció un crecimiento iniciado seis meses antes, con una pequeña protesta en la Plaza Charles Miller de san Pablo, la protesta actual comenzó hace menos de dos semanas.

Explosión popular 

Hasta el martes 11, las movilizaciones reunían a pocos miles de jóvenes en Sao Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Curitiba, Salvador, Maceió y Porto Alegre. La consiga era clara: contra el aumento de las tarifas. Los actos fueron castigados violentamente por truculentas acciones de la policía.

 Sólo después de la represión paulista del jueves 13, hubo la expectativa de que algo mayor podría suceder. Y este lunes superó todas las expectativas.

 Ahora hay un movimiento nacional, todavía sin una dirección clara, que suma repercusiones hasta en las colonias de  brasileños en el extranjero. 

 El móvil inmediato de la lucha sería el aumento en las tarifas del transporte público en algunas ciudades. Pero no en todas. En Brasilia, por ejemplo, un lugar de formidables movilizaciones no es ese el motivo.

 Si analizamos la situación empíricamente, vamos a ver que no hay ningún indicador objetivo que consiga captar el descontento que se manifiesta.

Encuestas de opinión y Economía 

Los sondeos de opinión que evalúan una pérdida de popularidad del gobierno federal, de hacen diez días, no demuestran nada excepcional. Aunque importante, la caída de ocho puntos deja  a la presidenta con niveles de aceptación muy altos. 

El retroceso en la tasa de empleo no es tan fuerte  hasta el punto de prender una luz amarilla en el gobierno. En el campo de la macroeconomía, hay nubes cargadas en el horizonte, que se traducen en la tendencia a un PIB mediocre al finalizar el año. Pero el consumo sigue en alza y no hay, aparentemente, una percepción generalizada de que estamos al borde de una crisis.

 Lo que retrocedió fueron las expectativas. Sin embargo, sería demasiado subjetivismo afirmar que cientos de miles de personas salen a las calles y se enfrentan con las fuerzas de seguridad en virtud de las expectativas sombrías para el mediano plazo.

Límites del Lulismo 

Hay  un descontento creciente con las obras de la Copa (Mundial de Fútbol) que ganó visibilidad con el inicio de la Copa Confederaciones. Obras faraónicas, que pronto serán elefantes blancos como el estadio Mané Garrincha, generan malestar. Esto se da  especialmente  cuando son comparadas con las deficiencias en los servicios públicos como el transporte, salud, educación y asistencia social (por cierto, una de las más creativas pancartas vistas en  la manifestación de São Paulo era: "¿Su su hijo enfermó?" "Llévelo para el Estadio").

Es posible que el descontento con la mala calidad de los servicios públicos tenga un peso relevante en la furia popular. Y tal vez estemos viendo los límites del Lulismo.

 Hay una pista en una de las campañas de publicidad montadas por los marquetineros de Fernando Haddad. Uno de los anuncios de campaña decía algo más o menos así: "con Lula,  tienes TV, coche, casa, heladera y electrodomésticos. De la puerta para adentro de la casa la vida cambió. De la puerta para afuera todavía no cambió".

Servicios de mala calidad 

De "la puerta para afuera" se refiere a los servicios públicos colapsados, horas perdidas en transportes caros y de pésima calidad, escuelas públicas carecientes de materiales y docentes  y las debilidades de la salud pública, sin dejar de mencionar un creciente clima de inseguridad pública en las ciudades. 

O sea, el Lulismo – como ha sido analizado por André Singer – aumentó la capacidad de consumo de los sectores que estaban prácticamente al margen del mercado, pero no amplió significativamente el acceso a derechos básicos de ciudadanía.

Si fuera eso, el momento es ideal para quien desea el cambio social.  Existe legitimidad para transformaciones más profundas de las que han sido realizadas en los últimos años, como la recuperación del valor del salario mínimo, elevar el nivel de empleo y políticas sociales focalizadas. Pueda ser que la expresión popular abra el espacio para una real distribución de la renta. 

Marco en disputa

Pero las movilizaciones están en disputa. El programa de la derecha se resume en decir que las movilizaciones tienen como causa la corrupción del gobierno de Dilma, como apunta la increíble revista Veja, en la portada de esta semana.

