Venezuela;Capriles Radonsky, su discurso iniciático y su pedigree electoralYodenis Guirola

  
Alainet 13 de abril 2013
 La convocatoria a elecciones presidenciales en Venezuela tras la muerte del presidente Hugo Rafael Chávez Frías volvió a dejar sobre el tablero de la oposición a la figura de Henrique Capriles Radonsky como el principal candidato opositor en el panorama electoral venezolano.

En los todavía recientes comicios presidenciales del 7 de octubre pasado, Radonsky perdió por más de diez puntos porcentuales ante la mayorías que dieron su votó a Hugo Rafael Chávez Frías (55,07% ante 44,31% de la oposición). En aquel entonces el programa electoral y las líneas desplegadas durante la campaña bajo la consigna de Hay un camino, fueron cuidadosas de no amenazar directamente los logros o los programas sociales de la Revolución Bolivariana; sino que más bien, además de reforzar sus votantes previsibles, se dirigieron a captar una parte del electorado de las capas populares y medias, para quienes los programas bolivarianos pudieran haber significado un cierto beneficio; pero presentándoles su propuesta opositora no como amenaza a los programas bolivarianos sino como una solución a los problemas que según la oposición aún no estarían resueltos por tales programas. En tal sentido el foco de la crítica a Chávez se situaba, ente otros, en temas como la inseguridad, la libertad de expresión, los derechos humanos o la necesidad para dar facilidades a la inversión extranjera y el “emprendimiento” para favorecer el crecimiento económico, la iniciativa privada, el progreso, etc. Pasando por una serie de dimensiones que engañosamente parecieran apelar al mismo logro social en virtud del cual los programas bolivarianos habían estado obrando en la práctica de los últimos doce años desde un signo político marcadamente diferente.

A propósito de la convocatoria a elecciones realizadas por el Consejo Nacional Electoral el pasado sábado 9 de marzo, las declaraciones realizadas al día siguiente en Caracas desde el Comando de Henrique Capriles Radonsky; más allá de perfilar cuáles podrían ser las líneas electorales del principal candidato opositor, evidencian cuáles efectivamente son los trasfondos del pedigree político de la oposición que representa Capriles Radonsky.

Más allá de las estrategias de campaña, su intervención el día 10 de marzo ante la prensa nacional e internacional, devela cuáles son en realidad las directrices de fondo que sustentan el proceder del candidato opositor. Sería oportuno en la inmediatez de los próximos comicios, volver sobre aquella intervención, la que pudiera ser considerada el discurso iniciático de este apresurado periodo electoral, y tener en cuenta que fue realizada por el mismo candidato opositor que hoy promete el paraíso para Venezuela.

Desacreditar, descalificar, denigrar

Lo primero que llama la atención al analizar el mencionado discurso de Henrique Capriles es la perspectiva descalificatoria de todo lo relacionado con el orden institucional venezolano, incluyendo las acciones del gobierno previas a la muerte de Hugo Chávez, así como ciertos detalles en el proceder a propósito de los funerales presidenciales.

La estrategia de Capriles, si alguna hubiera en su discurso de entonces, estuvo marcada por desacreditar y poner en tela de juicio todo lo hecho por el Gobierno Bolivariano. Pone en duda la fecha en la que murió Chávez, y dice que todo estaba planeado, que todo estaba cuadrado desde hacia tiempo. “Todo milimétricamente calculado para anunciar la muerte del presidente” –afirma. Pone en duda además que Chávez “haya firmado ninguno de esos decretos”, refiriéndose a los documentos que firmara durante su convalecencia, que ello es mentira. Afirma también que el pueblo ha sido manipulado y que los del gobierno “llevan en campaña semanas”, que Maduro ya estaba en campaña incluso durante los funerales; e insiste en que “Todo esto estaba fríamente calculado. Cuando iban a hacer las elecciones, cronograma de todo lo que era el proceso electoral...” De lo que vale resaltar su énfasis en lo de “fríamente calculado”.

Ante tal embestida desacreditadora sin que medien argumentos más allá de las meras afirmaciones, se hace evidente que el señor Capriles o bien no ha entendido el sentir de un pueblo en mayoría volcado a las calles sufriendo luto, millones de venezolanos y venezolanas y millones de personas en toda Latinoamérica y en todo el mundo, o sencillamente ex profeso quiere desconocerlo.

Durante toda su intervención, Capriles descalificaría reiteradamente a las diferentes fuerzas e instituciones representativas de Venezuela. Tanto desde el punto de vista formal como desde el ataque directo a la credibilidad personal de algunos de sus principales representantes. Así afirmaría que “Nicolás le mintió a este país durante los últimos meses. Le mintió” –diría.

Su denigración del orden institucional venezolano llega a arremeter directamente contra la persona del ministro de la defensa en una suerte de burla pública. Así denigra personalmente al Almirante Diego Morelo: “Usted señor ministro de la defensa, usted fue el penúltimo de su promoción. Usted es una vergüenza para la Fuerza Armada Nacional. Sus declaraciones, todo lo que usted ha dicho, es una vergüenza. Nos coloca mal a los venezolanos y a nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana.” –diría.

