Debate sobre Malí (2)Sobre el apoyo de Samir Amin a la intervención francesaPaul Martial 


Sábado 2 de febrero de 2013
  

 El artículo de Samir Amin* es en primer lugar contradictorio, pues a la cuestión de si la intervención francesa obedece a la regla de la voluntad de dominación colonial, responde al principio que… sí y no, pero el texto no es más que un alegato que trata de explicar que la guerra de Francia no responde en absoluto a esta voluntad: “Llamo a apoyarla, pero sin pensar lo más mínimo que dará la respuesta que hace falta a la continua degradación de las condiciones políticas, sociales y económicas, no solamente en Malí, sino en el conjunto de países de la región.” Extraño argumento: Samir es consciente de que la guerra que mantiene Francia en Malí, y que él llama a apoyar, ¡no resolverá nada!

El papel del islamismo

 Más que un análisis, Samir hace una constatación del papel que desempeña el islamismo político considerado como una fuerza política reaccionaria. Comprender el islamismo implica comprender en primer lugar su auge, evidentemente asociado a la miseria ignominiosa en que el capitalismo hunde a las poblaciones, pero también a la falta de credibilidad de una alternativa política a escala internacional. Está claro que no es por casualidad que el ascenso del islamismo venga de la mano de la pérdida de influencia del socialismo en todas sus variantes. El altermundialismo pudo servir de balón de oxígeno frente a la ofensiva del pensamiento único liberal, pero jamás tuvo la capacidad de movilización y de organización que pudieron tener las organizaciones que se reclamaban del socialismo. Este aspecto nos parece importante porque el islamismo aparece actualmente, en algunos casos –y de forma equivocada, en esto coincidimos–, como un movimiento de contestación de un orden mundial injusto y constituye un polo de atracción.

 Dicho esto, los distintos grupos yihadistas que cometen sus desmanes en Malí son perfectos reaccionarios y mafiosos que controlan tráficos que en parte son simplemente odiosos, pues se trata del establecimiento de vías que recorren los africanos para tratar de llegar a Europa.

De la OCRS al Sahelistán

 Samir recuerda la creación de la Organización Común de las Regiones Saharianas (OCRS), fundada en 1957 y disuelta seis años después. Señala que por parte de Francia no hay ningún peligro de que se reavive este proyecto: “  Si bien puede que haya algunos nostálgicos del proyecto en París, no creo que sean capaces de convencer a políticos dotados de una inteligencia normal de la posibilidad de resucitarlo…  ”. Para añadir de inmediato que la creación de una entidad política del Sahel es un proyecto que sí existe: “  Es el de la nebulosa constituida por el islam político en cuestión y se beneficia del eventual beneplácito de EE UU y en su estela de sus lugartenientes en la (inexistente) Unión Europea,  Gran Bretaña y Alemania ”. Por tanto, ningún peligro por parte de Francia de que se resucite una entidad política del Sahel, pero en cuanto a EE UU, Gran Bretaña y Alemania (y a Sarkozy, citado expresamente), no hay nada seguro.

 Todo esto es falso si nos atenemos a los hechos. En efecto, la política exterior de Sarkozy consistió en favorecer al Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA), grupo nacionalista no islamista que debía desempeñar funciones de milicia de seguridad frente a Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI) en beneficio del imperialismo francés. Sin embargo, el objetivo declarado del MNLA, la independencia de Azawad, y por tanto la compartimentación de una parte del Sahel, no molestó excesivamente a la diplomacia francesa, que propugnaba una negociación al respecto. Una compartimentación que por tanto es contraria a la gran entidad política del Sahel que se atribuye a la voluntad de Sarkozy. Pero, sobre todo, el imperialismo, sea francés o anglosajón, no tiene ninguna necesidad de una nueva compartimentación del Sahel para asegurarse el abastecimiento –o más exactamente, el saqueo– de los recursos energéticos de la región. Lo que desean los países ricos, ante todo, es una estabilización que permita a las diversas multinacionales explotar los recursos con calma.