Los diversos grupos "movimientistas" y anarquistas que protestan contra la presencia de los partidos políticos en las concentraciones y apuntan toda la energía hacia la derogación de los aumentos o por una  tarifa cero. Pero son reacios a cualquier tentativa de organización del formidable impulso cívico desatado en los últimos días.

Brasil mejoró en varios aspectos en los últimos diez años, pero la naturaleza continúa siendo devastada, el caos se apodera de las ciudades, la reforma agraria no marcha, los grandes medios de comunicación se asociaron al gobierno federal, el sector financiero sigue exigiendo radicalización en la ortodoxia económica y la gestión de Dilma afirma su fe privatista. 

El hecho es que el movimiento despertó energías que ni los propios organizadores imaginaban que existían. 

Declaración al mundo 

De hecho,  la  presidenta dio muestras de perplejidad y la opción preferencial por lo obvio con la bombástica revelación que hizo al mundo la noche del lunes: "las manifestaciones pacíficas son legítimas y propias de la democracia. Es característico de los jóvenes manifestarse".

 En  San Pablo, Fernando Haddad se comportó como un político de horizontes limitados. Optó por fingir estar muerto el día de las manifestaciones.  

Geraldo Alckmin, responsable por la truculencia policial, realizó  un movimiento audaz y retiró el patrullaje de las calles. Dejó la tropa de choque acuartelada y dejó la ciudad casi literalmente en manos de los manifestantes. Todo podía ocurrir, inclusive nada. Fue esto lo que ocurrió. No hay ninguna noticia de depredación o acto de vandalismo de cierta monta esa noche, en São Paulo.  En eso, actuaron  de manera diferente gobernadores como Sergio Cabral,  Agnelo Queiroz y Tarso Genro, que pusieron las tropas en la calle.

Los acontecimientos de este segundo lunes cambiaron la coyuntura. En los próximos meses, las multitudes, según todos los indicios,  serán los actores centrales de la escena política. Pero no está claro que este volcán popular dirigirá sus energías. 

Gilberto Maringoni, periodista colaborador habitual de Carta Maior

Fuente: Carta Maior 18-06-2013



2) Ricardo Antunes: "El fin del letargo"

Nuestro país estuvo al frente de las luchas políticas y sociales en la década de 1980, consiguiendo retardar la implantación del neoliberalismo en Brasil haciendo que la llamada "década perdida" fuera, para los movimientos sociales y políticos populares, su exacto revés. 

En esos años, floreció un fuerte sindicalismo de oposición. Las huelgas caminaron en sentido inverso a las tendencias regresivas presentes en el mundo occidental. Nacieron  numerosos movimientos sociales. Se amplió la oposición a la dictadura militar. Se diseñó una Asamblea Nacional Constituyente y vivimos, en 1989, un proceso electoral que dividió Brasil en dos proyectos distintos.

La década siguiente fue avasalladora: neoliberalismo, reestructuración productiva, financierización, desregulación, privatización y desmonte. Cuando ocurrió la victoria política de 2002, con la elección de Lula, el escenario era profundamente distinto de los años 1980. Como la historia está llena de sorpresas, marchas y contramarchas, la elección de 2012 terminó por convertirse en la victoria de la derrota. 

Oscilando entre gran continuidad con el gobierno de FHC y poco cambio, pero ninguno con sustancia, el primer mandato de Lula terminó de modo desolador, lo que lo obligó a hacer cambios de ruta, siempre con mucha moderación y ninguna confrontación. Bolsa Familia y altísimas ganancias bancarias; aumento del salario mínimo y enriquecimiento creciente en la cumbre; nada de reforma agraria y mucho incentivo para el agro-negocio.

Nuestro hombre duplicado renació de las cenizas en el segundo mandato. Terminó el gobierno en alza: al mismo tiempo en que construyo su sucesor, desorganizó la casi totalidad del movimiento opositor. Era difícil oponerse al  ex  líder metalúrgico, cuya densidad fuera sólidamente construida en los años 1970-1980.

Quien se acuerda  de su situación en 2005, atascado en el "mensalâo" /1/, y del que se recuerda al fin de su mandato, en 2010, sabía que estaba frente a una variante  de las más destacadas de político.  Si  Dilma, su criatura política – una especia de gestora de hierro – supo vencer en las elecciones, podemos aquí, en este mismo espacio, recordar que algo mayor le faltaba: la densidad social, que a Lula le sobraba.