Esto último, con evidente pretensión de insulto, no tiene otro posible argumento que el aludido lugar en el escalafón de graduados, y lo espeta como criterio suficiente, arribista y denigratorio. En tal sentido resulta paradójico el uso que hace Capriles del nombre del mismo ejército de quien fuera Comandante el propio Hugo Rafael Chávez Frías, de lo cual es de sospechar su intento de seducir para sus fines a esta importante fuerza política y militar del país; más cuando apela a ella invocando el nombre de Bolívar.

Su embestida denigratoria adquiere la dimensión del rumor sin argumentos desacreditando dos de las figuras claves del gobierno. Así diría: “Porque para nadie es un secreto que Nicolás y Diosdado no se la llevan y ahí adentro hay un juego de poder.” Esto último forma parte de una previsible estrategia encaminada a buscar divisiones entre el presidente encargado y el presidente de la Asamblea. Con lo cual propiciar una crisis institucional y la división a partir de la posible discordia personal. De lo cual resultaría evidente que esta sería una estrategia a explotar, aún cuando la unidad y acuerdo entre ambas figuras públicas sea evidente.

También arremete contra la presidenta del Consejo Nacional Electoral, a quien se referiría: “que por cierto le digo, a la presidente del Consejo Nacional electoral, con mucho respeto le digo, que no nos amenace. Le quedó muy mal ponerse en el brazo, le quedó muy mal ponerse en el brazo una consigna que se estaba utilizando de forma política… Hay que guardar… Mire, si usted no quiere guardar la forma, por lo menos yo le invito a que guarde la forma … Por respeto al país, no a mi…”

La consigna a la que hace referencia Capriles al tiempo que se toca su brazo derecho mientras habla, no es otra que al brazalete de duelo por la muerte del Presidente Chávez. Capriles había dicho que sería respetuoso, pero irrespeta la decisión de Tibisay Lucena Ramírez y los que como ella usaron el brazalete de duelo. Se erige además en tal sentido como autoridad moral para señalarle a la presidenta lo que “queda bien o mal” en su caso.

La estrategia de descalificación que Capriles desarrolla pasa por presentar la iniciativa del Gobierno Bolivariano como una iniciativa agotada. “Ustedes –diría, no tienen nada más que ofrecerle al país”. Y sobre esa base se postula él como el candidato idóneo que sí que tendría mucho que aportar a Venezuela. Lo cual contrastaría con sus manidas promesas paradisíacas posteriores.

Victimismo de su candidatura

El matiz que Capriles pretende perfilar en cuanto a su condición de candidato es que ha sido impelido por las circunstancias, y que en ellas acude a la inscripción de su candidatura desfavorecido por lo que refiere como fatalidad en su contra. “Yo todas estas reflexiones las hago porque todo pareciera en contra, El Tribunal, El Consejo Nacional Electoral…”, etc. O sea, a juzgar por las entrelíneas, él en caso de un fracaso electoral estaría de entrada dando por sentado su justificante: “todo pareciera en contra”. Sería desde su discurso no la voluntad popular quien lo deslegitime sino los mecanismos institucionales que a su decir están conspirando en su contra. Un chivo expiatorio perfecto para su previsible revés y el acicate para deslegitimar posteriormente el resultado electoral y/o la legitimidad del gobierno democráticamente electo en caso de que no sea la oposición la ganadora.

Capriles argüiría que el gobierno llevaría semanas en campaña electoral y que incluso tenía preparadas franelas, afiches, chapas… como parte de su estrategia para las elecciones; y que sin embargo él en el momento en que hacía su declaración en aquella sala, no tenía ningún afiche ni ningún elemento propagandístico para su campaña. Desde tal perspectiva se sitúa como víctima de un proceso en el que, a juzgar por sus matices, las fuerzas políticas en el poder en Venezuela le llenan su camino de obstáculos jugando con ventaja desde el control del poder. Esa es su versión, y comenta además: “la intensión era ponérmela lo más difícil a mí para que yo no luchara; pero yo voy a luchar”. Lo cual deja un mensaje claro como camelo para su probable revés.

Manipulación del dolor ajeno

Otro de los elementos con los que Capriles juega es presentarse como respetuoso del dolor ajeno. “Yo no juego con la muerte, yo no juego con el dolor”–diría; sin embargo a lo largo de su intervención hay reiteradas alusiones a la insinceridad o apariencia del sufrimiento manifiesto ante la muerte de Chávez. Se presenta como un respetuoso del dolor ajeno pero durante la mayor parte de su discurso cuestiona la sinceridad del sufrimiento de quienes lloran y rinden luto a Chávez. Llega a afirmar en algún momento inicial que “Jamás me verán tratando de ganar algo con el dolor de otro. Jamás. Nunca”. Sin embargo, aún cuando presenta esto último como un principio, los giros de sus afirmaciones lo contradicen, y directamente incide sobre ese dolor al que prometió respetar, desvirtuando la sinceridad del sufrimiento por la muerte de Chávez. “Los venezolanos no podemos ser indiferentes de que se utilice el dolor y el cuerpo de una persona que no está presente para hacer de eso una campaña política.”