 Explicar, como hace Samir, que Francia se ha opuesto, junto con Argelia, al proyecto de EE UU, Gran Bretaña y Alemania de construir un Sahelistán con la complicidad de los islamistas también es una falsedad. En efecto, antes de la intervención francesa se plantearon dos vías contrapuestas. Por un lado, la de Francia y de su club de fans que es la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), que preconizaban una intervención militar directa y rápida; así, París impulsó una verdadera ofensiva diplomática para obtener el apoyo de la “comunidad internacional” a sus planes. La otra vía, la de Argelia, consistía en desarrollar una actividad diplomática independiente de negociaciones con el MNLA, y también con el grupo islamista Ansar Dine, a fin de hallar una solución política y evitar de este modo una intervención militar que inevitablemente tendría que estar encabezada, directamente o no, por Francia. Esta estrategia contaba con el apoyo de EE UU, que en el Consejo de Seguridad de la ONU se batió por que las resoluciones incorporaran y priorizaran la negociación política. Dicho sea de paso, EE UU mantiene importantes relaciones militares con el ejército argelino.

La subestimación del imperialismo francés en África

 El error de análisis de la cuestión del Sahara viene acompañado de otro, que en cierto modo es todavía más desastroso: la absoluta subestimación del peligro que supone la política de Francia en África. En efecto, Samir afirma que “ la victoria constituiría un medio importante de recuperación del lugar de Francia en el concierto de las naciones, más allá incluso de Europa”, para explicar acto seguido que “  puede que las ambiciones “coloniales” francesas –convertir a Malí en un Estado cliente, a imagen y semejanza de algunos otros países de la región– no sean ajenas a ciertos responsables de la política maliense de París. La Franciáfrica tiene siempre sus portavoces, pero no representa un peligro real, ni mucho menos importante  ”.

 Según esto, Francia ya no representa un peligro para África y las ambiciones imperialistas francesas no son más que marginales. ¿Se circunscribe esta ausencia de peligro exclusivamente a Malí y, en este caso, por qué es este país el único que está a salvo de ese peligro? De lo contrario, sería interesante saber en qué momento sitúa Samir este cambio fundamental de la política francesa, que por cierto ha pasado inadvertido para muchos militantes antiimperialistas, tanto en Francia como en África. ¿Cuáles son los factores que indican que tales ambiciones han dejado de ser un peligro real? Sin embargo, si contemplamos la historia reciente de Francia y sus intervenciones militares –en febrero de 2008 para salvar la dictadura de Deby (aunque tal vez en aquella ocasión también habría que haber defendido la operación militar, pues los rebeldes contaban con el apoyo del régimen islamista sudanés) o la operación de apoyo a las Fuerzas Nuevas en Costa de Marfil para instalar a Ouattara en el poder, por no hablar de Libia…–, los hechos no corroboran precisamente un debilitamiento de la acción imperialista francesa, sino todo lo contrario, ilustran perfectamente el papel que desempeña este país, que no ha cambiado desde hace lustros. Y si Samir piensa que la acción imperialista ha dejado de existir simplemente porque el presidente Hollande la dio por finiquitada en su discurso ante la Asamblea Nacional en Dakar, el reciente envío de comandos especiales del ejército francés a Níger para proteger las minas de la multinacional francesa AREVA debería bastar para convencerle de lo contrario.

 Cuando Samir analiza la situación de Malí y en particular señala que el presidente maliense carece prácticamente de toda legitimidad porque ha sido instalado en el poder por la CEDEAO, no va hasta el fondo y, por consiguiente, no destaca la responsabilidad de la política exterior francesa. En efecto, fue Francia quien colocó en el poder al presidente maliense a fin de evitar la desestabilización política de Malí cuando, al mismo tiempo, gran parte de la población y de las organizaciones militantes de la sociedad civil luchan por la convocatoria de una conferencia nacional que permitiera la regeneración política rompiendo con esa casta dirigente corrupta y tal vez incluso con el FMI y el Banco Mundial. El golpe de Estado del capitán Sanogo no era un golpe de Estado preparado, sino un motín que provocó la caída de Amadou Toumani Touré, lo que dice mucho del grado de decrepitud del régimen, con la consecuencia inmediata de dejar vacante el poder. Era precisamente ese vacío de poder el que resultaba peligroso para Francia y la CEDEAO.