 Con paciencia, espíritu crítico y mucha persistencia, los movimientos populares habrían de superar ese difícil ciclo. Terminarían por percibir que, más allá del crecimiento económico, del mito faccioso de la "nueva clase media", hay una realidad profundamente crítica en todas las esferas cotidianas de los asalariados. En la salud pública vilipendiada, en la enseñanza pública depauperada, en la vida absurda de las ciudades, abarrotadas de automóviles por los incentivos anti-ecológicos del gobierno del PT. En la violencia que no para de crecer y en los transportes públicos, relativamente más caros (y precarios) del mundo.  En la Copa "blanqueada", sin negros y pobres, en los estadios que enriquecen constructoras y que, en el caso del Engenhâo /2/  se está desmoronando; en los asalariados que se endeudan en el consumo y ven sus salarios evaporarse;  en el foso colosal existente entre las representaciones políticas tradicionales y el clamor de las calles. En la brutalidad d ele Policía Militar de Alckmin y Haddad. Eso ayuda a comprender por qué el movimiento por el pase libre encuentra tanta acogida en la población. Estamos sólo comenzando.

1: así llamado el escándalo que estalló en 2004 en el gobierno de Lula, por el que fueron procesados colaboradores del gobierno de Lula y parlamentarios de la oposición. 

2: como se conoce popularmente el Estadio Olímpico Joao Havelange, en Río de Janeiro. 

Ricardo Antunes, profesor titular de Sociología en la Universidad Estadual de Campinas (UNICAMP) y autor de Riqueza y Miseria del Trabajo en el Brasil. 

Fuente: Folha de São Paulo.  20/06/2013 



3) Cristovam Buarque: "Echar cuentas"

Hace ocho años la población de Brasil se dedica a la construcción de estadios para la realización de la Copa. No se puede esperar diferente en un país que ya fue llamado una "patria del fútbol".  La población del Distrito Federal, por ejemplo, todavía no tiene equipos que atraigan a los aficionados, pero está deslumbrada con un estadio monumental para 71 mil espectadores a un costo superior a los R$ 1,6 mil millones. Sin embargo, pocos, han hecho las cuentas de lo que significa este costo.

La obra costó  800 Reales para cada uno de los brasilienses. Considerando sólo los adultos, el costo aumentaría a unos  3.000 Reales para cada persona. Si se considera el dinero que dejó de ir a los 208 mil residentes más necesitados, con ingresos de hasta un salario mínimo mensual, el costo fue de aproximadamente 8.000 Reales más o menos un año de trabajo de cada uno de ellos. Si cada brasiliense supiese que este valor salió de su bolsillo y conociese sus usos alternativos, la euforia con el estadio no sería tan grande.

Con los recursos gastados en el estadio sería posible financiar la formación de 6.800 ingenieros de excelencia, desde el primer grado de primaria en súper escuelas de calidad internacional, al costo  de  9.000 Reales por alumno al año, pagando  9.500 Reales por mes para cada maestro, hasta el final del curso en ingeniería de excelencia, en cursos universitarios de excelencia iguales a los del Instituto Tecnológico de Aeronáutica (ITA). Este número es mayor que la suma de todos los ingenieros que se han formado ya en el ITA en sus 64 años de funcionamiento. Además de eso, la formación sería pública, igual para los hijos de los más pobres y de los más ricos que tengan vocación y persistencia.

Si consideramos que cada uno de estos profesionales contribuiría al desarrollo del país y generaría un ingreso igual o superior al salario, tomando a los efectos de la simulación de la cantidad de R$ 20.000 por mes, la cantidad generada a lo largo de más de 35 años de trabajo, daría lugar a ingresos de aproximadamente R$ 63,6 mil millones. Algo equivalente a 40 estadios similares al nuevo Mané Garrincha  del Distrito Federal. Más importante aún es que esos profesionales servirían como base para el desarrollo científico y tecnológico que Brasil  tanto necesita.