He ahí uno de sus hilos conductores. Afirmar que por parte del gobierno se hace un uso político de la muerte y del sufrimiento ajeno; en tanto él, candidato de la oposición, se presenta como un auténtico valor del respeto a tal sufrimiento. Desde esa tesitura Capriles afirmaría: “Yo no voy a hablar de mí, porque los problemas míos no son los problemas de los demás, son mis problemas. Esa es una enfermedad terrible. Y tú Nicolás, yo sé que me estás viendo. Fuiste capaz de salir, frente a unas cámaras y jugar con la esperanza de millones de venezolanos.”

Paradójicamente Capriles, quien no asistió al funeral ni manifestó dolor alguno por la pérdida física del comandante bolivariano, echa en cara además a la Asamblea, la misma que ha mantenido luto por la muerte del presidente, no haber hecho un minuto de silencio por Chávez antes de convocar a elecciones, y advierte en esto un indicador de premura para la convocatoria electoral; dejando no solo entrever sino directamente afirmando que la muerte de Chávez habría sido una secuencia planificada y meticulosa en contra del pueblo.

Capriles se presenta como un “auténtico respetuoso” con Chávez y su memoria, y desde esa posición de supuesta integridad y autoridad moral se erige en juez y desacredita la autenticidad de las lágrimas de Maduro y la autenticidad del sufrimiento de las figuras institucionales de Venezuela. ¿Serán sinceras esas lágrimas? –diría.

Nicolás Maduro no sería únicamente un alto cargo al costado de Chávez, sino que desde sus tiempos de sindicalista se gestó una profunda amistad reconocida por ambos. Sin embargo Capriles, enemigo tanto de Chávez como de Maduro, pone otra vez en duda la autenticidad de ese sufrimiento manifiesto de Maduro.

El también alcalde de Miranda, quien por la muerte del presidente de la república apenas declarara un día de duelo regional en el Estado que gobierna, trajo a su discurso la figura de su abuela que también murió de cáncer. A partir de ella deja entrever su capacidad para sentir luto y sufrir ante una muerte por una enfermedad de estas características; pero pone en duda que quienes públicamente han manifestado luto y sufrimiento por Chávez sean auténticos en este sentir.

Siendo así, no bebió Capriles entonces advertir el impacto tanto en Venezuela como a nivel internacional de la muerte de Chávez, ni debió advertir de las figuras internacionales presenten en el funeral y las declaraciones de dolor que, a propósito de ello, fueron realizadas en múltiples contextos. Solo tuvo en su discurso palabras para la crítica y para referirse al dolor por la muerte de Chávez como un dolor insincero y politizado, un dolo con el que probablemente él mismo sería auténticamente capaz de sentir pero no los cercanos a Chávez.

El luto y el respeto al luto para Capriles en el caso de Chávez parecieran reducirse a no hacer concentración pública alguna. “Mañana iremos a hacer nuestra inscripción al consejo electoral, respetando el luto –diría, “…para nosotros el luto es respeto, no haremos ninguna concentración frente al tribunal”. ¿Pudiera acaso derivarse de este criterio que las concentraciones populares habrían irrespetado el luto a Chávez? ¿Con esta afirmación al final de su discurso vuelve a poner en tela de juicio que las amplias y extendidas concentraciones populares no se corresponderían con una actitud de duelo sincero, de respeto?

Nuevamente se refiere fríamente y sin implicación emocional alguna a la muerte del presidente Chávez, lo cual en su caso no es de extrañar; e insiste reiteradamente en la manipulación que con relación a ello habría sufrido el pueblo de Venezuela. Sin embargo, no tardaría en afirmar que “no se trata de mis sentimientos sino que se trata de los sentimientos de ustedes.” Y cae así en un rejuego de contradicciones sutiles en el seno de su discurso al tiempo que si algún dolor o aflicción sí que se hace evidente en él, es la de no llevar las riendas de Venezuela por el camino que su derecha pretende para el país.

Defensa de la Constitución que antes la oposición criticara

Otro de los elementos fundamentales de la crítica del referido opositor, es situar el accionar bolivariano al margen de la Constitución, y desacreditar el proceder bolivariano buscando legitimidad en la Carta Magna. Así, como parte de su estrategia de desacreditación refiere que al margen de la ley “el gobierno estaba buscando tiempo. Porque Nicolás necesita tiempo o necesitaba tiempo para llegar a este punto” –diría Capriles. Según el candidato opositor, “lo que estaban tratando era de ver cómo le mostraban a Nicolás a la Fuerza Armada, para tratar de que la Fuerza Armada aceptara”. Y como parte de ello diría que “ahí no hay contenido, ahí lo único que hubo es una declaración de un día que el presidente dijo si yo no estoy que sea fulano.” Y partiendo de aquí, más allá de las instituciones venezolanas, afirmaría que el candidato del PSUVE, o sea Nicolás Maduro, se inscribe como candidato “violentando la constitución”.

Esto cuando menos resulta paradójico, toda vez que Capriles apela a la Constitución como salvaguarda para su crítica al proceder político haciendo una interpretación al uso que favorece su criterio opositor. Y doblemente paradójico cuando fue precisamente la oposición que hereda Radonsky la que en su momento se opuso a la propia Constituyente. En cambio diría que “La constitución es muy clara, búsquenla.” Y sobre esta base entonces arguye que: “No puede ser electo presidente de la república el vicepresidente de la república. No puede ser. Pero tenían una sentencia al servicio del gobierno”, dice, e insiste entonces en la anticonstitucionalidad de la figura de Nicolás Maduro como candidato a la presidencia. “Entonces todo pareciera milimétricamente pensado.” –insiste. Y acusa al nombramiento de Maduro como una “sentencia burda que violenta la constitución”.