 Por otro lado, las organizaciones de la izquierda radical trataron de aprovechar la brecha –aunque su línea política pudiera ser discutible, pero ese es otro debate– para tratar de construir un Malí distinto. Francia y la CEDEAO tenían desde el principio dos objetivos precisos: restablecer el antiguo orden en el sur, especialmente en la capital Bamako, y asegurar el norte. No hay más remedio que constatar que estos dos objetivos están a punto de alcanzarse. Se ha decretado el estado de excepción en todo Malí, las organizaciones progresistas están marginadas y amordazadas, el ejército francés ocupa el norte del país. Creer que Malí pueda reconstruirse en estas condiciones es pura ilusión.

 Antes de hablar de solución militar, de saber quién debe intervenir, es preciso basar la intervención en un proyecto político que goce de verdadera legitimidad entre la población, que permita al Estado maliense influir y dirigir esta intervención y no de sufrirla. Unificar a las poblaciones en torno a proyectos sociales y económicos, particularmente en el norte del país, es una necesidad imperiosa. A falta de soluciones políticas elaboradas por las poblaciones malienses y sus organizaciones, es Francia quien orientará la construcción del nuevo Malí, lo que implica el riesgo de que este último se parezca como dos gotas de agua al antiguo Malí, con los mismos dirigentes políticos corruptos, la misma sumisión a la política liberal, la misma miseria para las poblaciones y los mismos riesgos de estallidos bélicos y de fundamentalismo islámico.

La cuestión tuareg

 También es falso decir que Modibo Keita, el padre de la independencia maliense, gestionó positivamente la cuestión tuareg, como pretende Samir. Las respuestas dadas fueron burocráticas, brutales y centralizadoras, ignorando deliberadamente los modos de vida de esas poblaciones. En la época de Keita, el norte de Malí estuvo bajo ocupación militar, con su cortejo de opresión y humillación. Esta política llevó a unir a gran parte de los tuaregs contra Bamako, cuando en el momento de la independencia una parte de las poblaciones tuaregs se habían opuesto al proyecto imperialista de De Gaulle en torno a la creación de la OCRS. Es cierto que era absolutamente necesario erradicar prácticas de esclavismo y opresión que perduraban entre ciertos sectores tuaregs con respecto a otras comunidades, en particular los bellan, pero esta lucha indispensable no podía justificar la subyugación de esta población.

 El error principal de esta postura es que trata de encontrar soluciones en el marco sobrevenido y mezquino de una lucha entre los intereses neocoloniales de Francia y la opresión cruel y medieval de los islamistas. Fundamentalismo islámico o capitalismo, ¿es esa la disyuntiva? La política de Francia es asidua a estas bellas intervenciones humanitarias. Todos recordamos las imágenes espantosas de niños hambrientos en Biafra, pero ¿quién recuerda la política francesa de alimentar con armas y dinero aquel conflicto secesionista con ánimo de debilitar a Nigeria, país islámico, que adquiría demasiada importancia a los ojos de París? Podríamos hablar también de aquella campaña que invitaba a cada escolar francés a donar un paquete de arroz a los somalíes, y quién no vio a Kouchner, ministro de Francia, descargando sacos de arroz, pero ¿se recuerda todavía que unas cuantas semanas después fueron vehículos blindados occidentales los que tumbaron el régimen de los tribunales islámicos para salvar a las poblaciones, con el resultado de que después se instalaron en el poder otros todavía más extremistas, todavía más crueles: los shebab. Cuando aparecen a la luz nuevas revelaciones sobre la implicación de Francia en el genocidio ruandés, recordemos que la operación “Turquesa” se presentó asimismo como una intervención humanitaria cuya finalidad declarada era evitar nuevas masacres. En realidad estuvo destinada a sacar a los genocidas hutus a Zaire, hoy República Democrática de Congo, provocando una guerra que continúa desde hace 20 años en el este de Congo, con su cortejo de masacres, violaciones y saqueos.

 Decididamente no: tanto en Malí como en toda África, Francia no forma parte de la solución, simplemente porque desde hace mucho tiempo forma parte del problema.

*El artículo al que hace referencia es http://vientosur.info/spip/spip.php?article7640

Traducción: VIENTO SUR

 30/01/2013

http://www.europe-solidaire.org/spi...

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