Si tenemos en cuenta el costo de todos los 12 estadios de la Copa del mundo, actualmente presupuestados en R$ 7,2 mil millones, y que seguramente será mayor, formaríamos unos 30.400 científicos y tecnólogos de la más alta calidad. Por más beneficios que traiga la Copa del Mundo, no hay duda que invertir en Ciencia y Tecnología sería un mejor uso del dinero para la construcción del futuro del país. Algunos dicen que aproximadamente unos 4 mil trabajadores recibirán sus salarios por tener empleos generados directamente por la obra en el D.F., sin embargo ellos podrían ganar lo  mismo construyendo hospitales y escuelas. Podemos decir también que los Estadios van a permitir actividades deportivas y culturales, pero esto ya sería posible con pequeñas mejoras en los actuales.

Brasil tiene muchos problemas, pero uno de los más graves es no hacer cuentas.

Cristovam Buarque, ex ministro de Educación, senador y profesor de la UnB.

Fuente: SinPermiso, 18-06-2013   



4) Henrique Carneiro: "Protestas"

Una revolución es cuando el pueblo invade el escenario en que se decide su propio destino y comienza a ser protagonista principal por medio de acciones de masas.

Brasil nunca tuvo una revolución. Todas las transiciones en este país, desde la Independencia hasta la proclamación de la República fueron acuerdos entre las elites con poquísima o ninguna participación del pueblo. 

Los movimientos que adoptaron el nombre de "revolución" fueron también acciones de sectores de la burguesía y de los militares. Como en 1930 y 1964.

Nunca el pueblo derrocó un gobierno de forma revolucionaria en el Brasil. El Fuera Collor  fue un movimiento controlado por el sistema político que consiguió que el pueblo soportara al vice de Collor, Itamar.

Nunca el sistema político brasileño fue realmente cuestionado por un proceso revolucionario. El ascenso del PT al poder fue el resultado de una enorme ola huelguística que, después de la elección de Lula, fue anestesiada por la expectativa del nuevo gobierno.  

El PT con dos mandatos de Lula y un medio mandato de Dilma consiguió ocultar la reprimida insatisfacción social por medio de una combinación entre asistencialismo social a los más pobres y alianza con la gran burguesía tradicional, que nunca ganó tanto.

La frustración con las promesas de cambio del PT son el motor de la explosión social actual.

El sistema de transporte es una faceta de las carencias estructurales del país que no fueron cambiadas, pero el desencadenante real del 17 de junio reside en otro legado de la dictadura que continúa presente: ¡el sistema policial militar!

¡El gran grito del 17 de junio fue contra la represión de la PM a las manifestaciones de masa!

Estos dos motivos son causas populares y democráticas. Derogación del aumento y contra la represión de la PM.

Ante esta situación, ahora la gran pregunta es: ¿A dónde vamos?

La derogación de los aumentos de las tarifas, a esta altura, me parece inevitable. Los gobiernos van a tener que entregar 20 centavos para no perder los mandatos.  Pero ¿después de eso?

La gran cuestión para el movimiento es cómo construir un programa de exigencias además de la derogación del aumento y cómo constituir una forma orgánica de articulación popular… ¿Cuál va a ser el foro popular para ese movimiento?

En relación al contenido programático del movimiento, es obvio que él no se reduce solamente al tema del transporte colectivo. El impacto del terremoto político es tan grande que los medios tratan de reorientarse hacia una tentativa de despolitizar el movimiento, apoyándose en un justo sentimiento de repudio al sistema político en su conjunto, como "el que se vayan todos" de la Argentina, para apuntar a que el movimiento es contra los partidos en general, especialmente los de la extrema izquierda.

El mayor horror de la burguesía es que el movimiento se incline hacia la adhesión a propuestas revolucionarias socialistas. Para eso, los medios se lanzan desesperadamente a la demonización de la izquierda revolucionaria y a la tentativa de jugar con el espíritu anarquista de los jóvenes contra cualquier organización de izquierda. ¡Vístanse sólo de blanco y solamente canten el himno nacional y prohíban las banderas rojas de los partidos radicales, es la letanía de una prensa que vio por primera vez en la historia el cerco a la red Globo por la multitud furiosa!

El Movimiento Pase Libre (MPL), en la participación de la Roda Viva, sostuvo una posición correcta de mantenerse intransigente en la reivindicación de la derogación del aumento, que, obviamente, no puede ser negociada.