Como parte de esta defensa al uso de la Constitución, Capriles curiosamente invoca al nombre del propio Hugo Chávez. Lo cual, cuando menos, resulta otra vez sospechoso viniendo de su parte. En su crítica al proceder para el nombramiento de Maduro como candidato a la presidencia, y a su nombramiento como presidente en funciones, Capriles además de alegar la inconstitucionalidad, recaba en el irrespeto a la figura del presidente fallecido. Y así diría que el gobierno ha obrado “…como diciendo, señores aquí nosotros hacemos todo lo que nos dé la gana. Y además haciendo esto en el marco del luto al presidente Chávez.” Pareciera que en tales circunstancias Capriles se presentase como quien auténticamente defienda la memoria del comandante Hugo Rafael Chávez Frías, muy a pesar de las razones que en cuanto a ello sobran.

La ausencia de Chávez

Capriles en su discurso recurre a reforzar la idea de que “El presidente Chávez no está”. Con ello no solo apela a un sentido pragmático de la vida, sino que intenta borrar más que la figura física, la persistencia de la imagen de Chávez en el ideario bolivariano de Venezuela. Y lo intenta presentándose como respetuoso de la memoria del presidente; pero minándola en el conjunto de su intervención opositora. Como parte de ello, Capriles procura advertir un distanciamiento entre Chávez y el relevo político bolivariano de Chávez. Así diría: “Nicolás no es Chávez y ustedes lo saben”. Articulando así su estrategia de descrédito de las figuras del Bolivarianismo con la idea de que nadie en la línea de Chávez podría asumir decorosamente el papel de conducir el país.

Su apelación al sentido pragmático de ausencia intenta respaldarlo tanto desde lo divino como desde el distanciamiento para manifestar juicios de valor sobre la obra del fallecido presidente. “Le digo a nuestro pueblo seguidor del presidente…. –diría Capriles. Yo me siento aquí y todo esto que digo es aferrado a Dios, el es mi guía; pero ustedes saben perfectamente que ya el presidente Chávez no está. Nadie se los puede devolver. Ahí está su obra. Para unos buena para otros no fue buena (…) No seré yo quien la va a juzgar.” Y he aquí otra inconsistencia, no solo discursiva, al presentarse como respetuoso del legado de Chávez cuando siempre ha sido Capriles uno de sus principales detractores.

El mandato divino

Así como el sentido de ausencia encuentra para Capriles su respaldo en Dios, éste realiza una interpretación del mandato divino como condicionante tanto del desenlace de la enfermedad de Chávez, como de la alternativa que tendría Venezuela luego de la muerte de su presidente si votase por él (por Henrique Capriles Radonsky) como candidato de la oposición.

Observando dos momentos de su intervención se hace evidente cuál es su trasfondo en tal sentido, y la lógica que se derivaría de la referida ausencia marcada por Dios. En cuanto a que el presidente Chávez ya no esté, dice: “El presidente Chávez no está. Es una decisión de Dios, se lo digo a nuestro pueblo, una decisión de Dios. Uno a veces se hace preguntas y no encuentra respuestas. … Fue una decisión de Dios”. Y en función de ello dirigiéndose al pueblo seguidor de Chávez diría “Solo Dios quita, solo Dios da y solo Dios quita la vida”.

Hasta aquí su idea de Dios en relación con la muerte de Chávez pudiera ser coherente con un sentir cristiano, teológico o místico-religioso; no obstante la aseveración que poco antes había hecho sobre el carácter divino de su presencia en Venezuela (la de él, la de Capriles Radonsky) como líder opositor, cierra el círculo del argumento intencionado de Capriles. Así habría dicho poco antes: “Por alguna misión estoy yo sentado aquí, divina creo yo.” He aquí un importante elemento en el trasfondo de su apelación a la credibilidad popular. Y a ello agrega que: “por ninguna razón me creo un dios, no soy un imprescindible”, y en otro momento completaría: “No pretendo nunca que crean que yo soy perfecto”. Del contraste figura / fondo que se halla en tales afirmaciones y giros, Capriles podría estar sugiriendo algo así como: Chávez se creyó imprescindible, se creyó perfecto, Dios le ha quitado y ya no está, ha sido mandato de Dios; en cambio yo me sé no imprescindible, no me creo un dios, pero Dios me ha dado una misión y aquí estoy para cumplirla. Entiéndase: ser el próximo presidente de Venezuela.

La condición de cuestor moral

Parte de la estrategia discursiva de Capriles Radonsky, o al menos otro de los evidentes elementos que forman parte de su pretensión, es la de presentarse como encarnación de la integridad moral. Lo cual le sería válido tanto para cuestionar a las figuras del Bolivarianismo como para legitimar cualquiera de las propuestas que puedan darse como parte de su programa opositor revestido de tal moralidad. Para lo primero presenta a su abuela “que está en el cielo” como referente para “siempre ser sincero, honesto, siempre hablar con la verdad”, y “no tener medias tintas”. Y para lo segundo recaba en la fe del pueblo en su buena voluntad e integridad como candidato.

Esto último lo hace perfilando una lógica muy elemental del sentido de lo bueno y lo malo del modo que sigue: “Yo nunca le he quitado nada a nadie. Nunca. (…) Al que obra bien siempre le irá bien…. Al que obra mal algún día le irá mal.” Como parte de ello, Capriles embestiría contra la integridad del Gobierno Bolivariano. Pareciera que en tal lógica simple: Chávez habría obrado mal, el gobierno bolivariano ha obrado mal y por tanto algún día que es hoy, le ha ido mal. Y pondría en dos planos morales diferentes a unos y a otros, entiéndase a él y al Gobierno. Así afirmaría: “Y no se equivoquen de que ustedes son los buenos y nosotros los malos, no, ustedes no son mejores que nosotros.”

No obstante, esto último resulta contradictorio con relación a la imagen de tolerante que puede haber pretendido dar en algún momento Capriles en su discurso. “Los que piensan distinto a mí, bienvenidos sean”–había dicho. Pero como ya se ha hecho evidente, su discurso está dirigido a desacreditar en todo momento la postura política que apenas unos meses atrás le dejó en condición de consumado perdedor de las elecciones presidenciales en Venezuela.

Su apelación a su integridad moral le auto-instituye en la condición de saber a ciencia cierta cuál es, por encima de cualquier circunstancia, la verdad. Y lo hace en disímiles ocasiones, una de ellas, muy connotada, es cuando como parte de su estrategia descalificatoria, afirma: “Ustedes llevan semanas cuadrando el momento para anunciarles a los venezolanos que ya era irreversible la situación del presidente. Ahora encima ustedes utilizan el cuerpo del presidente para hacer campaña política. Si ustedes se ponen a ver todo el desarrollo de los acontecimientos, ustedes verán que lo que yo les estoy diciendo es la pura verdad.”

Invocación a la responsabilidad histórica de la oposición

Toda vez que Capriles se presenta como auténtico cuestor moral para Venezuela y se postula como criterio de idoneidad para conducir los destinos del país, invoca a la responsabilidad histórica de la oposición que él representa. Y algo así como obligado por las circunstancias, se dibuja como la figura impelida a cumplir con su deber, a luchar por conquistar el poder político de la presidencia.

Esto último resulta entendible, no obstante Capriles afirmaría que su “lucha no es por ser presidente” sino que es porque Venezuela salga de su situación, y “porque este país sea el país que sueñan los venezolanos, esa es mi lucha”–diría; pero no especifica a cuál Venezuela de sueños se refiere, si a la Venezuela anterior a Chávez, la Venezuela de COPEI y AD, y respondiendo a los sueños de quién. Su programa, procedencia y acciones políticas previas, dejan claro cuáles “sueños” (neoliberalizadores) y con cuales poderes (oligárquicos y poderosos a escala global) se identifica Capriles.

Capriles confiesa haberse cuestionado a sí mismo y llegar a una gran conclusión: “¿oye tú no vas a luchar? Y yo pensaba y yo decía: Cómo yo no voy a luchar, o como no vamos a luchar. Que no es la lucha de Capriles, es la lucha de todos.” Y se presenta así como idóneo representante, moralmente embestido por la responsabilidad histórica y por Dios, para encausar los aludidos sueños.

Sembrar incertidumbre y fragmentar, paradójicamente apelando a la unidad

La incertidumbre como elemento fundamental de la estrategia de Capriles merece especial consideración. Ella se articula como parte de su insistente denigrar y desacreditar de las figuras del Bolivarianismo y su legitimidad. Ello se dirige tanto a desvirtuar y sembrar la duda en cuanto a los elementos y acciones del pasado reciente, como en sembrar la duda para con los acontecimientos del inmediato y mediato futuro político de Venezuela. En cuanto a lo primero se haría evidente cuando con relación a la muerte de Chávez y los procedimientos legales, cuestiona: “¿Y qué pasó después? Nadie sabe lo que pasó después”. En cuanto a lo segundo, intenta sembrar la duda para con la constitucionalidad y legitimidad de la convocatoria y los procedimientos electorales.

Parte de este sembrar de incertidumbres donde las cosas pudieran estar claras, paradójicamente Capriles invoca al sentido de la unidad. O sea, que su estrategia en tal sentido pudiera ser definida como «invocación a la unidad, fomentando la fragmentación». “Esta es la hora de que todos nos unamos, con fuerza, con amor a nuestro país, con amor a nuestro prójimo.” –sería una de sus invocaciones. “A mí lo que me quita el sueño es ver a este país unido. Aprovechemos este momento histórico que vive nuestro país, para unirnos. En la unión está la fuerza.” –diría en otro momento. No obstante, su discurso es recurrentemente fragmentador e instigador de la duda en cuanto a la legitimidad de más del cincuentaicinco porciento de la población venezolana representada en el Gobierno Bolivariano. Y su pretensión en todo caso es la de invertir los términos.