Pero en la perspectiva estratégica faltaron dos cosas:

La primera es no cuestionar la existencia de la propiedad privada de gran transporte público.  En lugar de acentuar la necesidad de la estatización, recuperar la Compañía Municipal de Transporte Colectivo en San Pablo, continúan hablando de cómo obtener más subsidios para las empresas privadas para que lleguen al punto de una tarifa cero, lo que significa mantener la mafia de los transportes recibiendo dinero público!

Por eso, es bueno ahora identificar claramente quien son esas empresas, cuál es su ganancia, cuánto ponen para la campaña del Prefecto y de los concejales, vamos a ver quién es esa mafia que lucra con el transporte apiñado y chatarra protegida por los subsidios públicos.

La segunda ausencia en el discurso del MPL es no incluir la exigencia de desmilitarización de la PM, de prohibición del uso de balas de goma y de otras armas menos letales.  ¡Más que la tarifa, fue la violencia de la policía lo que indignó al pueblo brasileño!

El movimiento necesita avanzar hacia un contenido programático más profundo que permita la ampliación para los movimientos sociales y sindicales más amplios que luchan contra Belo Monte (la mega represa en el corazón de la Amazonia NdT), contra el agro negocio, la especulación inmobiliaria, el rentismo financiero parasitario, el exterminio indígena y que apunten a una salida política estratégica.

El rechazo del MPL en asumir el socialismo es la expresión de una falta de definición programática más amplia, que puede limitar a profundización del contenido reivindicatorio.

Pues, aunque se desprecien las elecciones, ellas vendrán y para Dilma será cada vez más difícil la reelección, llevando al PT a retomar nuevamente la carta de Lula como  candidato; en ausencia de una propuesta política nacional socialista revolucionaria, llenará e vació político con nuevas salidas capitalistas travestidas de eco-capitalismo neo-evangélico, como la Red Marina, o "socialistas" de pacotilla del PSB de Eduardo Campos.

El movimiento social y popular necesita buscar un foro común, una Asamblea Popular que sea un polo alternativo, no sólo para una candidatura unificada de la izquierda en 2014, sino para tener un norte claro.

La acción burguesa por medio de los medios intentará secuestrar el movimiento social para reducirlo a una acción "cívica" y "patriótica", sin contenido anticapitalista. La infiltración de grupos de derecha e incluso fascistas, intentando apoyarse en el saludable sentimiento anti-institucional, para direccionar ese rechazo a los partidos y movimientos organizados de la izquierda revolucionaria es un síntoma de que la indignación sin programa claro puede ir para cualquier lado.

Esos, me parecen, en resumen, que son los grandes dilemas:

Profundizar el programa de reivindicaciones, no sólo para la derogación de la tarifa y el pase libre como próximo paso, sino para un modelo alternativo de sociedad y de política económica que sea un medio de unificar todas las reivindicaciones de los movimientos sociales.

Destacar la exigencia del fin de la PM y prohibición de usar de las balas de goma como eje central del momento.

Encontrar un foro más amplio que pueda reunir el MPL con los movimientos contra Belo Monte, huelgas obreras, luchas indígenas, de los Sin techo, de los Sin Tierra. La reunión realizada el domingo pasado en San Pablo entre el MPL, Conlutas, partidos de izquierda, etc. Debe ser continuada de una forma más amplia y transparente posible.

Vivimos un primer terremoto político. Se no hubiera una alternativa real de poder, como en cierta forma Syriza consiguió construir en Grecia, el riesgo es repetir a los indignados españoles que tomaron la Puerta del Sol y después, sin alternativa política el pueblo terminó votando a la derecha, que ganó las elecciones.

Una revolución es un largo proceso, con idas y vueltas, con confusión ideológica y manipulaciones sofisticadas de la conciencia popular, que tiene una acción corajuda y resuelta, pero con una ausencia completa de perspectivas más estratégicas.

El aprendizaje político de estos momentos tiene la velocidad de la luz. Hace diez días quien hubiese previsto que esto iba a pasar se lo habría calificado de loco delirante. Lo que ocurrió ayer fue sólo un comienzo. Lo que viene en adelante es un largo proceso revolucionario. Mañana va a ser mayor,  pero además de luchar necesitamos saber claramente a dónde queremos llegar. 

Henrique Carneiro es historiador, profesor en la Universidad de San Pablo (USP).

Fuente: Correo da Ciudadanía  19-06-2013

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