Nuevamente su auto-intitulada integridad moral como valor para el juicio sobre los otros, le conferiría a Capriles la condición de cuestor moral también en cuestiones de unidad nacional. Así diría: “La gente que tiene malas intenciones es a los que les conviene dividir. A esos es a los que les conviene la desunión.” Esta lógica simple, coherente con las pretensiones de su discurso, vuelve a no dar razones en cuanto a cuál sería el sentido y en qué consistiría tal “mala intensión”. Y en todo caso, a juzgar por ello, la “buena intensión” sería entonces no otra que la suya propia. Otra vez su tela de araña resulta pretendidamente amañada.

Muy a pesar de este llamado a la unidad, Capriles tacha al Bolivarianismo en Venezuela como cosa de “un grupito”, un “grupito” que a juzgar por su parecer no cuenta con legitimidad alguna. Con ello pretende diferenciar las intenciones populares de las intenciones del Gobierno Bolivariano, un gobierno democráticamente electo pero al cual le achaca intensiones no democráticas. “Y es hora que se ven las verdaderas intensiones de ese grupito.” –diría Capriles. Con lo cual su condición de demócrata queda en una condición más que profundamente dudosa.

Reapropiación de Bolívar

La figura de Simón Bolívar, que ha sido determinante tanto en la práctica como en el discurso revolucionario de Hugo Chávez, fuente de pensamiento fundamental para el proyecto integrador de América Latina y el Caribe, así como referente histórico político esencial para el Bolivarianismo; es manejado por Capriles en términos similares a como ya en algún momento de sus campañas anteriores lo había tratado. Capriles afirma que “todos somos hijos de Bolívar”; pero no especifica en tal caso a qué dimensión del pensamiento y la práctica histórica de Bolívar se refiere. ¿Bolívar integracionista acaso?

En tal sentido, Bolívar que es un referente simbólico determinante en la representación de lo venezolano y lo latinoamericanista, es intentado traer por Capriles a su campaña. Con lo cual más que limar asperezas o apelar al sentido de unidad al que Bolívar apelase, Capriles deja los términos en terreno difuso. Y pudiera incluso advertirse en ello un intento de deslegitimación del uso que del legado emancipador de Bolívar hubiera hecho el Bolivarianismo en Venezuela y América Latina.

Pero como cuestión fundamental en esta apelación al nombre del Libertador, está que Capriles la hace dirigiéndose a la Fuerza Armada Nacional de Venezuela. No es de extrañar entonces cuál sería en tal caso su intención al apelar a un valor simbólico determinante para el ejército bolivariano que comandara Chávez. Una lectura pudiera ser: «Yo también creo en Bolívar, creo en nuestro mismo padre de la patria como ustedes, bolivarianos. No estamos en lados opuestos. Ustedes, honorable ejército y yo, luchamos por lo mismo». Siendo así, los trasfondos pragmáticos del necesario apoyo del ejército no han de escapar en esta consideración. Su programa tendría dentro de sus objetivos precisamente recabar en la aceptación de esa importante fuerza política de nuevo tipo en Venezuela.

En contra de Cuba y del vínculo entre ambas naciones

Capriles Radonsky, quien participara en el asedio a la Embajada de Cuba en Caracas en abril de 2002, nunca ha ocultado su desafección por el vínculo de Venezuela con la isla caribeña. Incluso en el hecho delictivo contra la sede diplomática en Caracas se denuncia la participación de exiliados cubanos en Venezuela. Los actos vandálicos incluyeron destrucción de medios del personal diplomático cubano, cortes de electricidad y suministro de agua a la embajada, violando entre otros recursos legales, el de la inmunidad diplomática garantizados por el derecho internacional. Con un antecedente de estas características no es de extrañar que en el discurso de Capriles no falte el sarcasmo y la ofensa directa para con todo lo que tenga que ver con el vínculo formal de Venezuela con Cuba y las actuales relaciones entre los dos países.

Capriles utiliza a Cuba como arma para el descrédito. Parte sin argumentos del mero odio visceral que le llevara a irrumpir delincuencialmente en la embajada cubana de Caracas. No da argumentos y solo parte del presupuesto de que aquella es la bestia negra de la que hay que apartar a Venezuela, una mala influencia desde su perspectiva de derecha opositora. Y emplea entonces a Cuba para poner en tela de juicio tanto a Maduro como a la propia legitimidad y autonomía de las autoridades venezolanas.

Como parte del cuestionamiento de la autenticidad del dolor y de las lágrimas de Nicolás Maduro por la muerte de Hugo Chávez, Capriles trae a colación a Cuba. Así, reforzando la idea de que la muerte es algo muy duro, cuestiona: “¿Será Nicolás que esos cursos que has tenido en Cuba de actuación ya los pusiste en práctica? ¿Serán sinceras esas lágrimas?” Pretende con ello no solo desacreditara Maduro sino la autenticidad del vínculo con Cuba. Su sarcasmo llega al extremo de referirse a Cuba como «escuela de actuación» para políticos de izquierda.

Como parte de la estrategia de descrédito contra el Gobierno Bolivariano, Capriles se refiere a los vínculos con Cuba, no en condición bilateral sino situando a Venezuela como títere del Gobierno de la isla. Implícitamente acusa al Gobierno Bolivariano de ser “títere” del Gobierno de la Habana. Así diría: “Ahí vino la sentencia del Tribunal…. Tenían una sentencia cuadradita de un tribunal al servicio del Gobierno… interpretó la Constitución y le cambió la condición… lo ha hecho presidente encargado, dándole las mismas condiciones como que fuera un presidente con mandato popular, muy probablemente siguiendo la visión del gobierno cubano.” Con este cuestionamiento no solo arremete virulentamente contra el poder popular venezolano sino que se hace más que evidente que una de las principales dianas contra las que se perfila Capriles es la colaboración con América Latina y en especial con Cuba.

De este sarcasmo para el vínculo con Cuba se deduce que su promesa tanto en el programa electoral anterior como en el actual, de mantener las misiones sociales en Venezuela quedaría en papel mojado, o al menos profundamente afectadas toda vez que para el desarrollo de ciertas misiones como Barrio Adentro I y Barrio Adentro II, Misión Milagros o muchas otras Misiones de tipo cultural, formativo, etc., en áreas disímiles de colaboración, la relación profesional especializada con la isla resulta fundamental y en ciertos casos ha sido determinante; como también la colaboración con países como Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil, Nicaragua o varias naciones Caribeñas. Probablemente por ello el propio Capriles haya desarrollado una política en la práctica obstaculizadora para el desarrollo de las misiones bolivarianas y las figuras del Bolivarianismo en el Estado de Miranda del cual es actual Gobernador. Pero en su discurso del día 10 de marzo no da cifras ni fundamenta su sarcasmo Capriles más que en su evidente resentimiento.

Recabo del voto chavista, y del de todo el país, incluyendo el voto de los pobres

Otro de los objetivos que ya se perfilan en el discurso de Capriles Radonsky es captar el voto chavista como voto a su favor. Lógicamente esta sería la única fuente importante que tendría para sumar votos a su candidatura. Es por ello que en algún momento argüiría que le une cierta amistad con líderes políticos partidarios de Hugo Chávez, y es por ello también que en reiteradas ocasiones se dirige directamente al pueblo seguidor del Bolivarianismo. Lo hace en términos poco meritorios, y la expresión que utiliza es la de “pueblo oficialista”. Pero lo que sí está claro es que además de reforzar el compromiso con sus votantes opositores, se dirige tanto al pueblo seguidor de Chávez en sentido general, como al ejército en particular, recabando apoyo a partir de la revelación de estas “verdades” de las que él, Capriles Radonsky, es portador.

Es por ello que en uno de estos momentos, diría: “Le digo a nuestro pueblo oficialista: a ustedes le mintieron durante semanas”. Y más adelante, casi al final de su discurso volvería a estampar su victimismo desacreditador: “¿Qué le digo también a nuestro pueblo oficialista, que yo no voy a luchar por ustedes, que nosotros los vamos a condenar a ustedes a éstos, a Nicolás y su congo?” Se hace evidente en esta última expresión nuevamente el descrédito y el intento de fragmentar lo que Radonsky refiere como “oficialismo”. De modo que refiriéndose también al pueblo seguidor de Chávez diría: “… ahí le digo a nuestro pueblo oficialista, a nuestro pueblo seguidor del presidente Chávez: Yo le puedo ofrecer una patria unida.” No obstante, muy a pesar de tal promesa, la posibilidad real que Radonsky desde su versión ofrece, es la de la renuncia a la propia alternativa del Bolivarianismo, y el voto no por Maduro seguidor de Chávez sino por él, contrario a Chávez. Lo cual, sin descartar los borderlines de la duda en ciertos electores; al menos para bolivarianos convencidos resulta entre otras cosas un extraño desatino.

Su recabo del voto va dirigido al amplio espectro poblacional, y por ello convoca a todos los estratos sociales, aún cuando su edulcorante programa anterior dejase serias dudas en cuanto al lugar de los más necesitados tras el impacto de ciertas medidas que beneficiarían al gran capital. Así, como parte de su estrategia resulta extraordinariamente paradójico que Henrique Capriles Radonsky se presente como representante legítimo de los intereses de los “que viven en una vivienda de cartón”, de los “niños que no pueden estudiar”, de los millones de pobres”, que según afirma el mismo Capriles confían en su candidatura.

Y convoca entonces a todo el país, a todos los partidos políticos, a todos los sindicatos a todos los trabajadores, a todas las mujeres, abuelos, abuelas, a todas, a todos sus compañeros de carrera de las primarias, a todos los venezolanos y venezolanas de dentro y de fuera. Y recaba incluso el apoyo ya no solo de los venezolanos.

Búsqueda de apoyo internacional. Especialmente de los grandes medios de prensa

La intervención de Capriles, representativa de lo que está en la matriz de su proceder político real, estuvo dirigida en buena medida a la prensa internacional. Así la primera referencia que hizo en la apertura de su declaración fue a los medios de prensa internacionales. “Lo primero, aprovechando que hay aquí personas, periodistas que vienen de medios internacionales, yo les quiero recordar a todos ustedes....”

Tal apelación no es nada extraña toda vez que la prensa internacional, los grandes medios fuera de Venezuela, ha articulado una feroz campaña difamatoria contra el Gobierno Bolivariano. Una obsesiva gota Malaya que va desde los muchos espacios radiales y televisivos que dan permanente cobertura a voces opositoras en contraste con el silenciamiento a criterios comprometidos con la Revolución Bolivariana, pasando por la difamación y la mentira, como la mismísima foto falsa en portada del diario español El País confirmando la muerte de Chávez cuando aún éste se encontraba en recuperación en la Habana, hasta los innumerables sitios de prensa digital y en papel que visibilizan y dan cobertura plena al mismísimo Capriles, silenciando las voces bolivarianas o mínimamente simpatizantes con Chávez y de la izquierda en América Latina.

Parte de esta estrategia de búsqueda de apoyo de Capriles queda reflejada en su invocación a los venezolanos del exterior de Venezuela. “Qué le decimos a los venezolanos que están en el exterior.” –diría, dando por sentado que él se erige también como representante de los intereses de esos venezolanos que no viven en Venezuela. Los grandes medios de prensa, aliados de los grandes poderes que rigen el mundo, obviamente estarán de su lado, y he ahí la clave de su invocación a ellos.

Algunos puntos entrelíneas

Si a juzgar por Capriles, Cuba entrenó a Maduro en sus habilidades políticas, habría que preguntarle a Capriles quién le entrenó a él en tales menesteres difamatorios y en tales estrategias discursivas para hacer política. Su discurso sortea los vericuetos del sarcasmo y el rumor preconcebido. Resulta ilustrativo que pocos días antes del discurso que aquí se comenta, Capriles se encontrara en New York. Una visita que el propio Maduro denunciara en su momento refiriendo la compra por Capriles de un apartamento en la zona rica de la ciudad de los rascacielos, ante lo cual le instaba a develar el origen de los cinco millones que había costado el inmueble.

Haciendo un seguimiento de rigor de las palabras de Capriles, pudiera parecer que su discurso se descalifica por sí mismo, y así es; pero sucede que la realidad de los pueblos es compleja y muy a pesar de la fuerza política del proyecto bolivariano y de la fuerza en el camino trazado por Chávez, no es de extrañar que un discurso como el de Capriles termine seduciendo a quienes no reparen en las inconsistencias aquí señaladas.

Un venezolano opositor me escribía ratificando que era “de la otra mitad de los venezolanos que no quiso tanto a Chávez, y que Telesur silencia” –así textualmente me decía mientras escribía yo este artículo. Y agregaba que viene “un momento de reacomodo general en el que puede pasar cualquier cosa”. En efecto, es éste un panorama complejo para la sociedad venezolana, su presente y su futuro, así como para toda Latinoamérica. No obstante, la afirmación de este académico caraqueño sinceramente resulta cuando menos paradójica, toda vez que el propio discurso de Capriles, principal candidato opositor, fue por Telesur y en vivo por donde pude directamente verlo desde Europa. Así como los medios bolivarianos transmiten directamente los discursos y parlamentos de los opositores. En tanto resulta no solo difícil sino extraordinariamente extraño que ocurriese lo equivalente por el lado de los medios opositores detractores del Bolivarianismo tanto en Venezuela como a nivel internacional. Resulta que en ciertos casos la fuerza de los hechos no siempre es suficiente, y tal académico seguirá diciendo que Telesur “silencia” a Capriles, así como seguirá hallando idóneas sus promesas opositoras. Por ello, entre otras cosas, un discurso como el de Capriles tampoco ha de pasar inadvertido ante los ojos de una crítica comprometida con los destinos de los pueblos y no con los intereses de los tradicionalmente poderosos que el mismo Capriles Radonsky representa.

La estrategia de Capriles posterior a este discurso podría resumirse en “dibujar el paraíso y prometerlo”, pensando en reconstruir el “infierno” de la Venezuela anterior a Chávez (en todo caso, el paraíso oligárquico). No obstante, ante el dibujo de tal paradisíaca Venezuela vale la pena retomar este discurso de 10 de marzo, no perder de vista las afirmaciones que en él realizara el candidato opositor, y desde ellas mirar el programa que un día después firmara y presentaría en la puja por la presidencia del país. Su programa, firmado el día 11 de marzo, tendría a diferencia del presentado en las elecciones presidenciales pasadas, en lugar de 30 páginas, 193 folios. Tal extensión, entre otras cosas, sistematiza de un modo sutil y engañoso lo que improvisadamente ya había anunciado Capriles Radonsky en su primera intervención pública luego de la convocatoria a elecciones. A juzgar por el contenido de este discurso, el camino “nuevo y de progreso” que un día después Capriles propondría, sería no otra cosa que un camino viejo y de retroceso. Muy a pesar del paraíso prometido durante su campaña, esta radiografía de aquel discurso inicial, sigue fundamentando y articulando el proceder político real del candidato opositor.

El próximo 14 de abril de 2013 el pueblo venezolano se dará cita en las urnas para elegir el nuevo presidente de la República Bolivariana de Venezuela para el período 2013-2019. Las probabilidades del triunfo bolivariano son muy altas, más cuando el propio comandante Chávez pidió a su pueblo –aún hoy conmocionado–, que diera el voto por Nicolás Maduro. Será en efecto una ocasión para un sentido tributo al líder bolivariano. No obstante, y más allá del resultado electoral, no se han de perder de vista las claves halladas en aquel discurso iniciático, las cuales como hasta ahora se ha visto, muy probablemente seguirán escaldando e incidiendo dentro y fuera de Venezuela como parte de la matriz opositora encarnada por Henrique Capriles Radonsky y su pedigree político y electoral.
  


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